Malditos profesores

Toledo (Toledo)

Buenos días, Carlos. Buenos días, oyentes.

La mía se llamaba Isabel, señorita Isabel, y me enseñó a leer en un colegio de monjas de Plasencia hace más de cincuenta años. No lo hizo nada mal, la lectura es una de las pocas cosas que se me dan medio bien y uno de los escasos hábitos saludables que practico desde niño.

Aunque el tiempo se empeñe en ir desdibujando los trazos de lo que vivimos cuando niños, seguro que todos guardamos algún liviano recuerdo de la persona que nos enseñó a convertir esos extraños garabatos llamados letras en pensamientos, ideas y sueños.

Maestras y maestros que nos permitieron vivir aventuras y conquistas, luchar con terribles criaturas, dominar el mundo con superpoderes o convertirnos cada tarde en guerreros, exploradores, sabios o magos, encontrar amores, paraísos o temores y vivir tantas vidas como cupieran en un rato de lectura.

Los que se dedican a este oficio de enseñar y educar no hacen otra cosa que batallar cada día de cada semana de cada curso tratando de ensanchar las adormecidas mentes de niñas, niños y jóvenes intentando que sean capaces de que entrenen las tres habilidades básicas de la vida: observar, analizar y decidir por sí mismos; que sepan elegir el qué, el cómo y el cuándo de sus vidas antes de que lo haga cualquier iluminado de los que se asoman a sus móviles. Y claro, malditos profes, si abren mentes, enseñan a pensar y educan el espíritu crítico, son peligrosos. Muy peligrosos.

Los recientes ataques, insultos y menosprecios de Donald Trump a las universidades en EE.UU. evidencian una vez más lo que la historia ha demostrado a lo largo de los siglos: mezclar libertad y conocimiento es un obstáculo para quienes aspiran a que sólo exista el discurso monocorde y único que les conviene. Sin alternativas, sin disensos, sin oposición, sin rebeldía.

Se puede hacer de una manera zafia y grosera, sin eufemismos ni complejos, prohibiendo matricular a extranjeros y amenazando de cierre como ha hecho el presidente de EE.UU. o se puede hacer con más sutileza y disimulo así, como quien no quiere la cosa, deteriorando la educación pública, privatizando sin límites y primando la creación de decenas de universidades privadas de nuevo cuño donde se trabaje a fondo una especie de supremacismo intelectual construido a base de bulos, falsas doctrinas y la aterradora idea de exclusividad y pureza ante cualquier cosa que venga de fuera.

“Los profesores son el enemigo” ha dicho el vicepresidente de EE.UU, un tal J.D. Vance. Así de claro, sin tapujos, sin complejos, a la cara y sin disimular.

Lo tienen claro, maestras, maestros y profes son peligrosos, muy peligrosos… afortunadamente.

Hasta el martes que viene. Besos.

Javi Mateo.