Manolo Amador, albacetense antes que empresario

Albacete

La Feria Taurina de Albacete ha concluido con éxito, y es justo reconocer el trabajo de quien ha estado al frente de su organización: Manolo Amador. No hablamos de un empresario al uso, sino de un albaceteño comprometido con su tierra, que ha trabajado incansablemente para situar nuestra plaza como la primera entre las de segunda categoría.

Este año, como en los anteriores, ha logrado reunir a las mejores figuras del toreo y a ganaderías de prestigio, en un ciclo que ha transcurrido con normalidad, buenas entradas y sin incidentes. Un mérito que no es menor en los tiempos que corren. Manolo se merece una vuelta al ruedo unánime, dándola con su equipo: con Ángel Gómez, Gonzalo Gil y todo el amplio personal que lo acompaña, sin olvidar a su socio, ese productor taurino —como le gusta llamarse—, el francés Simón Casas.

Quizá lo único que ha faltado —y no es responsabilidad suya— es una mayor cobertura de la crítica nacional, que sigue sin estar a la altura de una Feria que merece atención diaria en los grandes medios.

Pero más allá de la gestión eficaz, Amador ha aportado una visión cultural y simbólica a la Feria. Ha sabido dotarla de identidad, de alma. Ahí están los carteles que lo demuestran: el de los dos toreros de Benjamín Palencia, el de la Pedresina, el del Teatro Circo, el de la cuchillería albaceteña, o el de este año, que ha hecho historia al incorporar por primera vez en España un sello de Correos en un cartel taurino. Detalles que hablan de sensibilidad, de amor por la ciudad y por su historia.

He tenido el privilegio de trabajar junto a él en esa elección de carteles, aportando mis ideas, mi consejo y mi apoyo incondicional. Porque cuando se trabaja por Albacete, no hay medias tintas.

Durante estos años, Manolo ha escuchado, ha dialogado, ha sumado. Y ha demostrado que se puede gestionar con eficacia sin perder el arraigo. Por eso, ahora que se abre un nuevo concurso para la gestión de la plaza, sería deseable que el pliego se redacte con sensatez, con moderación en las exigencias, adaptado al siglo XXI y a las dificultades que atraviesa la Fiesta, con las mínimas intervenciones administrativas, sin exigir lo imposible, pero sí garantizando continuidad, calidad y compromiso.

Y sería bueno —para Albacete y para su plaza— que Manolo Amador se presentara de nuevo. Porque ya conocemos su capacidad, su entrega y su conocimiento del terreno. Y porque, como dice el refrán, los experimentos, mejor con gaseosa casera. Ya hemos visto en el pasado apuestas estrambóticas que no entendían ni la plaza, ni su gente, ni su historia.

Sea cual sea el futuro, Manolo Amador ha cumplido con creces. Ha estado al pie del cañón, con trabajo, con dedicación, con pasión. Y siguiendo un consejo que en su día me atreví a darle personalmente: Manolo, no olvides que un día dejarás de ser empresario, pero nunca dejarás de ser albaceteño. Como tu padre, al que paraban en los pasos de cebra, al grito de: “¡Amador, ahí va un torero de Albacete!”