Carolina Martínez-López: talento conquense y nueva voz del teatro español

Cuenca

“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Así, con esos versos de Antonio Machado en la voz de Serrat, arranca el viaje musical y vital de Carolina Martínez-López, actriz, dramaturga, poeta y profesora nacida en Cuenca, que ha compartido su música favorita en el espacio El baúl de las canciones de Hoy por Hoy Cuenca.

Esta conquense de la capital acaba de recibir el Premio Lope de Vega de Teatro 2025 que concede el Ayuntamiento de Madrid por su obra El sol del invierno. Una pieza que, según el jurado, destaca por su voz propia, su compromiso político y su uso magistral del tiempo dramático.

Pero detrás del reconocimiento hay mucho más: una creadora que concibe el arte como un acto de resistencia, una búsqueda constante de belleza y sentido, y una manera de estar en el mundo.

Un premio que nació de un poema

La autora confiesa que El sol del invierno no nació como obra teatral, sino como un largo poema. “Fue apareciendo por capas, primero una voz, luego otras, hasta que el texto pidió cuerpo escénico”, explica. La dramaturga trabajó el texto durante una residencia de escritura en Faber (Olot), lo compartió en lecturas con estudiantes y colegas, y, casi por impulso, lo envió a varios certámenes.

“Fue una necesidad de cerrar una etapa. Había estado escribiéndolo desde 2020, atravesada por el duelo por la muerte de mi padre. Pensé: necesito que este texto vuele”, recuerda. Y voló. El galardón la inscribe ahora en la lista de grandes nombres del teatro español que han recibido este reconocimiento histórico.

De Cuenca a Girona, un viaje con alma

Carolina lleva más de una década vinculada a la Universitat de Girona, donde imparte clases en los grado de Artes Escénicas y de Comunicación. Su llegada fue casi casual: “Me llamaron cuando se iba a abrir la primera promoción. Yo estaba en Valladolid, trabajando en un festival de cine, y sentí que debía venir. Girona me atrapó desde el principio”.

Licenciada en Humanidades y doctora en Bellas Artes, su camino profesional ha estado tejido entre la docencia, el teatro, el cine y la poesía. “Todo está unido por un hilo invisible”, dice. “Los mismos temas que me interesan vitalmente son los que atraviesan mi escritura, mi docencia y mis lecturas. Es un equilibrio complejo, pero armónico”.

La música como mapa interior

Carolina recorre su vida a través de las canciones que la acompañan. Su mapa musical empieza con Cantares de Serrat y Machado, pasa por Manhattan de Enrique Morente y Lagartija Nick, se detiene en Nick Cave, Lhasa de Sela, David Bowie y termina con Mercedes Sosa y su eterno Gracias a la vida.

Cada canción le abre una puerta a la memoria o a la emoción. De Serrat recuerda “el hogar, los padres, el amor por la poesía”; de Morente y Lorca, “la carne de gallina y el temblor de lo sagrado”; y de Nick Cave, la reconciliación con la pérdida. “Un mes después de la muerte de mi padre lo vi en directo. Fue como una sanación”, confiesa.

La historia de Lhasa de Sela, que inspiró su visión luminosa de la muerte, también la marcó profundamente. “Mi padre tenía miedo a morir. Le puse Soon the Space Will Be Too Small y le hablé de cómo, cuando este espacio se queda pequeño, tal vez nazcamos a otro lugar”, recuerda emocionada.

El arte como resistencia

Carolina habla del arte como una forma de resistencia y de verdad. Su referencia constante a Lorca, Machado o Bowie no es casual: “Creo en la intuición, en dejarse atravesar por una sabiduría mayor. La creación exige humildad y valentía”, dice.

Esa idea la traslada también a sus clases: “Les digo a mis estudiantes que escuchen su deseo creativo, esa voz interior que nos hace únicos. Con técnica, sí, pero también con libertad”.

Cuenca en el corazón

Aunque vive en Girona, Carolina presume de su tierra. “Presumo de Cuenca, de su arte abstracto, de sus paisajes, de sus ríos. Creo que mi forma de crear tiene que ver con eso: con la abstracción, con una mente que piensa en imágenes más que en narraciones”.

Una gratitud luminosa

Al final del recorrido, la voz de Mercedes Sosa pone el cierre: Gracias a la vida. Carolina sonríe: “Sí, gracias a la vida, a las personas que me acompañan aquí y en el otro lado. A veces me quejo, pero luego pienso: gracias, Carolina, gracias a la vida”.

Una artista completa, una mujer que escribe desde la verdad y que convierte el dolor en belleza. El sol de invierno no solo es el título de su obra: es también una metáfora perfecta de su manera de mirar el mundo.