Y además...

Talavera de la Reina

Los talaveranos estamos de enhorabuena. Ya somos españoles de pura cepa y tenemos una bandera estratosférica que así lo atestigua. ¡Ole!

Pero al margen del dispendio insoportable y la tremenda vergüenza ajena que todo esto provoca, quiero centrarme en el monumento, por llamarlo de alguna forma.

No sé quién lo ha diseñado, pero es para darle un premio. Construyen una especie de corralillo que llama a gritos a la incontinencia urinaria y encima lo decoran con personajes que son para hacérselo mirar.

No sé qué pintan ahí Daoíz y Velarde, la verdad, más allá de que fueran unos incautos que se levantaron contra el invasor ejército francés, para devolver el reino a otro, también de apellido francés y de infausto recuerdo. Pero es que algunos olvidan que aquellos dos capitanes tiraron de coraje y valentía y solo contaron con el apoyo del pueblo porque ni el gobierno, ni el ejército, los apoyó. Aquel ejército cobarde que rendía vasallaje a cualquiera que le garantizase su estatus. Sin duda dos personajes bien elegidos para honrar al ejército español.

Pero si esto fuera poco, resulta que ahora tenemos que soportar el careto de la reina Isabel II porque en su despreciable gestión se le ocurrió convertir lo que no era más que bandera naval en la enseña nacional. Todo muy épico y muy heroico.

Tenemos una bandera que nació para que se distinguieran los barcos en alta mar, y terminamos con un corralillo con la efigie de la más corrupta y sinvergüenza de los Borbones, y mira que es difícil. Pero a ésta, al menos, la echaron los españoles. Eso sí, antes se encargó de robar todo lo posible para que su exilio en Francia, precisamente, fuera de lo más satisfactorio.

Esto es lo que provoca la incultura, que al final se deja decidir a quién no tiene ni idea y se termina ensalzando a quien solo merece desprecio. ¡Viva Talavera!