Efecto Mateo en tres pasos
La firma de María José Aguilar Idáñez, catedrática de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha
Maria Jose Aguilar
Albacete
Casi todos los días en nuestro país un solo hecho, referido a un líder político, copa todas las noticias y espacios informativos, llenando de manera omnipresente eso que se llama “actualidad”.
En este espacio de opinión, las oyentes habituales saben que siempre trato de enfocar, de poner el foco y la mirada, sobre aspectos de actualidad que a menudo resultan invisibles. Ya sea por acción u omisión.
Por eso hoy, quiero traer a colación tres hechos recientes que -como no han sido pregonados a los cuatro vientos por algún líder político- han pasado desapercibidos. Y ello, a pesar de que afectan gravemente a cientos de miles de personas en nuestro país.
El primero afecta directamente a casi 300 mil personas (284.020 para ser exactos). Ese es el número de personas que están en la lista de espera de “la dependencia”. Una lista de espera que, según el propio Ministerio de Derechos Sociales, ha aumentado en casi 14 mil personas en los primeros 9 meses de este año. Una lista de espera de la que han salido más de 25 mil personas porque han muerto mientras esperaban un servicio al que tenían derecho y que no recibieron nunca. Una lista de espera, en la que mueren 93 personas al día, una cada 15 minutos. Estamos hablando de personas que por falta de autonomía funcional requieren de la ayuda de otra persona para hacer las actividades básicas de su vida diaria. Es decir, que necesitan cuidados de larga duración porque son personas dependientes. También ha aumentado el tiempo medio de espera (que por ley no debería ser superior a 6 meses): ahora el tiempo medio de espera es de casi un año (349 días). Más de 25 mil personas muertas mientras esperaban a ser valoradas y mientras esperaban a recibir una prestación a la que tenían derecho.
El segundo hecho sobre el que quiero poner el foco, tiene que ver con la alimentación de las personas más pobres y con menos ingresos en nuestro país. Porque los hogares con menos ingresos, que son los que no pueden comprar productos de calidad, sino los más baratos, están sufriendo el alza de precios en alimentación que afecta, precisamente, a los productos de peor calidad. Es decir, los alimentos que más suben de precio son los que solo pueden permitirse comprar los hogares más empobrecidos. Mientras tanto, los seis grupos empresariales que controlan la producción de alimentos en España tuvieron en 2024 unos beneficios récord de 1.281 millones de euros. Y las cadenas de distribución de alimentos (lideradas por Mercadona, Carrefour y Lidl) unos beneficios obscenos de 7.500 millones. La precariedad alimenticia que sufre casi la mitad de la población española (aunque no la queramos ver), se asienta en unos márgenes de beneficios del casi el 40% de las empresas productoras y distribuidoras. Se cumple así, en el sector de la alimentación, el famoso efecto Mateo: “a aquel que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo poco que tiene, se le quitará”.
Y, por último, un tercer dato presentado la semana pasada por el Consejo de Economistas de España, referido al Ingreso Mínimo Vital, que solo llega al 45% de los potenciales beneficiarios y excluye a los hogares más vulnerables, debido a su mal diseño y peor gestión.
Resulta inevitable preguntarse por qué tantos cientos de miles de personas, que son las más frágiles, vulnerabilizadas y desposeídas de nuestra sociedad, importan tan poco. O no importan nada.