Dictaduras de saldo y esquina

Toledo (Toledo)

Buenos días, Carlos. Buenos días, oyentes.

Se acercan las navidades-seguro que lo han notado- y, amén de luces, villancicos y cenas, resurge de nuevo la obsesión por regalarnos cosas y el comprometedor ejercicio de simular gestos rituales de agradecimiento y cariño. Ya saben, bajo el engañoso título de “amigo invisible” surgen endiablados circuitos de regalo y postureo en el trabajo, la familia extensa, los amigos, la comunidad de vecinos, el ampa del cole o en 25 o 30 de los cientos de grupos de guasap que nos comen el tiempo cada hora de cada día de cada semana.

Si este año no saben como quitarse de encima la absurda responsabilidad del cutre-regalo impuesto a ese tipo que le ha tocado en suerte en el siempre amañado sorteo de papelitos, véngase al Martes, al secular mercadillo semanal toledano.

Cuentan que allí, escondido entre bragas, calzoncillos y edredones surge desde el fondo de tiempos pasados, y sólo de vez en cuando, un extraño puesto en el que adquirir a precio de ganga enormes cantidades de ignorancia, caspa, maldad y nostalgia de lo absurdo. Realistas figurillas de Franco, de José Antonio, carteles con añorados nombres de calles y avenidas que ya no existen como “generalísimo” o “primo de rivera”, antiguas banderas de tiempos de represión, escudos militares de cuerpos que contribuyeron a ella con ilusión o cruces y banderas de las que, en realidad, nadie recuerda su significado.

Y todo ello, mezclado entre curiosos carteles que animan al buen comer con lemas como “me gusta la fruta”, al buen beber en forma de rojigualdas botas de vino o a ese extraño concepto de cultura que pasa por sacrificar toros en una plaza. Todo, claro, salpicado de los escudos futboleros de los equipos de siempre, de un buen surtido de yugos y flechas y de esos abriguillos sin mangas que tan icónicos se han vuelto. Puede usted pertrecharse de buen español, del de toda la vida, por menos de diez euros. Chollazo.

Fascismo de mercadillo, dictaduras de saldo y esquina, fusilados baratos. Que me los quitan de las manos, oiga, que me los quitan; miserables a buen precio, que se me acaban, señora, que se me acaaaaaaaaban.

Y todo, por supuesto, bendecido con necedad y descaro desde el Ayuntamiento por un concejal que insiste en que esto no es ideología, que vender fotos que ensalzan dictadores no es apología de nada y que si no es ilegal, es bueno. Le faltó rematar la frase con un vivaspaña de los buenos, de esos que salen de dentro con más rabia que nostalgia.

Lo peor es que esta navidad, muchos recibirán este insulto a la inteligencia y la memoria como simpático regalo cutre para salir del paso. Lo triste, muy triste, es que se hará entre risas, como si fuera una broma, como si no pasara nada, como si aún no hubiera injusticias que reparar o muertos en las cunetas.

Hasta el martes que viene. Besos.

Javi Mateo