Opinión

Primavera reivindicativa

La Firma de Tomás Martín

"Primavera reivindicativa", la Firma de Tomás Martín

Palencia

Buenos días. Saben ustedes que la envidia es mala compañera de viaje, que su ejercicio deja secuelas en la conciencia y en el ánimo. Hay quien habla de una envidia sana, que no existe, aunque informalmente sea conocida como aquella que nos hace desear lo que otros tienen, pero sin ánimo de arrebatárselo. Pues bien, este fin de semana esa envidia ha sobrevolado sobre el discurrir de muchos palentinos, entre los que me encuentro, y ha dejado secuelas, ¡vaya si las ha dejado! Sí, he sentido envidia de los más de veinte mil leoneses que, reivindicativos ellos, poblaron calles y plazas y alzaron la voz en demanda de soluciones para una provincia que, como la nuestra, languidece a lomos de la inacción. ¿Cómo lo hicisteis, leoneses? ¿Qué vitamina estimuló vuestro ánimo, os hizo salir del letargo, os llevó a gritar un ¡basta ya! a tanta promesa incumplida al contemplar impotentes la desolación de vuestra otrora próspera tierra?¿Podéis remitirnos la receta y, al tiempo, decirnos si la vitamina puede administrarse en vena? La necesitamos con urgencia, de lo contrario, y a no mucho tardar, juntos asistiremos al sepelio de mas de cinco siglos de historia.

Y llegó el viernes noche acompañado de la fiesta del ITA, cuyo poder de convocaría sobrepasa los límites provinciales. Me cuentan que la ciudad estaba a rebosar, que no cabía un alma, que la fiesta discurrió dentro de lo previsible. Este tipo de convocatorias le acercan a uno recuerdos de sus años jóvenes y no tan jóvenes, tiempos de conciertos multitudinarios y protestas reivindicativas, multitudinarias también. Otros tiempos, sin duda, de compromiso y de lucha para alcanzar lo que ahora pretenden negarnos.

No sé cuántos de esos doce o quince mil jóvenes participantes en la fiesta eran palentinos. Seguro que unos miles, a los que me gustaría ver en nuestras calles y plazas cuando de reivindicar futuro para su tierra se trate. Tierra de la que no sé lo que exclamaría Miguel Delibes si la pudiera contemplar hoy, cuatro décadas después de haber plasmado en su Castilla habla problemas tales como el individualismo, la despoblación, el envejecimiento, el abandono oficial o la desconfianza, vigentes hoy, como si el reloj de la historia se hubiera detenido.

Entretanto, el mundo sigue girando, aunque no lo haga igual para todos. Recientemente escuché a un filósofo decir que la desigualdad de esos giros no se detendrá mientras el ser humano no recupere la sensibilidad.