"A Marcela la torturaron antes de matarla": Elena logra dignidad para su tía abuela 87 años después
Marcela fue asesinada en octubre de 1936 y ahora su sobrina nieta ha podido dar sepultura a sus restos
Esta es una historia de mujeres. La historia de Marcela, asesinada en octubre de 1936. Y de su sobrina nieta, Elena San Martín, que ha podido dar sepultura a sus restos ochenta y siete años después. Es también la historia de sus madres y de sus hijas. Y es, sobre todo, una historia de dignidad y reparación que concluyó el 4 de marzo en una emotiva ceremonia celebrada en Cuevas del Valle (Ávila).
Marcela Castelo Blázquez tenía 36 años y seis hijos cuando comenzó la guerra civil y vivía en Cuevas del Valle (Ávila). Nada más comenzar la sublevación, los hombres de su familia fueron a la lucha en el bando republicano. Muy cerca de casa, en el Puerto del Pico, en la Sierra de Gredos, trataron de frenar el avance del ejército fascista. Marcela les llevaba comida.
Ese frente cayó pronto y el ejército fascista entró en el pueblo. Elena San Martín recuerda lo que le contaba su madre, que los hombres huyeron pero quedaron las mujeres. "Y se vengaron en ellas".
"A Marcela la torturaron antes de matarla", explica. La "pasearon" por el pueblo, medio desnuda, atada en una borrica, lanzándole cosas y golpeándola. Le cortaron los pechos. Y, teniendo todavía las manos atadas a la espalda "le pegaron dos tiros y allí la dejaron, con dos hombres a los que también asesinaron". Cuando ha visto las fotografías de la fosa en la que fue encontrada le ha impresionado ver el disparo en el cráneo, el moño de pelo negro aún con las horquillas (que le han entregado) y restos de las alpargatas.
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Marcela, Eladio y Segundo
Los dos hombres que fueron asesinados también ese mismo día se llamaban Segundo González Rodríguez y Eladio Fernández González, y tenían 70 y 50 años. Eladio tenía un hijo, Francisco, que entonces era un niño y que vio cómo mataban y enterraban en una fosa a su padre. Nunca olvidó el lugar donde estaba y durante años contaba a todo aquel que quería escucharle: "aquí está enterrado mi padre, junto a un señor que se llamaba Segundo y una señora que se llamaba Marcela".
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Elena San Martín recuerda emocionada que gracias a la memoria de Francisco Fernández han podido recuperar a su tía abuela. Una memoria que fue plasmada en el libro titulado 'Covalverde' escrito por Santos Jiménez. Los testimonios recogidos y la investigación realizada por Aurora Fernández y Enrique Guerra y publicada en el libro "El sur de Gredos. Cuevas del Valle. 1936-1950" permitieron que en el año 2022 la Sociedad Aranzadi llevara a cabo la apertura de la fosa y la exhumación de los cadáveres.
Tras realizar los estudios forenses las familias recuperaron los restos en un emotivo acto presidido por el secretario de Estado de Memoria Democrática, Fernando Martínez López. En Cuevas del Valle es tradición que los fallecidos sean acompañados por las calles del pueblo hasta el cementerio. Y así lo hicieron los familiares de Segundo, Eladio y Marcela, acompañados entre otros por el alcalde del pueblo.
"Me voy a morir sin poner el pie ahí"
Para la sobrina nieta de Marcela fue algo "memorable, muy emocionante, impresionante...no tengo palabras". Ella se trasladó desde Vitoria, la ciudad a la que huyó su abuela, Baldomera, porque allí tenía unas primas lejanas. Dejó Cuevas del Valle tras ver masacrada a su familia por el bando franquista. Y rehizo su vida a cuatrocientos kilómetros. Allí volvió a casarse y allí viven sus nietos.
Mataron a su madre, Antonina, y se cree que su cuerpo puede estar en alguna fosa en otro pueblo cercano. Su padre murió tras recibir una paliza en el Ayuntamiento y caer por unas escaleras. Su hermano Patricio huyó y cuando le perseguían monte a través para matarle se ató a una piedra al cuello y se tiró al Pozo de la Luz, entre las localidades de Cuevas y Mombeltrán. Otro hermano, Gregorio, sí consiguió huir para morir después en el frente.
Baldomera nunca quiso volver a su pueblo. "Me voy a morir sin poner el pie ahí". Sus nietos intentaron convencerla, pero no fue posible porque "no quería ver a los asesinos de su familia". Pero nunca se calló y mantuvo viva su memoria.