Ramonov

León

Estos heraldos del orden y la tradición son unos falsarios que no respetan a lo más sagrado : nuestros mayores. Ver al gran Ramón pasar el trance de una moción de censura, donde el censurado parecía él. Eso no se le hace a nadie, Santiaguiño.

Balbuceos varios, quejas por el tiempo, por el tono, por el reglamento, la nada más vacía salpimentada con datos falsos y algunas aberraciones voxquimanas sobre la emigración, sobre las mujeres, sobre la patria. Qué horror, camarada Ramonov.

Cuando usted, amado público, oiga esta onda, el trampantojo ya habrá acabado y el candidato declinado/ impotente habrá podido regresar a su sillón orejero, donde celebrará con sus socios la grandeza de su gesta. Pero será difícil olvidar la servidumbre miserable a una causa que desprecia y degrada la democracia, que alimenta su discurso con el suero del odio , del racismo, de la misoginia.

Hace una semana lamentaba la legión de hijos huérfanos cuyos padres viven desaparecidos, hoy uno se pregunta por la poca humanidad de la familia Tamames: mujer, hijos, nietos , hermanos que son incapaces de librar al abuelo de este bochorno, de impedir este carnaval que arruina un curriculum hasta convertirlo en ridiculum vitae.

El ego es enemigo de la sabiduría, la vanidad veneno mortal para la dignidad. Alguien cercano le debería haber dicho No mames, Tamames, dónde vas con esta tropa, antes de tirar su prestigio al retrete y de que Sánchez Dragó tirara de la cadena.