Las leyes fundamentales de la estupidez humana

Palencia

Buenos días, terminé el comentario de la semana pasada con una célebre frase que en 1992 el entonces candidato Bill Clinton le espetó, en un debate electoral, a un Bush padre que ya se veía ganador después de la triunfante primera Guerra del Golfo: es la economía, estúpido, le dijo. Los norteamericanos lo estaban pasando mal y ni las barras y estrellas impidieron que Clinton ganara las elecciones.

Esa frase me trajo a la memoria un librito, que suelo poner de comentario todos los años a mis alumnos, Las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana, muy apropiado para estos días preelectorales.

En él su autor, el acreditado historiador italiano, Carlo M. Cipolla, divide a los seres humanos en cuatro categorías fundamentales: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos. Luego volveré sobre esta clasificación, voy con las cinco leyes fundamentales de la estupidez humana con el ánimo que les haga pensar y divertirse un poco en estos diez días que nos quedan hasta las elecciones.

Primera: Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. A que sí.

Segunda: La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.

Vamos que la estupidez es una facultad presente en todo grupo humano y está uniformemente distribuida según una proporción constante. Entre los políticos, periodistas, médicos, futbolistas, peones de albañil y, muy presente, entre los tertulianos y comentaristas radiofónicos.

La tercera, la Ley de oro: Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio. Con esta no estoy del todo de acuerdo, porque una proporción no menor de personas estúpidas hacen el mal al común pensando solo en su único beneficio a corto plazo. Miren alrededor y encontraran muchos.

Algunos estúpidos causan sólo perjuicios limitados, pero hay otros que llegan a ocasionar daños terribles, no a uno o dos individuos, sino a comunidades o sociedades enteras.

En un sistema democrático, las elecciones son el principal instrumento para asegurar el mantenimiento del porcentaje de estupidez entre los poderosos… y las elecciones les brindan una magnífica ocasión de perjudicar a todos los demás.

No nos conviene olvidar que la capacidad de hacer daño que tiene una persona depende, sobre todo, de la posición de poder o de autoridad que ocupa en la sociedad.

Cuarta: Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos olvidan constantemente que, en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.

Los estúpidos son peligrosos porque a las personas razonables les resulta difícil imaginar y entender un comportamiento estúpido. Además, la persona estúpida no sabe que lo es.

Cuando las personas estúpidas entran en acción, la sociedad entera se empobrece. Son, según el autor, una de las más poderosas y oscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y de la felicidad humana.

Quinta: La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que hay. El estúpido es más peligroso que el malvado.

En fin, que no caigan en la trampa de votar a una persona estúpida, más si lo ha demostrado y tiene experiencia en ello, elijan un inteligente, un incauto o, hasta un malvado, pero nunca, nunca a un o una estúpida.