La Cepa de Oro: 'la casa de todos' en Aranda de Duero

Aranda de Duero

Hace seis meses Lina no atravesaba un buen momento. Pero cuando pasó por un icónico restaurante del Polígono Residencial como es La Cepa de Oro, no se lo pensó dos veces. “Vi que estaba en alquiler, y me lancé. Me veía aquí desde el principio. El local me encantó porque es un sitio acogedor, y sabía que era para mí”, dice. Dio el paso aunque muchos de sus familiares le decían lo contrario. Les desoyó y apostó sus ahorros en reabrirlo. Seis meses después reconoce que volvería a repetir una y mil veces más, porque su apuesta fue respondida con creces. "Cuando entré, algo dentro de mí dijo 'lo quiero'. Y ciertamente tenía miedo al ser nueva, al haber tenido antes otros dueños el local; me imaginaba que me costaría que me conocieran. Pero desde el primer día todos me han recibido con los brazos abiertos", asevera feliz.

Una 'máquina' en la cocina

Cada vez es más la clientela fija que regresa o descubre por primera vez La Cepa de Oro. Ahora con una nueva gerencia, cinco empleados total, pero manteniendo la buena cocina que siempre le ha caracterizado. “Tengo una cocinera que es una máquina”, reconoce la gerente, que este viernes atiende la barra sola. A veces entran cinco clientes de golpe, y otros cinco después. Pero pese a los momentos de tensión, ella ya se ha hecho a la rutina. “Todos los días son casi iguales, no distingo un lunes de un jueves”, dice, agradecida por la confianza de quien diariamente o de vez en cuando le visita.

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La Cepa de Oro abre a las 8 horas, y la mayoría de clientes entra en busca de los churros. En nuestra estancia, muchos preguntan por ellos, aunque ya sean más de las 11 de la mañana. “Lo siento, ya no me quedan”, responde la nueva gerente, especificando que “me los traen eh, no son míos… pero son un éxito”. Lo que sí es propio y muy pedido es "el picadillo, la reja llena de bacon y queso, las manitas de cerdo, o los callos", entre otras cuestiones. "A la cocinera se le da bien todo. Lo hace casero, y no se saca nada congelado. Ella sola puede con todo. Se organiza muy bien, y espero que me dure muchos años", añade, lanzándole un guiño.

Como en casa

Una de las claves que explica el éxito de este restaurante es la comodidad que genera y la sensación al comer de sentirse como en casa. "Los clientes en muchos casos son personas que vienen todos los días, y otros son clientes que son nuevos pero se acaban quedando. Les gusta nuestra cocina tradicional y casera. En nuestros menús del día, que suelen triunfar, damos cuatro primeros y dos segundos que vamos variando; nunca comes lo mismo. Intentamos que todos los días haya un plato de cuchara, por ejemplo, porque eso no puede faltar. Y si algún día se me ha terminado el plato de cuchara me preguntan por él", detalla Lina, que define a sus clientes como "gente maravillosa que me trata genial, y que me hace sentir feliz".

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Futuro

Sobre cómo le gustaría que evolucionara su nuevo negocio, Lina expresa que "me gustaría que La Cepa de Oro se convierta en la casa de mucha gente y la gente se sienta a gusto viniendo aquí". "Pienso en renovar, probar nuevas experiencias, y si hace falta aumentar, pues dar el paso", reconoce, si bien entiende que "acabo de empezar" y que "vivimos mucho el día a día, no me ha dado tiempo a pensar tanto".

A su yo de hace dos meses, que pensaba si dar el paso o no, le lanzaría a la piscina de lleno. "Ha sido la decisión de mi vida. Ha salido bien. Y ojalá esto me dure muchos años", sentencia, sonriente y confiada en que su buen ojo y el cariño que pone a cada cosa que hace, sea garante de muchos años más de una Cepa de Oro que ha recobrado la vida, y la fama. Y no es para menos.