Opinión

Ay, Urgencias

La Firma de Elisa Docio

"Ay, Urgencias" la Firma de Elisa Docio

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Hace unos días se jactaba el delegado territorial de la Junta en Palencia de haber mejorado la calidad de atención en el servicio de urgencias del Hospital en cuanto a instalaciones. Una vez más vamos a remolque de las circunstancias. Parece que en la última década ha aumentado en un 20 por ciento el numero de pacientes que acude a este servicio. Elemental, primero, somos una población envejecida y por tanto con más achaques; segundo, hay pocos médicos de familia porque se van a lugares donde les paguen dignamente, por eso, al retrasarse las citas con tu médico de cabecera tienes que acudir a urgencias o curarte solo en tu casa, como dice Ayuso en Madrid; tercero, hay pocos porque la nota de corte para estudiar medicina es excluyente y las plazas que se convocan de MIR son escasas. Cuántos chavales y chavalas con vocación conocemos que no han podido estudiarlo por unas décimas en la nota. Pero, eres rico puedes ir a una universidad privada por el módico precio de entre 13.000 y 24.000 euros por curso más residir y vivir fuera de casa.

En fin, volvemos a Urgencias del Hospital Río Carrión. Nada que decir sobre la amabilidad del personal sanitario. Ahora bien, como decíamos al principio, las mejoras se han quedado cortas. Me cuentan allí mismo que podrían atender a bastantes pacientes más si tuvieran sitio, que el tiempo de espera es un problema de tener sitio para atender, que los boxes son escasos y la sala de observación insuficiente.

Lunes de madrugada, soy trasplantada de médula ósea, me despierto con 39,5 grados de fiebre y ningún síntoma localizado, una bomba de relojería para el profesional que tenga que atenderme. Voy al centro de La Puebla, un doctor superamable ordena una radiografía, descarta una neumonía y me envía al Hospital para que me hagan analítica y demás pruebas. Después de tres horas y media sentada en las tortuosas sillas de la sala de espera mi cuerpo no aguanta más, me vuelvo a mi casa y me automedico, un Nolotil y un antibiótico que tenga por ahí. Antes de irme voy a clasificación y aviso de que no me llamen, dice el enfermero que valora la gravedad de los que llegamos, que no es posible sacarme de la lista, que simplemente cuando me llamen no acudo porque ya no estoy ¡olé, olé! Pero es que yo no quería que gritasen mi nombre por megafonía. Otro arcaísmo de las urgencias en nuestro Hospital, gritan tu nombre y dos apellidos y todos a mirar quien es el interfecto que se encuentra malito ¡qué bochorno! Dónde queda el derecho de protección de datos tan en boga.

 
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