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Historias de Salamanca. Indignación pública por el derribo de un convento

En 1973 el monasterio de las Isabeles fue derribado para levantar un moderno edificio con la aprobación del Tribunal Supremo

A finales de 1972 los salmantinos pasaron de la sorpresa a la indignación al ver cómo comenzaba a derribarse el convento de las Isabeles por el lado que daba a la calle de Zamora.

Historias de Salamanca 13 junio 2024

04:31

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Algo se venía diciendo en la prensa, pero también desde la política de la época se aseguraba que tal cosa no podía ser.

Pero fue. Gracias, por cierto, al Tribunal Supremo, porque las monjas o más bien quienes pretendían el inmueble llegaron hasta allí, hasta el Supremo. Como dejó escrito un cronista de Salamanca en esos días, “Salamanca se despersonaliza” al perder una parte de su esencia antigua.

Aquel derribo del convento de las Isabeles irritó mucho a la ciudad y sobre todo, que la autorización de derribo lo solicitase la comunidad de monjas cuando la obra de construcción no la iban a realizar ellas sino un tercero, que se aprovechaba, por cierto, del dichoso Concordato y la fiscalidad correspondiente.

Vamos, que el constructor se iba de rositas.

Salamanca perdía un monumento y también los ingresos de la obra, y un tercero hacía negocio con la complicidad de las madres isabeles. Alguien lo expresó muy bien: cornudo y apaleado.

Sobre el solar se levantó un gran edificio que carga con un escudo de los Solís, recordando el convento derribado, cuya antigüedad nos lleva al siglo XV y a una figura de los Solís, Inés Suárez de Solís, que fue su promotora con ayuda del obispo de la época, Sancho López de Castilla. Un convento bajo la advocación de Santa Isabel de Hungría princesa, franciscana y santa, modelo de caridad cuya devoción se extendió rápido por toda Europa, popularizando, de paso, el nombre de Isabel. Para la fundación, doña Inés se hizo con varias casas que habían pertenecido a los Templarios cubriendo el espacio que iba desde la calle de Zamora al arroyo que era entonces la actual calle de los Condes de Crespo Rascón.

La iglesia, de una nave, se convirtió en panteón de una rama de la familia Solís con un retablo que podría ser de Nicolás Florentino y unos fantásticos artesonados. También formaba parte de su patrimonio el Crucificado que desfila con la Cofradía del Yacente, que salió del convento en marzo de 1836, razón por la que la Cofradía pasaba por delante del convento para realizar un acto que derivó en el acto que se conoce como El Poeta ante la Cruz.

A finales de 1972, indignados uno, sorprendidos otros, los salmantinos vieron cómo desaparecía aquella reliquia del centro de Salamanca. Se mantuvo la iglesia, pero se perdió el convento, que tuvo, por cierto, de primera abadesa a doña Inés, que, quizás, aún se revuelve en su tumba viendo lo que hicieron sus hermanas del siglo XX.

 
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