La selección española nos ha vuelto a hacer disfrutar
OPINIÓN. El triunfo de La Roja en la Eurocopa ha venido de la mano de un clima de tranquilidad, lejos de la habitual crispación
OPINIÓN. La selección española nos ha vuelto a hacer disfrutar
05:57
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1721040887132/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Soria
Hace unas semanas encontré mi álbum cromos del Mundial de Estados Unidos de 1994. Treinta años lo contemplan. Una joyita, por su valor como documento y por su valor sentimental. Y estos días, a lo largo de la Eurocopa, en la que he disfrutado del fútbol y de la selección española como hacía mucho tiempo que no disfrutaba, reflexionaba sobre estas tres décadas, la evolución del fútbol y de mí mismo.
Quienes, como yo -he descubierto que somos muchos más de lo que yo pensaba, más o menos de mi generación-, quedamos marcados por ese Mundial como el de referencia en nuestras vidas futboleras, un punto de partida para el amor por el fútbol, seguro que me entienden… El gol de Goiko ante Alemania, el doblete de Caminero contra Bolivia, la goleada ante Suiza en octavos y el amargo varapalo ante Italia, en cuartos de final, con el codazo de Tassotti a Luis Enrique, el fallo de Salinas y el gol de Roberto Baggio al final... Nos acordamos aún del árbitro, ¿Verdad? El húngaro Sandor Pühl.
Entonces, a mis 14 años, tenía la ilusión del adolescente, que sueña con ver ganar a su selección. No pudo ser. Dos años después, la Eurocopa de Inglaterra, con los anfitriones eliminándonos en los penaltis, tras otro partido con polémica árbitra. Luego, Mundial Francia 98, con batacazo por deméritos propios de la España de Clemente… Y así suma y sigue, con la pregunta, la duda: “¿Veremos a España ganar algo algún día?”. Pues sí, la Roja del tiki-taka sumó Eurocopa-Mundial-Eurocopa de 2008-2010-2012.
Tocábamos techo en un momento realmente esplendoroso. Pero desde entonces, cundió cierto desencanto… Malos torneos, polémicas absurdas sobre entrenadores y jugadores, falta de suerte, de juego, de acierto… volvíamos a las andadas pre-triplete. Y, a mí, como a muchos otros, nos cundió el desencanto incluso en las previas de los grandes torneos. La selección ya no generaba ese hormigueo en el estómago y, es más, me lograba incluso fomentar cierta indiferencia. Pero llegó esta Euro. Sin excesivo ánimo inicial, debo reconocerlo, pero me he vuelto a enganchar al fútbol: he visto más partidos en este mes que, descontando al Numancia, en los últimos 3 años juntos.
Y es que todo lo que ha rodeado a la selección ha sido propicio. No ha habido polémicas de ningún tipo. Y, si acaso, los cuatro desgarramantas que han querido sacar y generar porquería han sido silenciados o, mejor, ignorados (no hay mayor desprecio que no hacer aprecio). Y todo ha fluido. El equipo ha jugado muy bien de principio a fin. Ha sido el mejor y se ha merecido la victoria sin ningún tipo de ambages. Se ha llevado puestos a Italia, Alemania, Francia e Inglaterra. Y sin vitola de favorito (bien, UEFA, gracias por excluir a España del cartel de la Eurocopa), el combinado nacional ha vuelto a lograr lo que debe hacer el deporte: unir, hermanar, hacer disfrutar, ilusionar…
Leía en redes sociales, entre otras muchas cosas, que este mes España estaba logrando que los madridistas jaleen a Lamine Yamal, que los culés defiendan a Carvajal… Y es verdad, todos a una, sin fisuras, podríamos decir que fluyendo… Y tiene mucho mérito, porque la temperatura de este país, siempre a la gresca en gran medida por la clase política, ya generaba una tensión casi insostenible desde hace meses. Pero ahí está el deporte, el fútbol, en este caso (y si mi apuran, sumemos a Carlitos Alcaraz ganando Wimbledon), para cumplir con su misión social: divertir, entretener y hacernos olvidar lo demás. Y encima celebrar.
Y sí, es fútbol: lo menos importante de las cosas importantes. Pero qué quieren que les diga. La alegría, aun efímera, no nos la quita nadie. Si eso, ya mañana, volveremos al día. Eso sí, con una sonrisa de oreja a oreja...