La mina
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La opinón de Juna Miguel Alonso (2/4/2025)
León
El accidente en la mina de Cerredo y el reguero de muerte que deja el grisú a su paso nos deja la sensación de una pesadilla al despertarnos en mitad de la noche.
Solo que ahora los muertos, las familias y el dolor son tan reales que cuesta asimilar el destrozo y la ruina, la herida infinita que queda para siempre.
La historia de la minería se jalona de hitos trágicos que se nombran con una cifra y un lugar: los 14 de casetas , los 10 de Caboalles , los 8 de Fabero. Parece un suerte de rito formulario que convierte a los caídos en héroes y al topónimo en el lugar donde alcanzaron su gloria. Pero nada más lejos de la realidad, porque este rosario de muertes no sirvió nunca para acabar con este exterminio laboral , y del lugar donde reside la memoria , desaparecieron los nombres de los muertos para convertirse en un número. Otro más en la larga lista , donde mandan los del beneficio empresarial a cualquier precio.
No hay reparación posible para una vida arrancada de cuajo en el tajo a los 30, a los 40 años , y, a menudo, tampoco ha habido justicia, con un sistema político y judicial que cuidaba de los intereses del patrón más que de la miseria que dejaba estas muertes en sus familias.
Para muestra un botón: hace 2 años que acabó el juicio sobre el accidente de Santa Lucía. Los 6 del Pozo Emilio. Aún no hay sentencia. Otro número y otro lugar condenados por la infamia al olvido. Salvo para los suyos, claro, que lloran la pérdida y el desprecio a sus muertos cada día.