"Comer por los ojos" o cómo funciona la amígdala cerebral
¿Qué relación hay entre el aspecto de la comida y lo que nos apetece comprar o comer? La respuesta está en nuestro cerebro.

Comiendo sushi en un restaurante japonés. / d3sign

Salamanca
La neurocientífica y profesora de la USAL, Conchi Lillo refleja en los micrófonos de la SER lo que muchos damos por asumido pero pocos entendemos con una explicación lógica. Y la tiene. "En relación con cómo nos entra por los ojos la comida hay muchos estudios. Supongo que habéis oído las expresiones de “Comer por los ojos” cuando pedimos o compramos más comida de la que se puede comer o “comer con los ojos” cuando el aspecto de un plato nos llama la atención y nos apetece comerlo.
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Comer por los ojos | Con Ricardo Montilla y Conchi Lillo
En esto se basa “el emplatado” del que hablan los cocineros, la combinación de colores, el aspecto en general, y es que la presentación visual de los alimentos es importante para la percepción y disfrute de la comida. El aspecto de la comida, su color, su olor y su presentación, tienen un papel muy relevante en el momento de su disfrute".
Eso lo saben los cocineros y también lo saben los supermercados. Por eso ponen los productos que quieren vender delante de nuestros ojos en las estanterías del súper. Como esos chicles que están delante de la caja de salida y que siempre picas y los compras, aunque no los quieras. Sobre esta aseveración, la profesora Lillo dice que: "en la industria alimentaria saben mucho de esto y se gastan mucho en marketing para vendernos cosas que no necesitamos. Saben qué nos llama la atención y cómo nuestro cerebro asocia un color o una forma a un producto concreto. Usan este conocimiento para que compremos cosas que no necesitamos a precios más caros y que nos llevemos a casa más comida de la que deberíamos. Primero, las estanterías están siempre repletas de productos bien colocados y ordenados con un único objetivo, que nos apetezca comprar. Después, como no podemos comer allí (para saber si nos gusta) la industria alimentaria trata de que lo que nos quiera vender, nos entre por los ojos. Miramos los productos durante 1/28 parte de segundo, así que tienen que destacar los productos con envases que se diferencien. Usan los colores, por ejemplo. Ponen en rojo lo que quieren que veamos más grande, como las latas de refresco. En negro lo que quieren que pensemos que es gourmet o en verde o marrón en lo que pagaremos más porque pensamos que algo natural o eco, y que por eso, es mejor (que no lo es). Además, también por dónde colocan las cosas: a la altura de la vista con lo que obtienen más beneficio, debajo o encima las marcas y abajo del todo, lo accesible a los niños, para que nos molesten hasta que lo compremos para que se calle."
La comida basura
Y hablando de comida que nos entra por los ojos, ¿Por qué nos atrae tanto la comida basura? ¿Es por su aspecto también?
Conchi Lillo lo tiene claro: "Primero tenemos que aclarar qué es la comida basura. Es ese tipo de comida que tiene una gran cantidad de calorías, grasas, sal, azúcar, harinas refinadas y, en general, ingredientes de baja calidad. ¿Por qué nos apetece comer esto, aunque no tengamos hambre? Porque se sabe que una combinación de textura, grasa, sal y azúcar genera lo que se conoce como el bliss point: una explosión de sabor en nuestra boca que no se consigue con otro tipo de alimentos. Y queremos volver a sentir esa sensación una y otra vez. Y esto tiene una explicación neurocientífica. En varios estudios con animales de experimentación han descubierto que en una zona de la amígdala del cerebro de los ratones hay un grupo de neuronas que se activan en respuesta a los alimentos grasos y azucarados que les incita a comer sin hambre."
La amígdala, insiste Lillo, es parte del sistema límbico y está involucrada en procesar muchas emociones y motivaciones, particularmente aquellas que están relacionadas con la supervivencia, como el miedo, la ira y el placer. Es decir, nuestra parte animal quiere comer grasas y azúcares. ¿Por qué? Porque antes no sabíamos si al día siguiente íbamos a comer y necesitamos algo con gran aporte energético. Lo que pasa es que nuestro cerebro ahora no sabe que no hay mamuts, hay lineales y lineales llenos de productos ultra procesados.