Tragedia y Farsa de la historia, una lectura de “El orden del día”

‘Las mayores catástrofes se anuncian a menudo paso a paso’, leemos. Y también ‘En ese grande y sórdido cambalache, donde se gestan ya los peores acontecimientos, impera un respeto misterioso por la mentira’. Año y medio antes de la ocupación de Polonia por parte de la Alemania Nazi, espoleta de la Segunda Guerra Mundial, y a unos meses de los Acuerdos de Múnich, donde Francia, Italia y Gran Bretaña le cederán -en aras de la paz y una ‘política del apaciguamiento’- los Sudetes, una región de Checoslovaquia, Hitler invadió Austria sin pegar un tiro, incorporándola al Tercer Reich entre la euforia libertaria de los austriacos y la resignación fascinada de las democracias europeas; y con un ejército motorizado más retórico y propagandístico que funcional, averiado sin combates, que hubo que remolcar en trenes hasta Viena. ‘¡Qué tristeza!’, apostilla ese narrador que glosa los hechos a fogonazos y trastea iluminando la conciencia de algunos protagonistas, desde las planas mayores de los Estados en liza a alguna de aquellas más de 1700 personas austriacas que se suicidaron durante la semana posterior a la invasión, el 13 de marzo de 1938.

‘La verdad está dispersa en toda clase de partículas’, leemos. Y en otro sitio ‘El pensamiento verdadero es siempre secreto, desde el origen del mundo. Pensamos por apócope, en estado de apnea. Debajo, la vida fluye como la savia, lenta, subterránea’. Así, buceando y sobrevolando ese hito histórico, entre la reflexión y lo documental de esa anexión que se conoce como ‘Anschluss’, Éric Vuillard arma un relato fragmentado en dieciséis capítulos, apenas 140 páginas, que empieza con la reunión secreta de los popes industriales que financiaron al Führer en 1933 como un baile de máscaras – ‘las personas jurídicas poseen sus avatares’-, y termina con los fantasmas de los deportados a las fábricas pidiendo justicia y reparación desde las sombras. ‘Las generaciones se suceden igual que se relevan los centinelas en la noche oscura’, leemos. Y también ‘Pero las empresas no mueren como los hombres. Son cuerpos místicos que no perecen jamás’.

Entre tanto, nos colamos en las habitaciones donde la diplomacia pervierte su sentido, desde la coacción brutal a la pantomima de sobremesa, o pinchamos el teléfono de la embajada en pleno circo para comparecer años después frente al tribunal de Nuremberg y confirmar el guión de la farsa en la risa de los acusados. No en vano un capítulo se llama Sonrisas y Lágrimas. Se cavila sobre la imagen, la memoria, el discurso. ‘La Historia es espectáculo’, leemos. Y también `Los documentos fílmicos de entonces han pasado a ser nuestros recuerdos merced a un espantoso sortilegio’. En la trastienda de la utilería de Hollywood estaban ya los trajes de las SS antes de la guerra. ‘Nunca se cae dos veces por el mismo abismo. Pero siempre se cae de la misma manera, con una mezcla de ridículo y de pavor’. Puedes escucharlo aquí:

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