En primera persona: Marta Llorente y la innovación femenina en el sector porcino #conversacionescochinas
A punto de celebrarse el Día Internacional de las Mujeres Rurales, esta zazuarina por herencia y vocación comparte su experiencia en el proyecto europeo GRASS Ceiling, cuyo objetivo es fomentar el liderazgo femenino en el medio rural

Marta Llorente: innovación femenina en el sector porcino
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Zazuar
Que las mujeres rurales han participado desde siempre en el trabajo y desarrollo de las explotaciones agrarias y ganaderas está fuera de toda duda. Que su trabajo casi siempre ha estado invisibilizado y muchas veces subordinado, también. Pero el cambio ya es una realidad y así se constata y se fomenta con actuaciones como el proyecto GRASS Ceiling, que forma parte del programa Horizonte Europa y busca fomentar el liderazgo femenino en el medio rural mediante la creación de nueve laboratorios de experiencias en países como Irlanda, Croacia, Italia, Lituania, Países Bajos, Noruega, Escocia, Suecia y España.
Marta Llorente, madrileña de nacimiento, zazuarina por herencia y vocación, es una de las participantes en esta experiencia en el laboratorio español, junto a siete mujeres de Castilla y León, Aragón y Asturias, provenientes de municipios con baja densidad de población. El objetivo es crear redes de aprendizaje e innovación, fortalecer la identidad de las mujeres rurales y transformar los estereotipos de género en el sector agrario.
Marta Llorente, emprendedora en el sector porcino, titular de una explotación familiar porcina, sin vínculos previos con el sector, que ha sido reconocida por su capacidad de innovación, trabajo duro, formación continua y compromiso con la calidad, comparte en primera persona su experiencia. Este es su testimonio:
Marta Llorente: innovación femenina en el sector porcino
Cuando Margarita Rico, profesora e investigadora de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias, del Campus de Palencia (Universidad de Valladolid), me contactó para hablarme de este proyecto y me ofreció la oportunidad de colaborar en él, mi respuesta fue tajante, SI. Todo lo que sea enseñar y valorizar nuestro trabajo en el campo y en la granja, hay que hacerlo, sobre todo si se trata de enseñarlo en Bruselas. Pero cuando me explicó con más detenimiento el contenido y objetivos del programa, empezaron mis dudas. ¿Qué podía aportar yo en cuanto a innovación? ¿Qué tiene de especial que una mujer trabaje en el sector primario? ¿Por qué llama tanto la atención que una mujer sea la titular o cotitular de una explotación agraria? ¿Qué iba a trasmitir yo a los legisladores?
La respuesta aquí fue muy clara por su parte: “Puedes aportar ¡TODO! Eres madrileña y te viniste al pueblo y por si fuera poco emprendiste en el sector primario y además montaste una granja de cerdos. Has conseguido formar una explotación familiar casi de la nada, aportando ideas nuevas, formándote mucho, innovando en nuevas formas de cultivar y siendo reconocida por la calidad de tus productos. Te dejas oír cuando hay algo que consideras que administrativamente no se está gestionando bien. Colaboras y participas en multitud de entrevistas, charlas y eventos y en redes sociales mostrando la realidad del rural, del campo y sobre todo de la granja.”
Para mí, esto no es innovación, es simplemente mi forma de vida. Y el que sea visto de esta manera me lleva a cuestionarme porqué hay esa percepción de algo innovador y novedoso en ganarse la vida con el fruto de la tierra, ¿acaso hay profesión más antigua? ¿acaso no es la profesión más importante del mundo? La de alimentar a la gente. ¿En qué momento se ha idealizado el campo hasta el punto de no saber de dónde vienen los alimentos y pensar que tiene que ser todo verde y salvaje sin poder aprovecharlo?
Creo sinceramente que hay algo que no se ha estado haciendo bien, ¿por qué el campo ha dejado de formar parte de los valores de la sociedad? ¿quizá falta de comunicación? ¿quizá no valoramos los alimentos porque no tenemos escasez de ellos? Hace falta más vida de pueblo. Hace falta volver a conocer nuestros orígenes.
Desafíos del medio rural desde una perspectiva femenina
Ciertamente, este tipo de cuestiones y pensamientos han sido reiterados en las múltiples reuniones que hemos tenido a lo largo de estos años de trabajo en el proyecto. Pero también hemos hablado mucho de la cantidad de trabas burocráticas que nos hemos encontrado y seguimos encontrando. De la falta de relevo generacional, quizá porque precisamente no se valora nuestro trabajo como algo esencial y por la baja rentabilidad de las explotaciones, lo que hace que los más jóvenes no lo vean como una buena opción de emprendimiento. De la dificultad para conciliar cuando trabajas 24h al día y la cantidad de cosas que te pierdes del crecimiento de tus hijos, que, por otro lado, tenemos la ventaja de que les hacemos partícipes de esta vida rural y aprenden los valores desde la base, entendiendo esto como otro tipo de ocio.
Gracias a los agentes externos que nos han acompañado durante estos años, hemos podido sacar conclusiones y posibles soluciones, pero, sobre todo, hemos dado a conocer de primera mano las dificultades que nos encontramos a personas que han trasladado estas inquietudes a esferas legislativas más altas. Las ocho mujeres españolas del proyecto tenemos explotaciones muy diferentes, pero las ocho nos hemos encontrado con los mismos problemas.
Conclusiones y esperanza de cambio
Como resultado, espero y deseo que este proyecto que después de tres años está llegando a su fin, sea eficaz y desde Europa lo lean con atención y detenimiento, que para eso lo han encargado. Hemos sido muchas compañeras trabajando en ello, invirtiendo mucho esfuerzo y entusiasmo en ofrecer posibles soluciones a unos problemas más que sabidos. Mujeres que nos dedicamos al campo 24/7 y que hacemos un gran esfuerzo al sacar tiempo para este tipo de cosas, pero que lo hacemos con el firme convencimiento de que tiene que llegar un gran cambio a mejor. Ojalá no caiga en saco roto, mientras tanto me quedo con grandes profesionales y amigas.
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