Compartir piso a los 70 años: "Nunca me habría imaginado acabar aquí, pero me he adaptado"

Barcelona

En primera línea de mar, en Badalona, está Llars Horitzó, un proyecto diseñado para proporcionar vivienda social a personas de la tercera edad. Actualmente, viven allí 17 personas, 11 hombres y seis mujeres, entre ellas Joana y Marisa. Llevan tres años compartiendo piso: viven en la segunda planta, cada una en su propia habitación, pero comparten la cocina y otros espacios comunes. "No tenía dónde quedarme, y encontrar este proyecto fue un regalo", narra Joana en una entrevista en el Aquí Catalunya. "Cada día doy gracias por tener unas llaves para abrir una casa". Dice que nunca habría imaginado acabar viviendo allí, "pero me he adaptado". Ahora está encantada, al igual que Marisa y el resto de los residentes. Uno de ellos, por ejemplo, se llama Pepe y tiene 82 años. Otro residente se ocupa de cuidar las plantas del terrado comunitario, donde tienden la ropa y disfrutan de la brisa con vistas al mar.

Tanto Joana como Marisa tienen hijos, "pero, por los motivos que sean, cuando nos jubilamos y nuestros ingresos ya no eran los mismos que cuando estábamos en activo, nos encontramos con problemas para alquilar un piso", comenta Marisa. Después de varias entrevistas y de encajar en el perfil, consiguieron una plaza en esta vivienda compartida, un ‘cohousing senior’, como lo define Llars Horitzó, la entidad encargada de la gestión diaria. El proyecto se lleva a cabo en colaboración con la Fundación Roca y Pi y Cáritas, según explica la educadora social Gala Larxé.

Los residentes pagan un alquiler que no supera el 30% de la pensión que reciben, lo que les permite llevar una vida autónoma a un precio asequible. A diferencia de una residencia, aquí no hay restricciones horarias, normas de visita ni servicio de comedor. "Estamos en un lugar privilegiado", coinciden Joana y Marisa. La convivencia en la vivienda también ayuda a combatir la soledad, "pero también decidimos cuándo queremos estar acompañadas y cuándo queremos estar solas", dice Marisa con una sonrisa.

Actualmente, este proyecto cuenta con una lista de espera de unas 20 personas que ya han pasado entrevistas y están dispuestas a mudarse. "Pero como es un proyecto de vida, no hay demasiado movimiento", reflexiona Larxé. "La idea sería poder replicarlo en otros lugares y que este modelo llegara a más gente", concluye.