“La justicia restaurativa no tiene nada que ver con un juicio"

Barcelona

Justicia restaurativa. Un concepto probablemente desconocido para muchos, que se ha popularizado a raíz de Pubertad (HBO Max). La nueva serie de Leticia Dolera comienza con una denuncia de agresión sexual y, a medida que se va descubriendo quién está implicado y quién no, se plantea un dilema a un acusado: iniciar un proceso judicial estándar —con un juicio que puede llegar a durar años— o una alternativa: admitir la agresión sexual e iniciar un proceso de justicia restaurativa.

Hace unas semanas, Leticia Dolera, en Tot és comèdia, habló sobre dos mujeres que la asesoraron a la hora de hacer la serie, construir los personajes y abordar la violencia. Eran Núria Iturbe y Alba Muro, psicólogas especializadas en evaluación e intervención en violencia y en prácticas restaurativas, que hoy han estado en El Balcón para explicar qué es y cómo funciona la justicia restaurativa.

Cambiar el foco

Las prácticas restaurativas “no son exclusivas de la justicia”, ha apuntado Iturbe, sino que se aplican en diferentes ámbitos donde haya habido una situación de violencia o un daño, como podría ser un caso de acoso escolar o el robo de un bolso. Es una herramienta que pretende abordar estas situaciones desde otra perspectiva: “Se sale del ‘quien la hace la paga’; se busca que quien ha sufrido el daño exprese cómo puede sentirse reparado y que quienes lo han causado se responsabilicen”.

Además, ha añadido Muro, “amplía el foco”, porque no solo se centra en víctima y responsable, sino que tiene “una mirada más comunitaria” en la que se implican “las partes que son apoyo de las personas dañadas”, ya que se entiende que la violencia no se da solo entre dos personas, “sino en un contexto y sociedad concretos”.

Actualmente, en Cataluña hay 2.300 procesos judiciales con menores involucrados, y de estos, 450 están participando en un proceso de justicia restaurativa. No todas las personas pueden acceder a estos procesos, ya que existen requisitos previos: en primer lugar, la víctima debe querer participar y el entorno debe asumir su responsabilidad. Además, los responsables deben tener la voluntad de reparar a la víctima y no actuar con segundas intenciones. La relación entre ambas partes debe ser simétrica, sin roles de poder, para que “la víctima pueda expresar libremente qué necesita”. También hay casos que están prohibidos por ley.

No es un juicio

“La justicia restaurativa no tiene nada que ver con un juicio”. En la serie se muestra a todos los implicados sentados en círculo hablando sobre sentimientos y emociones, pero para llegar a ese punto hay un trabajo previo de profesionales como Iturbe y Muro, que analizan individualmente a cada una de las personas implicadas. Es el juez o la jueza quien decide si se puede iniciar un proceso restaurativo, y si este sustituye o complementa el juicio.

Durante las sesiones, la víctima expresa qué necesita para sentirse reparada. “Cada caso es muy individualizado”, ha explicado Iturbe, y eso hace que cada camino sea diferente, aunque lo esencial es que los acusados “acepten lo que han hecho y quieran repararlo”. Si no, la restaurativa no funcionará. Ambas psicólogas coinciden en que es importante respetar la decisión de la víctima y no imponerle qué la haría sentirse reparada, sino “escucharla”.

Un ejemplo es el de una mujer a la que le robaron el bolso, con la pensión y toda la documentación. Ella, muy vinculada al Banco de Sangre, pidió que los responsables del robo también se vincularan con la entidad, y así fue. También se escucha a los responsables sobre cómo quieren reparar el daño: “Si son tres y uno quiere pagarlo todo... ¿por qué tenemos que intervenir?”, se preguntó Muro.

En Cataluña, el 62% de los procesos termina con un acuerdo satisfactorio, y el 72,4% cuando implica a menores. Es otra manera de entender la justicia, que no solo repara el daño causado, sino también el “daño relacional que se ha roto con esa acción”.

¿El origen? Las “prácticas comunitarias de los maoríes de Nueva Zelanda”, que no solo buscan cómo resolver un conflicto, sino cómo “prevenirlo y entendernos en comunidad ante un conflicto”.