Cuando la tierra era del pueblo

Ocultos entre el imaginario de una Edad Media repleta de nobles y obispos dominando la tierra, durante ese periodo existieron propiedades comunitarias (los comunales) que supusieron un fenómeno no solo económico sino también social e incluso político.

El libro ‘Pastos, iglesias y tierras. Los comunales en la meseta del Duero (siglos IX-XIII)’ (Ed. Silex) editado por el profesor Iñaki Martín Viso ha analizado esta figura en una zona concreta de la Península Ibérica y durante un periodo marcado.

Estos terrenos podían servir para pasto, recogida de leña e incluso para el cultivo pero provocan algo muy importante porque “deriva en la creación de una identidad”.

El libro también ahonda en otros comunales, algunas iglesias, que son construidas por la comunidad donde “todos somos esa iglesia. Se gestiona que el cura debía ser local y una parte del diezmo se la llevan ellos y así se queda en el pueblo”.

“A partir de la creación de la agricultura capitalista, los comunales se eliminaron en muchas zonas y han quedado como algo residual aunque todavía existen”, nos cuenta aunque reconoce que está muy “reducido ahora a zonas de montaña”.

El fenómeno se extiende por toda Europa, se debate su origen, y también se exporta con la colonización americana, tanto en Nueva España como en Nueva Inglaterra.