Habían sido muchas las peticiones, pero el debate de Telemadrid ha sido el único al que Isabel Díaz Ayuso ha aceptado acudir. Y lo ha hecho consciente de que los debates electorales los carga el diablo y cualquier tropiezo puede hacer descarrilar los planes de campaña. Por su parte, la izquierda pretendía convertir la noche del martes en la oportunidad de oro para poner a la presidenta madrileña frente al espejo de su gestión. Y así ha sido: Ayuso contra todos. Todos contra Ayuso. Los cinco candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid tenían por delante algo más de dos horas de debate, pero Ayuso tenía prisa en imponer el marco en el que se encuentra más cómoda. Ya en el primer minuto inicial, defendía que “el 28 de mayo hay que decidir entre una comunidad ambiciosa gestionada por el Partido Popular o los que proponen subir impuestos, votar a ETA o dar las casas a okupas”. Apenas 60 segundos para mezclar los tres ingredientes que forman el cóctel del discurso conservador. El primer bloque del debate estaba destinado a la economía y política fiscal. Y ahí se ha visto a una Díaz Ayuso cómoda en la defensa de las rebajas fiscales, incluidas aquellas que benefician a las grandes fortunas. La izquierda, sostiene la candidata del PP, intenta “empobrecer masivamente” para “crear la cultura de la dependencia”. La oposición clamaba “mentira” mientras Ayuso sostenía falsamente que, en Madrid, los que menos tienen son los que menos pagan. Los datos los tenía Alejandra Jacinto, la candidata de Podemos: “una persona que gana 23.000 euros al año, se ahorra 167 euros; los que ganan 100.000 euros anuales, se ahorran 1.343”. Desde Más Madrid, Mónica García recriminaba a Ayuso romper con el consenso global en materia de política fiscal al apostar por bajadas de impuestos a aquellos que más renta tienen. Y Juan Lobato, el candidato socialista, criticaba que el Gobierno madrileño haya regalado mil millones de euros a apenas el 0,2% de la población. Superado el debate sobre economía y política fiscal, los episodios de tensión se han disparado. El primer motivo ha sido el drama de los vecinos de San Fernando de Henares que han perdido su casa por culpa de las obras de la línea 7B de Metro. “Usted dice que la vivienda es sagrada”, empezaba Mónica García, “pero no lo ha sido para los vecinos de San Fernando”. Lobato reclamaba respeto y dignidad para los afectados. “Nuestra máxima consideración para las familias: un desastre, un horror y una tragedia”, se limitaba a decir Ayuso. El segundo motivo que ha disparado los tensiómetros ha sido la gestión de las residencias de mayores en la Comunidad de Madrid. La candidata de Podemos, Alejandra Jacinto, ha tratado de regalarle un libro a Ayuso: “Morirán de forma indigna”, escrito por Alberto Reyero, el que fuera consejero de Políticas Sociales de la Comunidad durante los momentos más duros de la pandemia. “Usted dio órdenes de no trasladar a hospitales a más de 7.000 personas que vivían en residencias. Usted no ha pedido perdón. Su exconsejero de políticas sociales está declarando en los tribunales y lo ha escrito en este libro. No se puede esconder más: tiene que pedir perdón. Por eso le voy a regalar este libro.« Sin embargo, acto seguido la presidenta de la Comunidad ha declinado su ofrecimiento y ha devuelto el libro a la líder de Podemos. »No, gracias. No invada mi espacio. Tome, lléveselo. No se puede ser más miserable, le ha espetado. Por su parte, Rocío Monasterio ha vuelto a buscar su minuto de protagonismo relacionando inmigración con delincuencia. “Es una falta de respeto y una gran mentira”, le ha llegado a afear a Ayuso. No ha habido grandes tropiezos ni grandes titulares. Hasta ahí pueden darse todos los candidatos por satisfechos. La izquierda ha conseguido visibilizar las cicatrices que la gestión de Ayuso ha dejado en la Comunidad estos últimos cuatro años, sin que ella se haya dado por aludida. Ayuso regresa a la Puerta del Sol sin haber sido capaz de explicar un proyecto político para el que reclama mayoría absoluta y que se basa, únicamente, en ser la némesis de Pedro Sánchez.