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Conozcamos la historia de Canencia, ¿un municipio canino?

Nos trasladamos hasta un municipio cuyo nombre podría rendir un simpático homenaje al mejor amigo del hombre

Conozcamos la historia de Canencia, ¿un municipio canino?

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Canencia

Como cada lunes, es momento de volver a calzarse las zapatillas y viajar hasta Canencia, un municipio del norte de Madrid cuyo origen topónimo, según se piensa, podría hacer un simpático nombre al mejor amigo del hombre, el perro. Y es que se cree que deriva de la palabra “can”, una palabra que guarda una relación directa con un dato histórico, relacionado, a su vez, con la caza.

Algunos elementos que pueden encontrarse en el municipio podrían servir de muestra de ese homenaje a los perros. Sin embargo, también hay teorías que afirman que el nombre de esta localidad deriva del “knissia”, que significa “iglesia”, que, a su vez, deriva del griego “ekklesia”, que significa “asamblea de fieles”. De hecho, existe una teoría en la que se sostiene que, la iglesia que motivó el nombre, se situó en el despoblado Canencia la Vieja, que alcanzó ese estado entre 1275 y 1492.

Si nos detenemos a observar la historia de Canencia, es necesario remontarse a finales del siglo XI, durante la época histórica de repoblación cristiana llevado a cabo por la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia, tras la conquista de la zona por el Alfonso VI de Castilla; y, precisamente, es en la Edad Media cuando, presuntamente, se origina el nombre más “canino” del término municipal, ya que fue utilizado como coto de caza por parte de la Corona de Castilla, lo que ha llevado a algunos historiadores a relacionar el topónimo del pueblo con los perros por la supuesta existencia de perreras reales dentro de la localidad. De hecho, este animal aparece en el escudo heráldico de la localidad.

Lamentablemente, no es uno de los municipios más poblados de la Sierra Norte, aunque sí abarca una gran historia. Durante la mitad del siglo XVIII, el pueblo, habitado por más de 100 personas, se componía de 232 casas bajas y habitables, incluidas las del Concejo. Contaba con tierras de regadío y secano, prados, eras, pozas y dehesa boyal. También con molinos harineros y colmenas. Asimismo, disponía de una amplia selección de ganado, de tipo vacuno, mular, caballar, porcino, lanar merino trashumante y cabrío. Contaba con establecimientos entre los que se incluían una taberna, una carnicería, un mesón, un hospital y una herrería.

No obstante, el verdadero despegue se produjo en el siglo XIX, cuando, en 1833, el pueblo dejó de depender de Segovia y quedó integrado, como municipio independiente, en la provincia de Madrid, en el contexto de la división territorial de España. Con una entidad jurídica propia, Canencia experimentó un importante crecimiento demográfico, que situó su población por encima de los 700 habitantes. Además, a mediados de siglo, fue un núcleo de cierta importancia, con desarrollo de la agricultura, ganadería, y molinos. Incluso, durante algún tiempo, funcionaron minas de plata y plomo.

Más adelante, a mediados del siglo XX, fueron instalados los servicios de alumbrado eléctrico, agua corriente y telefonía, al tiempo que fue realizada una carretera sobre el puerto de Canencia, que conducía directamente hasta Miraflores de la Sierra. Este incipiente desarrollo se quebró en la segunda mitad del siglo XX, iniciándose un proceso de despoblación y retroceso económico.

Por otro lado, en cuanto a su propuesta turística, la web municipal de Canencia ofrece un cuaderno turístico dedicado a los más pequeños de la casa, en el que un simpático galgo, llamado Peluso, enseña todos los puntos de interés a través de juegos y actividades. Y, siguiendo esa línea de homenajes a los perros, al lado del Ayuntamiento, hay una escultura de los tres perros, un monumento que sirve de homenaje a los tres perros del escudo de la localidad.

También se puede disfrutar del Puerto de Canencia y hacer la Senda Ecológica, entre cuyos atractivos se encuentra la Chorrera de Mojonavalle, una de las cascadas más altas de la Comunidad de Madrid. Tampoco puede faltar las rutas por los diversos puentes medievales de los que dispone.

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