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El centro de Madrid se hace más pequeño: cierra la fundación Entredós

Tras 20 años se termina un proyecto feminista pionero en España y el último espacio no mixto de Madrid

El centro de Madrid se hace más pequeño: cierra la fundación Entredós

El centro de Madrid se hace más pequeño: cierra la fundación Entredós

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A menos de 250 metros de la Puerta del Sol hay – había – un lugar que ya es historia de la ciudad: la fundación Entredós. El local está lleno de cajas, con los armarios abiertos y una mudanza a medio hacer. Es un momento difícil para las mujeres que están separando todo lo que hay en el local en solo dos montones: "Como somos una fundación no podemos vender nada, las socias nos estamos quedando algunos recuerdos y el resto lo donaremos", explica Yoya Fortún, una poeta forjada en Entredós. El proyecto surgió en 2002 con la idea de "crear un lugar que fuera una casa de todas y donde no se preguntase la afiliación a ninguna mujer", cuenta Tania Manglano, una de sus fundadoras. En estos 21 años han apoyado a mujeres maltratadas, han acogido actos culturales y, sobre todo, ha servido de soporte para crear redes de apoyo en una ciudad donde las relaciones entre personas están en retroceso. Con su cierre, Madrid pierde un lugar único. El último espacio no mixto de la ciudad.

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"Entredós surgió como un lugar en el que hacer política desde el deseo y para hacerlo junto a otras", resume María Juárez, veterana de la fundación. La iniciativa la tomaron varias mujeres vinculadas a la librería Mujeres hace más de 20 años. "El grupo estaba muy vinculado al feminismo de la diferencia – cuenta Fortún – que significa que la medida no es el hombre; el objetivo no era igualarse a ellos, sino explorar qué queremos y explorar juntas cómo hacerlo", explica. Juárez y Fortún mencionan a menudo la palabra deseo y creen que Entredós consiguió ser el lugar en el que hacerlo realidad. Mientras estuvo abierto, fue un punto de experimentación y debate, un lugar que alimentó las corrientes subterráneas que después saldrían a la luz con la explosión de las protestas feministas de 2018.

"Aquí hemos tratado de cuidar la mente y el cuerpo, un día organizábamos una charla con Gioconda Belli y otro día bailábamos en una fiesta", dice Manglano. Las mujeres del Entredós se sienten orgullosas de que, además de ser un lugar donde organizar actividades, haya sido un lugar de comunidad y cuidados. Una tras otra rememoran situaciones con las que parecen querer demostrar que pertenecer a un lugar así, ha sido un privilegio. "Aquí mandaban a mujeres maltratadas para poder construirse un entorno social en un lugar seguro". "Ha pasado que a alguna le ha surgido una emergencia y, como no tenía con quién dejar a sus hijos, llamara a la puerta y que alguna pudiese cuidar a su criatura, sabiendo que estaba en buenas manos". "A mis amigas les gustaba quedar aquí, porque podíamos comer, beber algo y después echarnos una siesta tan tranquilamente", recuerda una tercera, con media sonrisa.

Cambió la ciudad, cambió la gente

Entredós era una joya escondida en la planta baja de un edificio de la calle Marqués Viudo de Pontejos. Una excepción entre restaurantes, bares y tiendas para turistas. También una excepción en su relación con el casero, que a pesar de que un local así podría generarle grandes beneficios, le ha puesto todas las facilidades a las mujeres del Entredós para que no tuvieran que cerrar. Finalmente, no han podido dar continuidad al proyecto, pero no hay un único motivo, cada una de las socias, cuando se les pregunta, da una razón distinta de por qué echan el cierre.

"Entredós se basaba en el contacto y se financiaba con los talleres que organizábamos; con la pandemia todo eso se perdió y no hemos sido capaces de recuperar la misma actividad antes de tener que cerrar", cuenta María Juárez. Esta razón es la más material; la que se ve blanco sobre negro y ratifican las cuentas. Pero, además, cada socia señala otras causas, que son más profundas y que tienen que ver con que el mundo es diferente a aquel 12 de octubre de 2002 en el que la fundación abrió sus puertas.

"En este momento tan precarizado nos cuesta el compromiso", señala Manglano. "Las mujeres sobrevivimos con dobles y triples jornadas, sueldos bajos, y no tenemos tiempo que dedicar a cuidar y a nutrir estos espacios". Manglano opina que a la precariedad se le suma una falta de recambio generacional, mujeres que bien "porque participan en otros espacios" o bien "porque no pueden", no están llegando a Entredós para dar el relevo.

Según, Yoya Fortún, el problema es que cada vez es más difícil hacer vida en el centro de Madrid: "Aquí ya no quedan vecinos". "Creo que cada vez hay menos gente local, está todo lleno de turistas y de cadenas de alimentación; eso hace que cada vez hagamos menos vida en estas calles. Nos están echando", sentencia Fortún. "El gran duelo del cierre, es que nos perdemos como comunidad, – reflexiona la poeta – y en una ciudad como Madrid, en la que cada vez prima más el asfalto y el individualismo, Entredós era un faro al que siempre podías ir", lamenta Yoya.

El ejemplo de lo que se pierde

Si hay un ejemplo de que la comunidad que se ha creado es real, de que esas redes no son un mero relato, es el caso de Choni, el nombre cariñoso con el que llaman, desde pequeña, a Ascensión López. Choni ya pasa los sesenta y sufrió hace algo menos de un año un ictus. Vivía sola y le ocurrió en casa. Durante casi tres días estuvo tirada en el suelo, en un estado de semiinconsciencia, hasta que su hermana Olvido dio la voz de alarma y los servicios de emergencia entraron en su casa, echando la puerta abajo.

Desde que salió del hospital, las mujeres del Entredós se han organizado para que no pase una semana en la que Choni no reciba visita. "Me traen muchas cosas ricas de comer, aunque aquí [en la residencia] no me dejan comer mucho. También, me llevan de paseo al río Manzanares, al parque de la Bombilla, y ahora estoy a la espera de que me lleven al cine y al teatro", cuenta Choni, que se emociona cuando piensa cuánto ha cambiado su vida ahora que casi no puede mover la mitad de su cuerpo.

A Choni, el cierre de Entredós le ha pillado en la residencia, recuperándose. Cuando supo que iban a hacer una fiesta de despedida, todas se movilizaron para que no se perdiera una cita tan especial. Ese día, su hermana fue a recogerla a la residencia: "Todas llevamos lo mejor que teníamos en casa para un día tan importante; yo llevé choricito de León, que es lo mejor del mundo". "Para despedirnos, bailamos Rock and Roll, ellas me cogían un brazo y yo con el otro me movía todo lo que podía en la silla", recuerda. Aunque Choni dice estar muy triste, porque volver a Entredós era uno de los motivos que le daban ánimos para esforzarse en la rehabilitación, está contenta de, al menos, haber tenido "una despedida bella".

"Espero que todo lo que hemos creado entre todas continúe por algún otro lado, porque hay muchas mujeres que necesitan un espacio como este, entre ellas yo", piensa Choni. Se acabó Entredós. Cierra un espacio pionero para, seguramente, dar paso a un bar de croquetas congeladas y paellas malas o una tienda de souvenirs, pero las mujeres que han trabajado para mantenerlo vivo esperan haber dejado una semilla que germine, cuando nadie se lo espere, en algún lugar de Madrid. "He soñado que mi hija y otras niñas abrirán algún día algo parecido – dice Fortún – y aunque ahora Entredós cierra, es bonito contar que esto se puede hacer; que lo hemos hecho".

Karim Agharbi

Karim Agharbi

Redactor en la sección de economía de la Cadena SER. Trabajó en el equipo de informativos de Radio Madrid....

 
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