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El relato de una víctima de violencia obstétrica en Madrid: “Pasé semanas llorando y reviviendo todos los momentos que viví en ese parto”

Varios hospitales madrileños cuentan con tasas elevadas de episiotomía, el corte vaginal que la OMS recomienda limitar a los casos extremos

El relato de una víctima de violencia obstétrica en Madrid: “Pasé semanas llorando y reviviendo todos los momentos que viví en ese parto”

El relato de una víctima de violencia obstétrica en Madrid: “Pasé semanas llorando y reviviendo todos los momentos que viví en ese parto”

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Madrid

En las salas de parto de los hospitales madrileños, donde deberían imperar la empatía y el respeto, muchas mujeres enfrentan un tipo de violencia sistémica y en ocasiones invisibilizada: la violencia obstétrica. Se trata del conjunto de prácticas negligentes, de abuso o de maltrato que pueden sufrir las madres en los centros de salud durante el embarazo, el parto y el puerperio.

Uno de los ejemplos más paradigmáticos y representativos es el de la episiotomía, un corte que se realiza entre la vagina y el ano para facilitar el parto y que la Organización Mundial de la Salud recomienda limitar a casos extremos. Pese a estar desaconsejada, esta práctica cuenta con una alta incidencia en centros de referencia de la capital.

Por ejemplo, el Hospital Gregorio Marañón realizó una episiotomía en el 37% de los partos vaginales de 2022, de acuerdo con datos de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid que han sido recuperados por el diario El País.

La Consejería atribuye estas cifras en el Gregorio Marañón a su condición de centro de alta complejidad, lo que implica más partos especializados y complicados que en otros lugares. Sin embargo, otros hospitales de esta categoría, como el 12 de Octubre, presentan tasas considerablemente más bajas (10% de los partos vaginales).

Terrores nocturnos y depresión postparo, consecuencias de la violencia obstétrica

Lucía (nombre ficticio), una mujer que experimentó en primera persona la violencia obstétrica en el Gregorio Marañón, relata cómo, en contra de sus deseos y sin justificación médica, le practicaron una episiotomía durante el parto de su primera hija. “Me sentí vulnerada y violada por dentro”, cuenta.

La falta de respeto a su voluntad le dejó secuelas psicológicas y terrores nocturnos. “Pasé semanas llorando, pensando y reviviendo absolutamente todos los momentos que viví en ese parto. Me cambió la vida algo que podía haberse solucionado en unos segundos si me hubieran preguntado primero”, continúa.

La falta de acceso a información, una barrera para las madres

Teresa Escudero, socia de la asociación El Parto es Nuestro, achaca estos casos a la propia cultura de trabajo de algunos hospitales, que favorecen prácticas más rápidas y cómodas para los profesionales, a expensas de la libertad y derechos de las mujeres. Su asociación aboga por la transparencia en las prácticas obstétricas de los hospitales. “Nuestro lema es infórmate y decide, pero sin acceso a datos públicos, las mujeres no pueden tomar decisiones informadas sobre su parto”, lamenta.

Escudero considera imprescindible que la obstetricia y ginecología cambien y adopten una perspectiva de género para que los abusos cesen. “No podemos negar las experiencias de tantas mujeres en España y en el mundo”, concluye.

A pesar de su experiencia traumática, Lucía encontró redención en su segundo parto en el Hospital de Torrejón de Ardoz, donde pudo dar a luz en un ambiente respetuoso y empoderador: “No necesité nada más que a mi compañero y a unas matronas maravillosas”, explica. La clase de experiencia que no tuvo con su primera hija y a la que cree que tendrían que aspirar todas las mujeres durante uno de los momentos más cruciales de sus vidas.

 
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