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¿Cómo nació el mundo para los etruscos? Hablemos de los ancestros de Roma

Etruria, ubicada dentro de la actual Italia, logró ganarse en el pasado una considerable fama como pueblo religioso, sirviendo de inspiración para que Roma construyera parte de su identidad

¿Cómo nació el mundo para los Etruscos? Hablemos de los ancestros de Roma

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En la actualidad, no hay nadie que no haya oído hablar alguna vez de la antigua Roma ni de su panteón, en gran parte adquirido de Grecia. Sin embargo, muchos de los aspectos religiosos y culturales de este imperio, también se deben a la cultura de Etruria, un pueblo más antiguo, ubicado dentro de la actual Italia y que dejaría como herencia algunas prácticas religiosas y supersticiones muy conocidas.

Algunos autores, como el historiador Tito Livio, llegaron a afirmar que, de entre todos los pueblos de la tierra, los etruscos los más dados a las prácticas religiosas. Incluso llegaron a llamar a Etruria “la madre de todas las supersticiones”.

Hay que decir que se sabe poco sobre los etruscos, pero hay algunos textos, aunque sean cortos e incompletos, que pueden ilustrar parte de lo que su identidad religiosa fue y de la que, por ejemplo, formaba parte el dios Aita, rey del inframundo y la muerte, relacionado más adelante con el Hades heleno y el romano Plutón y a quien acompañaba Alpan, diosa del amor y reina del inframundo (relacionada, a su vez, con Perséfone). De igual modo, se puede encontrar al dios del cielo Ani, lingüísticamente vinculado al dios romano Jano.

Pero, al margen de las deidades que se puedan asociar con las helenas, también se pueden encontrar figuras autóctonas, ligadas a divinidades oscuras y misteriosas, representantes de las fuerzas ocultas que encierran el mundo y la naturaleza y reflejo de los temores y de la inseguridad del hombre etrusco ante la muerte y el desconocido escenario que trae consigo.

En lo que a los textos encontrados se refiere, una de las fuentes más conocidas es el hígado de bronce de Piacenza, un objeto en forma de hígado de oveja, dividido en compartimentos con los nombres de los dioses, empezando por los del cielo, morada de los dioses superiores; los dioses de la tierra y de la naturaleza, como Silvano, Baco, el Sol y Vulcano; y los dioses del inframundo y del hado, como Fortuna, los dioses Manes y Saturno. Además, se sostiene que, el hecho de que fuera un hígado, se debe a la importancia que los etruscos daban a la interpretación de las vísceras para encontrar señales divinas, de lo que, más adelante, en Roma quedaría la figura del arúspice.

Pero lo referente a los dioses etruscos no se queda ahí. La imprecisión de su número, género, apariencia y cualidad ha hecho a los estudiosos deducir que existió la creencia, en los tiempos más antiguos, en una entidad divina, dominadora del mundo a través de manifestaciones ocasionales y múltiples que se concretaba en dioses, grupos de dioses o de espíritus. Además, las normas que regulan las relaciones entre los hombres y los dioses buscaban la voluntad divina, manifestada a través de diferentes medios.

Por otro lado, en materia de mitos, aunque no se haya encontrado una visión sobre el origen del mundo diferente al de los romanos, sí existe uno que, por lo menos, explica el origen de los delfines y su relación con los marineros y refleja la identidad mercante del pueblo etrusco, tomando como protagonistas al dios Dioniso y a unos piratas que se creían demasiado listos.

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