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Cuando en Getafe cazaban avutardas con avionetas

Durante parte del siglo XX se popularizó está práctica por los cielos del sur de Madrid

Entrevistamos a Angel González, vocal del Museo de Getafe

Getafe

“¡El Progreso gastó a las avutardas la terrible broma de inventar el avión! ¡Los pacíficos bichos vieron cernirse sobre sus cabezas, ocultas por las espigas, este pájaro monstruoso, de alas inmóviles y aterrador zumbido”, así narraba el periodista Ignacio Cabral en la revista Estampa un 28 de mayo de 1929 una práctica cinegética de lo más particular que se desarrolló en el sur de Madrid durante unas decenas de años del siglo XX: la caza de avutardas desde avionetas.

Este gran ave esteparia (los machos pesan cerca de 15 kilogramos) está en grave peligro de extinción en el sur de Madrid (salvo del escudo de Parla) gracias al desarrollo urbanístico y, según una información de El País, en 2006 quedaban apenas mil ejemplares en toda la región, con poblaciones en el Parque Regional del Sureste, Torrejón de Velasco y Valdemoro; eso sí, su enemigo principal no son los cazadores sino el desarrollo urbanístico, los pesticidas y la desaparición de los campos de cereales.

“Empezó de manera casual cuando el aviador Rodríguez Díaz de Lecea vio unas avutardas en un vuelo rutinario y las persiguió”, nos ha contado Angel Fernández, vocal de la Asociación Amigos del Museo de Getafe. “Al principio era una manera de mostrar la destreza del piloto”, apunta.

Angel Fernández, vocal de la Asociación Amigos del Museo de Getafe

Angel Fernández, vocal de la Asociación Amigos del Museo de Getafe / Cadena SER

Las avionetas tenían como punto de despegue Getafe, que era la gran referencia aeronáutica del centro de España, y se movían por las estepas cerealistas del sur de Madrid buscando levantar las bandadas de avutardas.

Comenzaba entonces la persecución por los cielos del sur de la región (se cita en concreto el “cerro de La Cantueña de Parla y el de Las Brujas de Pinto”) hasta que las aves terminaban agotadas y se posaban de nuevo en el suelo.

El piloto descendía junto a ella y, escopeta al hombro, le daba caza. Incluso, como recoge en un artículo Javier Cano Sánchez, jefe de la oficina meteorológica de la Base Aérea de Getafe, se dirigían las aves hasta la propia base donde eran capturadas por los militares.

“Esto se produjo principalmente entre 1922 y 1930 aunque se prolongó hasta los años 60”, nos ha contado Angel Fernández.

José Sánchez Guerra, presidente del Consejo de Ministros, participó en una de estas cacerías en 1922 y el asunto llegó a protagonizar un sello, el 11 de diciembre de 1961 con motivo del cincuentenario de la aviación española.