Las Torres Blancas de Madrid que siempre fueron grises
Visitamos un dúplex en Torres Blancas justo cuando el Ayuntamiento acaba de dar el visto bueno a la reforma del piso 22 del rascacielos, proyectado históricamente para ser un restaurante
"El nombre tiene que ver con el hecho de que el hormigón no engaña"
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Madrid
Vivir en Torresblancas es tener que estar expuesto a las miradas. No todo el mundo tiene la posibilidad de residir, al fin y al cabo, en un edificio que el Ayuntamiento considera de tal forma, como para estar catalogado entre los que se deben proteger. En la décima planta habita una joven pareja de arquitectos. Gracias a que los precios de la construcción bajaron mucho durante la pandemia, pudieron acceder a la compra de un dúplex. Llevaba un año cerrado. Los propietarios originales habían fallecido y los herederos no quisieron quedarse con él. Antonio Mora y Eduardo Tazón acababan de llegar de Estados Unidos. "Nos fuimos a estudiar un máster. A los cinco años, de estar en la Gran Manzana, nos preguntamos qué queríamos hacer. Como siempre, los amigos y la familia tiran mucho. Así que nos volvimos. Este piso fue el primero que vimos. Enseguida nos enamoramos de él, pese a que tuvimos que reformarlo". Afirma Antonio. La transformación duró once meses y el resultado exquisito. "Sabíamos que era un reto hacerlo, estar en el catálogo de edificios protegidos era un desafío pero también un incentivo. Teníamos que intervenir en una obra maestra, pero también expresarnos como estudio de arquitectura. Es desde luego, nuestra mejor carta de presentación".
Estamos rodeados de paredes curvas
Vista desde fuera, esta torre llena de curvas, se cree que es difícil de amueblar. "Estamos rodeados de paredes blancas curvas. Otros vecinos han colocado cerramiento a las terrazas para incluirlas dentro del salón. Nosotros no queríamos eso. Nuestra intención era devolver al edificio la idea que tenía el arquitecto de jardín vertical. Hemos plantado un montón de vegetación que también hace las veces de pantalla acústica contra los ruidos que llegan de la M30." Explica Eduardo Tazón, quien añade que la terraza tiene vista a toda la casa, y que la luz se filtra a través de las ramas de un árbol.
Hace tan sólo una semana, el Ayuntamiento de Madrid aprobó el Plan Especial para la reforma del piso 22 de Torres Blancas. En un principio, el arquitecto Sainz de Oíza (1918-2000) había previsto que en esa planta existiera una restaurante. De hecho, todos los apartamentos estaban comunicados con él a través de un montaplatos. Se abrió en 1971. Los vecinos tenían un trato preferente. Tenía una capacidad para 100 comensales que podían disfrutar de la comida y de las vistas a la vez. Los techos eran bajos, como en el resto de las viviendas y la iluminación nocturna se hacía a través de globos blancos. Se llamaba Restaurante Ruperto de Nola, pero cerró a mediados de los ochenta. Ahora, esa superficie se convertirá en ocho apartamentos. El Ayuntamiento asegura que la transformación está avalada por los vecinos.
Torres Blancas, se inauguró en 1969, el mismo año en que otro edificio, también de estilo brutalista, abría sus puertas en el otro lado de la ciudad : el Liceo Francés de Madrid. ¿Casualidad, causalidad? Nunca lo sabremos, igual Francisco Javier Sainz de Oiza , y Alfredo Rodríguez Orgaz tuvieron las mismas influencias. O era la moda... Independientemente de todo ello, para quien suscribe esos dos edificios fueron emblemáticos, por un lado por su educación y por otro sus vivencias de infancia. Pero ese no es el tema de esta noticia
Myriam Soto
Redactora de Radio Madrid