Pablo Rivero y ‘La importancia de llamarse Ernesto’ o la importancia de ser uno mismo
El actor llega a Getafe con esta comedia de Oscar Wilde, llena de humor y sátira, que nos hace reflexionar sobre la búsqueda de nuestra propia identidad
Entrevista a Pablo Rivero, actor intérprete de 'La importancia de llamarse Ernesto'.
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Getafe
Es todo un clásico del teatro, que no ha perdido vigencia. ‘La importancia de llamarse Ernesto’ retrata la sociedad victoriana del siglo XIX de una forma corrosiva, llena de humor y con un toque disparatado. Todo para reflexionar sobre la importancia de buscar nuestra propia identidad y de luchar por la libertad, ambas cosas cuestionadas en una época encorsetada en las apariencias. Así se presenta esta obra, que llega a Getafe este domingo, actualizada, pero sin perder esencia, que sin ser un musical, sí cuenta con partes de música.
En el papel central encontramos a Pablo Rivero, Jack Worthing, que se hace pasar por su hermano ficticio Ernesto, inventado por él hace tiempo. Sin embargo, esa ficción debe romperla para declararse a su amada, quien cree estar enamorada de Ernesto, alguien inexistente. Mientras el enredo se desenreda se viven situaciones cómicas y disparatadas, sorprendiendo continuamente al espectador.
“La obra es una comedia de situación, es un clásico, lo que no significa que sea antigua”, dice Rivero, recordando que de la historia se ha quitado, en parte, ese punto “rancio de la aristocracia de la época”. Sobre su faceta de cantante en la función asegura que “se defiende cantando” y explica que las partes cantadas están integradas en el texto, “son momentos ‘La La Land’”, cuenta riendo y haciendo referencia a la película.
Rivero destaca como la obra es un canto a ser uno mismo, a quitarse las caretas y reconocer la identidad personal. “Cuando estás con un trabajo como ‘Cuéntame’ tantos años, pueden llegar a encasillarte, pero yo siempre he sido distinto al personaje de Toni, he estudiado Periodismo, he escrito, me gusta el thriller…, no tenía nada que ver con Toni, aunque sí había cosas comunes”.
Recuerda que siempre ha vivido “a su bola” y los momentos en los 90 cuando era “un poco grunge, un poco pintas” y los personajes que le daban eran de drogadictos, pandilleros, de novio raro. “Era el niño más pijo del mundo, en el sentido de niño bueno, que a las doce estaba en casa, salvo que me gustaba el Grunge”, cuenta.
Su otra faceta, la literaria, ahora le funciona mejor que nunca con su último libro ‘La Matriarca’, una novela negra en la que se habla de los riesgos a los que hoy en día está sometida la tercera edad, expuesta a mil y un engaños. Esta es su sexta obra y ya trabaja en una nueva. “Ahora mismo, sí podría vivir de los libros”, algo que le sirve de colchón por si vienen mal dadas en la interpretación. De momento, este domingo a las siete de la tarde, le podremos ven en Getafe sobre las tablas del teatro Federico García Lorca.
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