“Egilo es un personaje muy novelesco. No todo el mundo enviuda dos veces”, nos señala el escritor David Yagüe sobre ‘La última reina goda’
El autor revive en su última novela la figura de la esposa del último rey visigodo y luego del primer gobernador musulmán de Al-Andalús
Entrevistamos al novelista y periodista David Yagüe
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Fuenlabrada
La carta de presentación de Egilo (o Egilona) deja claro que no fue una mujer cualquiera. “Reina de España… era mujer del rey Rodrigo en el momento en que éste murió luchando contra los invasores musulmanes en julio del 711 en la Baja Andalucía, y que hacia el 713-714 contrajo un nuevo matrimonio con el primer gobernador (wali) de al-Andalus, Abdelaziz, hijo del gran Muza b. Nusayr”, recoge el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia.
Con estos mimbres y los pocos renglones que recogen las crónicas de la época, el periodista y novelista David Yagüe ha conseguido en ‘La última reina goda’ (La esfera de los libros, 2024) componer el retrato de una mujer que se adapta a sus nuevas circunstancias y que pasa de ser “cautiva” a “conspiradora”. Curiosamente, hace unos meses José Soto Chica publicaba otra novela sobre este mismo personaje.
“No todo el mundo enviuda dos veces”, resume en una frase Yagüe.
En los textos, Egilo se nos presenta como una mujer “muy manipuladora” y para el autor todo esto es “muy novelesco” pero reconoce que le hizo preguntarse si “sería realmente así” y “por qué pasa así a la historia y por qué con esa mala fama”.
La novela histórica se adereza con tintes de “drama personal y thriller político”.
Pero es una historia que habla de una sociedad diversa y de un proceso complejo de conquista y gobierno donde no se puede hablar de buenos y malos. “Ni los musulmanes eran ese ejército compacto ni los visigodos esa aristocracia guerrera unida…”, ha contado.
Yagüe evita la tentación que una figura tan conocida como Don Rodrigo reste protagonismo a los personajes femeninos y por eso su imagen aparece en la memoria de Egilo o de Florinda, hija del conde Don Julián, “por la que se perdió España”.
“No soy historiador ni pretendo serlo”, reflexiona el autor en la novela y en los micrófonos de la radio. “La verdad histórica y la verdad ficcionada no deben ser lo mismo aunque la materia prima sea la Historia. La novela no debe servir para aprender historia”, apunta.