La Almudena, más que El Escorial
La catedral de la Almudena se inauguró en el año 1993. Pero pocos saben que la primera piedra de las obras fue colocada por el rey Alfonso XII en 1883. Siempre hablamos de lo que se tardó en construir el Escorial (que comenzó en 1563 y terminó en 1584), pero la Almudena hay que reconocer que bate todos los récords, casi un siglo...

La Almudena, más que El Escorial
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Cuando en 1868 se derribó la iglesia de la Almudena, situada al final de la calle Mayor, pronto se pensó en levantar en las proximidades una catedral con la misma advocación. Y realmente se hizo a apenas 100 metros. La primera piedra de la catedral se colocó el 4 de abril de 1883, en un solemne acto presidido por el rey Alfonso XII. El monarca respondía así a un anhelo muy antiguo: dotar a Madrid, capital del Reino desde el siglo XVI, de una catedral acorde con su importancia política y espiritual. Hasta ese momento se dependía para estos menesteres prácticamente de la catedral de Toledo.
Cien años no son nada
Realmente fueron noventa. El proyecto inicial, elaborado por el marqués de Cubas (Francisco de Cubas y González-Montes), respondía al gusto neogótico imperante en Europa, con influencias de las catedrales medievales francesas. Su diseño era ambicioso y monumental: una planta de cruz latina, elevada nave central y abundante decoración gótica. Sin embargo, las dificultades económicas y políticas de la España de la Restauración pronto ralentizaron las obras. A la muerte prematura de Alfonso XII en 1885, y con la regencia de María Cristina de Habsburgo, el proyecto quedó prácticamente paralizado.
Durante las décadas siguientes, el ritmo de construcción fue lento e irregular. Se levantaron parcialmente los muros, pero la falta de fondos impidió avances sustanciales. Entre 1901 y 1936 las obras apenas progresaron. La Guerra Civil supuso un duro golpe: el edificio en obras sufrió daños y el proyecto volvió a detenerse. Y en la posguerra, permaneció largo tiempo en estado de abandono parcial.
En 1950, el papa Pío XII erigió la diócesis de Madrid-Alcalá, lo que convirtió en imprescindible dotar a la capital de una catedral propia. Sin embargo, el estilo neogótico inicial resultaba cada vez menos viable y estaba desfasado respecto al Palacio Real, con el que debía dialogar arquitectónicamente. Por ello, se optó por modificar el diseño original hacia una estética neoclásica en el exterior, más acorde con la plaza de la Armería y la fachada palaciega. En el interior, se mantuvieron elementos de inspiración neogótica y neorrománica.
A partir de los años sesenta, bajo la dirección de los arquitectos Fernando Chueca Goitia y Carlos Sidro, las obras cobraron nuevo impulso con una fachada clasicista y un interior con toques góticos y contemporáneos.
Tras más de un siglo desde la colocación de la primera piedra, la catedral estuvo finalmente en condiciones de inaugurarse en 1993. El acontecimiento se convirtió en un hito histórico: el papa Juan Pablo II viajó a Madrid para consagrar el templo el 15 de junio de ese año.




