La calle y el monumento al pintor Ribera
José Ribera, conocido como “El Españoleto”, es uno de los pintores valencianos más universales. La ciudad de Valencia glorificó su nombre erigiendo una estatua y rotulando una calle en su honor.
Luis Fernández callejeando por el barrio de Sant Françesc
valencia
El 23 de mayo de 1872, a propuesta del cronista de la ciudad, el setabense Vicente Boix, el Ayuntamiento de Valencia decidió cambiar la denominación de la calle Nueva de Pescadores por el actual de calle de Ribera para glorificar el nombre del insigne pintor valenciano José Ribera “El Españoleto”. Desde mediados del siglo XIX se estaba llevando a cabo la reforma del nomenclátor de la ciudad, adaptándolo a las exigencias del nuevo estado, tanto desde el punto de vista administrativo como estético. Uno de los responsables de esta transformación fue Boix, que desde su cargo de cronista, facilitó listados con las nuevas denominaciones que iban sustituyendo los antiguos nombres repudiados por la sociedad decimonónica. Boix concibió la necesidad de reforma del nomenclátor urbano como la oportunidad de construir una toponimia identitaria que diera a conocer a los ciudadanos valencianos la historia mitificada de su patria desde el prisma romántico de la Renaixença que caracterizó su obra. A él le debemos la propuesta de rotulación del nombre de insignes escritores del Siglo de Oro de las letras valencianas, de defensores de los fueros durante la Guerra de la Unión o de pintores de la talla de Juan de Juanes, Ribalta o el mismo Ribera.
José de Ribera es considerado uno de los pintores más influyentes del siglo XVII. Nació en Xátiva en 1591, y algunos biógrafos lo sitúan durante su primera educación en Valencia, junto al maestro Ribalta, aunque parece poco probable. Lo que sí se sabe con certeza es que marchó muy joven a Italia, con apenas 17 años, y ya no volvió nunca más a su tierra natal. En el país transalpino desarrolló toda su carrera, primero en Roma y posteriormente en Nápoles, donde fue bautizado como Lo Spagnoletto por su estatura y por hacer siempre gala de su origen cuando firmaba sus obras como hispanus, valentinus y setabensis. En la capital napolitana creó alrededor de su figura una prolífica escuela que fue seguida en toda Europa, donde sus pinturas y grabados alcanzaron un gran éxito. Ribera murió en Nápoles en 1652, pero su obra ejerció gran influencia en etapas posteriores, llegándose a convertir en uno de los artistas más cotizados desde el siglo XIX hasta nuestros días.
Además de la calle que tiene dedicada en nuestra ciudad, también se le alzó una estatua en su honor para conmemorar el tercer centenario de su nacimiento en 1888. Obra de Mariano Benlliure, la escultura más viajera de la ciudad se colocó en primera instancia en la plaza del Temple, pero 15 años después se trasladó a la plaza de Emilio Castelar –Actual plaza del Ayuntamiento- por considerarla un lugar más apropiado para tan eximio pintor. Pero con el inicio de la transformación urbana de dicha plaza en los años 30, la estatua de Ribera fue recolocada de nuevo, esta vez en la plaza del poeta Llorente, donde se encuentra en la actualidad.