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35 años del Jardín del Túria de Bofill

En la València Olvidada Francisco Pérez Puche nos traslada al proyecto que gestó Ricardo Bofill para el Jardín del Túria

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València

Este domingo 5 de junio se cumplen 35 años de la inauguración del Jardín del Túria. En concreto, 35 años del tramo que comprende el del Palau de la Música que tiene un elegante aire clasicista y está presidido por un gran estanque. Este tramo fue el primero en entrar en funcionamiento y es el único que se debe directamente al diseño de Ricardo Bofill, el autor de un proyecto global para todo el jardín del Turia que nunca llegó a construirse.

Un hombre elegante

Precisamente este 2022 ha fallecido el arquitecto Ricardo Bofill, Fue el pasado 14 de enero, a los 83 años. Pero cuarenta años atrás fue un apuesto caballero, siempre vestido con elegancia. No era muy alto, pero vestía muy bien, siempre de trajes bien cortados, con corbatas italianas y un pañuelo de seda en el bolsillo de la americana. Con ese porte, con una arrolladora simpatía personal, Bofill se hizo presente en medio de la habitual trifulca política valenciana con el fin de poner un poco de orden en las ideas de la ciudad.

El llit del Túria és nostre i el volem verd

Lo que ocurría, si nos ponemos a recordar, es que en 1972 el periódico Las Provincias inició una campaña para que el cauce del Túria fuera zona verde en vez de albergar el acceso de la autopista de Madrid. Lo que ocurrió es que esa idea resultó brillante para todos y Valencia la acogió con mucho empeño, de modo que vivimos con intensidad la campaña "El llit del Turia és nostre i el volem verd" que acompañó a todos los partidos y sindicatos, a la universidad y a las organizaciones ciudadanas durante toda la transición, hasta que el rey Juan Carlos I, en su primera visita oficial a Valencia, en diciembre de 1976, trajo bajo el brazo el decreto de concesión del cauce del Turia a la ciudad. Miguel Ramon Izquierdo era entonces el alcalde.

Una vez dueña de su río, e incluso antes, la ciudad empezó a cambiar el planeamiento del Túria para convertirlo en zona verde. Y aunque ya se hicieron algunas plantaciones de árboles frente a San Pío V, Valencia se encontró en 1980, con la corporación municipal ya democrática, y sin tener un plan ajustado para convertir en parque esa ancha cinta de terreno de más de diez kilómetros de longitud, una tarea colosal que sin duda iba a durar muchos años.

¿Qué ponemos en el jardín? ¿Qué especies, que adornos, qué servicios? La primera pregunta fue elemental: ¿Queremos un jardín de flores y macizos como los Viveros o un parque silvestre, casi un bosque, como es la Dehesa del Saler? Las discusiones, las dudas, los titubeos, menudearon. El Ayuntamiento estaba necesitado de escuchar a la gente y a los expertos. Y de paso estaba necesitado de que el Túria, además, dejara de recibir vertidos de las alcantarillas de muchos barrios que lo convertían en cloaca a partir de Jacinto Benavente, camino del mar.

La aparición de Borill en escena

En septiembre de 1981, el alcalde Ricard Pérez Casado tomó una decisión valiente. Propuso a Ricardo Bofill, un arquitecto catalán famoso en Europa, conocido por su vanguardismo pero también por su afecto hacia el mundo clásico, que redactara un proyecto, una propuesta. Y entre la habitual polémica valenciana, Bofill se puso a trabajar mientras llovían dudas en la prensa. Se criticó sin duda que no fuera de la tierra y se animó el debate sobre lo que en realidad queríamos para el cauce. Y fue en enero de 1982 cuando Bofill firmó su proyecto para Valencia.

Hace ahora 40 años, en junio de 1982, mientras Valencia era escenario del Mundial y se esperaba la aprobación en el Senado del Estatuto de Autonomía, cuando Valencia conoció los diseños de Bofill. Miles de valencianos desfilaron durante todo el mes por la Lonja, ante los dibujos, planos y una enorme maqueta donde se ofrecía la visión general de lo proyectado. Que era un río con miles de árboles, sobre todo naranjos y palmeras, ordenados de firma simétricas y elegante. Había áreas de respeto que valoraban la arquitectura de los puentes clásicos. Había un teatro al aire libre y espacio de convivencia. Se respetaba la cercanía a las torres de Serranos y apenas se presentaban horrendos campos de deportes --que entonces ya eran dueños del jardín del Túria tanto o más que ahora.

Entre 1982 y 1987 el Túria atravesó un periodo de obras y plantaciones en el que se dio un paso fundamental: la prolongación de la Alameda hacia el barrio de Penyarroja donde finalmente se levantó el Palau de la Música, proyectado por García de Paredes. Fue un proyecto clave, el primer paso de una ciudad decidida a cambiar. Y el primer paso para sanear la orilla izquierda del Turia, que era un territorio hediondo lleno de industrias contaminantes y anticuadas.

¿Fue antes el Palau o el Jardín?

El Palau de la Música se inauguró el 25 de abril de 1987. Si nos fijamos, está inicialmente proyectado para que se acceda a él desde el Túria. Su fachada más noble, que evoca un pentagrama, mira al cauce que se estaba convirtiendo en jardín. Y fue allí delante donde se proyectó un balcón sobre el tramo que Ricardo Bofill construyó tras la decisión municipal de que construyera un tramo.

Por fortuna, esa zona no fue objeto de mucha polémica. Ricardo Bofill, con su elegancia, con su buena educación, con su proyecto, conquistó a la opinión pública valenciana e hizo cambiar los recelos iniciales de algún periódico con dudas. Otra cosa que ocurrió es que el clasicismo de Bofill se impuso y la opinión pública se empezó a alarmar por las estridencias que el grupo de jóvenes arquitectos valencianos Veges-tu empezó a construir en la zona del azud de Mislata y el puente de Campanar. Los valencianos vieron solo estructuras de cemento agresivas para el paisaje, y una escultura en forma de colosal regadera y se alarmaron. Ese tramo de jardín teóricamente también se inauguró hace 35 años, en junio de 1987, pero las obras se interrumpieron y no estuvieron formalmente terminadas hasta 1990.

Bofill era otra cosa

Sin duda. Los trabajos que le fueron encomendados se iniciaron en febrero de 1986 y fueron visitadas en noviembre por los Reyes, al cumplirse los diez años de la donación a la ciudad del lecho del Túria. El gran estanque, las pérgolas clasicistas, las hileras de palmeras estuvieron dispuestas en junio de 1987. Y no despertaron recelos estéticos, un problema siempre delicado en Valencia.

 
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