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Ocio y cultura

Diseño, seda y flores en el Museo de Bellas Artes

El Museo de Bellas Artes de València propone un viaje a través de una parte de sus colecciones íntimamente ligada al diseño preindustrial e industrial: las flores aplicadas a tejidos.

Entrevista con Pablo González

Valencia

Con motivo de la Capitalidad Mundial del Diseño, detentada por la ciudad de València en el año 2022, el Museo de Bellas Artes de València propone un viaje a través de una parte de sus colecciones íntimamente ligada al diseño preindustrial e industrial: las flores aplicadas a tejidos. A través de dos secciones con una cierta progresión cronológica, se analizan las bases culturales que animaron la fabulosa eclosión del diseño floral en el siglo XIX. Las flores, como tema pictórico más o menos desarrollado, hunden sus orígenes en la consolidación del bodegón o naturaleza muerta como género pictórico diferenciado durante el siglo XVII. A partir de un conocimiento científico más profundo de la naturaleza, pintores como Van der Hamen popularizaron el protagonismo de las distintas especies en la pintura de caballete del Barroco. En València, y en otras ciudades de gran tradición textil y, en concreto, sedera, las flores se derramaron desde antiguo por las creaciones de la floreciente industria manufacturera a partir de la Baja Edad Media, como puede apreciarse en la multitud de brocados y bordados que pueblan los numerosos retablos góticos que conserva el Museo. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVIII cuando, a través de la Escuela de Flores y Ornatos, se institucionalizó la estrecha relación entre arte y diseño textil que desdibujó los límites entre artista y artesano.

En 1778 se creó en el seno de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de València la Sala de Flores y Ornatos con el objeto de formar una rama especializada de pintores que fueran capaces de surtir de diseños originales a la industria sedera valenciana para poder hacerla competitiva frente a sus homólogas europeas. En 1784 la Sala se convirtió en Escuela, equiparándose en rango y dotación al resto de secciones de la Academia y elevando, de esta manera, el estatus de sus protagonistas. De la labor de geniales pintores como Benito Espinós, José Romá o Felipe Parra salieron fantásticas creaciones de pintura de caballete en la que las especies florales conocidas a través de la estampa o directamente del natural son descritas con todo detalle. De aquí, estos grandes pintores pasaron al papel y el cartón con el objeto de traducir la representación naturalista de las flores con carácter tridimensional a las dos dimensiones necesarias para el tejido. Patrones, muestras y puestas en carta proporcionaron así, gracias al genio y la destreza de sus diseñadores artistas, una rica panoplia de modelos originales preparados para ser trasladados a la seda.