Joan Lerma: "El Estatut es un marco legal que nos ha permitido avanzar muchísimo"
El expresident reconoce faltan cosas por «mejorar» y por «reformar», pero considera un «éxito» ese Estatut, que permitió al Consell poder influir en la mayoría de aspectos sociales de la sociedad valenciana
Entrevista a Joan Lerma sobre la aprobación del Estatut de Autonomia para conmemorar el 90 aniversario de Radio Valencia, en 2021
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València
Esta semana se cumplen 40 años del Estatut d'Autonomia de la Comunitat Valenciana, que se publicó en el Boletín Oficial del Estado el 1 de julio de 1982 que supuso la recuperación del autogobierno valenciano. La aprobación del Estatut se produjo después de cuatro años de intensas negociaciones entre los partidos políticos y muchas diferencias de opiniones también. En la SER recuperamos la entrevista que le hicimos hace un año a la persona que más tiempo ha ocupado el cargo de president de la Generalitat, Joan Lerma, para celebrar los 90 años de Radio Valencia.
Lerma reconoce que las negociaciones fueron muy duras, porque el Gobierno central quería que todas las comunidades, menos las históricas, que son Catalunya, País Vasco y Galicia, accedieran a la autonomía mediante una vía lenta y con el menor número de competencias posibles. Finalmente la Comunitat Valenciana accedió a la autonomía a través de un procedimiento intermedio... que le permitió conseguir bastantes competencias. Lerma afirma que el acuerdo finalmente fue posible porque todo estaba por hacer.
Desde 1982, la Generalitat ha tenido seis presidentes. Joan Lerma ha sido el que más tiempo ha estado en el cargo (desde noviembre de 1982 hasta julio de 1995), y evita hablar de esa época con nostalgia: fue muy «ilusionante», admite, pero también fueron años «muy duros» debido a una crisis social muy grande y a un ambiente de tensión que provocaba la todavía incipiente democracia. Cuarenta años después, y pese a que todavía faltan cosas por «mejorar» y por «reformar», como avanzar en la modernización de la sociedad, considera un «éxito» ese Estatut, que permitió al Consell poder influir en la mayoría de aspectos sociales de la ciudadanía valenciana.
La redacción del Estatut d’Autonomia comenzó oficialmente en 1981 pero, ¿cuándo empezaron a ser conscientes de que se abría una puerta hacia el autogobierno, que la democracia no era un deseo sino que podía hacerse realidad?
Es evidente que primero fue un deseo, una aspiración. En el año 1976 tuvimos ya una muestra clara de que la democracia podía ir adelante, aunque con muchos problemas. Después de las primeras elecciones preautonómicas en 1977, una de las primeras cosas que hicimos fue constituirnos en plenario de parlamentarios, que debía de ser la Asamblea que elaboraría el Estatut d’Autonomia. Hasta dónde podíamos llegar en la autonomía real, pues eso no lo sabíamos pero, en cualquier caso, después de las primeras elecciones democráticas fue tan claro que se abría la posibilidad a la autonomía que tuvimos un régimen preautonómico antes incluso de la constitución.
El Estatut que empezó a escribirse en 1981 empezó a redactarse muchos años antes. Desde los tiempos de antes de la legalidad, en el año 1977, ya había proyectos de Estatut. Una de las reivindicaciones fundamentales de la democracia venía asociada no solo la libertad, sino la autonomía, que también formaba parte de esa reivindicación global. El 15 de junio de 1977 marcan las primeras elecciones democráticas y, a partir de ahí, se empezó a elaborar una Constitución que permitió que se constituyeran las autonomías.
¿Cómo fueron los años de Consell preautonómico?
En junio del 1977, los parlamentarios y que se constituyeron en plenario son los que empezaron a hablar de la elaboración del Estatut, puesto que a ellos se les encomendaba constitucionalmente. Hubo muchos intentos que fueron fracasando, porque el gobierno de la UCD no tenía claro exactamente lo que estaba dispuesto a ceder. El ejecutivo de entonces no tenía muy claro si se iban a constituir las autonomías, más allá de las que la Constitución preveía como históricas (Catalunya, el País Vasco y Galicia). De hecho, no tenían mucho interés en que se constituyeron y desde luego no tenían absoluto claro las competencias que tenían que tener. Y ese fue el debate político importante que tuvimos aquí en la transición desde el punto de vista de la autonomía: si iniciábamos la vía del 143 de la Constitución [la que iniciaron la mayoría de comunidades autónomas] para conseguir el estatuto de autonomía o si íbamos por la vía del 151 [una vía más rápida, por la que optaron Catalunya o País Vasco y que exigía el acuerdo de tres cuartas partes de los ayuntamientos de cada provincia] y que nos equiparaba a las tres comunidades autónomas históricas desde el punto de vista competencial.
Las diferencias entre los partidos valencianos y entre el Consell preautonómico y el Gobierno central eran muy grandes sobre este tema.
Fue realmente una batalla muy dura. Hoy está todo muy idealizado desde el punto de vista de la Transición, pero no es así. Fue una batalla muy fuerte entre la derecha y la izquierda. Fundamentalmente la gente que gobernaba en aquel entonces quería reconducir todas las autonomías, salvo las tres históricas, por la vía del 143, que era mucho más lenta, y desde luego quería dar las menos competencias posibles. Esa batalla fue la que condicionó, desde el punto de vista de la elaboración de la autonomía valenciana, toda la política.
Insisto, fue muy duro, porque en aquella época lo pasamos también muy mal desde el punto de vista social. El año 1977 fue un año muy difícil desde el punto de vista económico para para esta comunidad. Estamos hablando de la primera crisis del petróleo, que tuvo una repercusión internacional. Aquello empezó en el año 1973, nuestra transición a la democracia empezó un poco después, pero no se iban adoptando las medidas económicas que tenían que adoptarse para intentar generar mayor competitividad y se tardó mucho en abordar los temas necesarios para solucionar la crisis. Nuestra industria quedó obsoleta, empezaron a subir los precios de una manera brutal y empezamos a tener un desempleo creciente y un descontrol absoluto de la situación.
El Gobierno central puso todas las trabas posibles para que accediéramos a la autonomía por la vía rápida, como las nacionalidades históricas
¿Cuáles eran las diferencias más importantes durante la negociación del Estatut?
Fundamentalmente era esa, la vía de acceso a la autonomía. El Gobierno no se atrevía a reconocer que quería la vía lenta para la Comunitat Valenciana pero ponía todas las trabas necesarias para que no pudiéramos acceder a la vía rápida. Finalmente se consiguieron las competencias que reclamábamos, pero por la vía lenta, la del artículo 143 de la Constitución. La solución fue que elaboramos por la vía del 143 el Estatut de Autonomía, pero con las competencias que permitía el artículo 151, que son las que tenemos hoy. Para hacer eso posible, hubo que aprobar una ley específica de transferencias a la Comunitat Valenciana que las garantizara
Usted fue una de esas personas encargadas de redactar el Estatut, ¿cómo fueron las negociaciones?
Hay que tener en cuenta que estamos hablando desde la perspectiva exclusivamente valenciana, y nosotros sabíamos las cosas que queríamos poner en el Estatut, porque pensábamos que era el instrumento necesario para transformar la realidad valenciana, pero también hay que tener en cuenta la política nacional. Era una época en que el Gobierno tenía una debilidad evidente por culpa de las propias divisiones dentro de la UCD. Además, las resistencias a que la democracia se fuera consolidando eran muy evidentes porque parte del anterior régimen no quería entrar en el proceso democratizador. De hecho, estamos hablando del año 1981, el año del golpe de Estado. Y desde que se aprobó la preautonomía, en el año 1978, hasta que nosotros aprobamos el Estatut en el año 1982 hubo un frenazo al desarrollo autonómico. De manera que durante todos esos años prácticamente no se transfirió ninguna competencia a la comunidad y al resto de comunidades que no fueran el País Vasco y Catalunya.
¿Le hubiera gustado que el nivel de competencias conseguido finalmente se hubiera asimilado al de País Vasco o Catalunya?
Yo creo que sí hemos conseguido tenerlo. Catalunya tiene un nivel de competencias muy similar al nuestro. Tiene algunas diferencias, como la responsabilidad en materia de prisiones, que nosotros no tenemos porque no quisimos ya que no teníamos los recursos suficientes, o las competencias en seguridad. Pero yo creo que el sistema de Policía que tenemos es mejor, probablemente, que el catalán. El País Vasco sí que tiene un sistema diferente de financiación, con un sistema de concierto mediante el que las Diputaciones Forales recaudan casi la totalidad de los impuestos y luego la reparten. Yo insisto en que eso, aunque es un sistema constitucional, es un sistema que no cabe para todos. O, si se aplica a todos, no beneficia a nadie; si todos pagamos menos al Estado de lo que nos corresponde, pues entonces es evidente que el Estado es el que no puede sobrevivir y las políticas de igualación de derechos de todos los ciudadanos no podrían funcionar racionalmente.
Todo esto ocurre en el contexto de la Batalla de Valencia, que era un período muy tenso.
La batalla de Valencia es el reflejo de que la derecha no quería la autonomía, pero no quería decirlo. Y entonces daba la impresión de que era por la bandera o por la lengua. Pero todo eso eran pretextos para realmente no dar autonomía, que era lo que, de acuerdo con los esquemas tradicionales de la derecha, iba a romper España. Esa es la realidad de la Batalla de Valencia. Lo otro es acompañamiento político para justificar posiciones que sabían que no iban a tener respaldo social.
Este territorio siempre se llamó País Valenciano, pero el nombre era un argumento de la derecha para frenar el proceso autonómico.
Hubo conflicto hasta por el nombre, ¿por qué se acordó finalmente la denominación de Comunitat Valenciana?
Pues la verdad es que yo creo que siempre se llamó País Valenciano. Reino de Valencia fue una denominación histórica, que no existió en democracia, pero en cualquier caso era una denominación tradicional y no se correspondía con la situación actual. Siempre se llamó País Valenciano, hasta tal extremo que el Real Decreto de preautonomia que firmó Adolfo Suárez decía «Real Decreto de preautonomía del País Valenciano». Luego eso fue un argumento para frenar el proceso autonómico y, como nosotros estábamos fundamentalmente interesados en el contenido y no en la carcasa exterior, aceptamos una solución de compromiso que, sin tanta identidad como cualquiera de las otras, facilitara el acceso a las competencias y nos permitiera hacer cosas y no discutir solo nominalmente.
Había mucha tensión en el ambiente, pero también había ilusión por construir algo nuevo. ¿Esa ilusión permanece después de cuatro décadas?
Aquellos momentos fueron muy duros, no solo desde el punto de vista político, sino desde el punto de vista social, pero también muy ilusionantes porque estaba todo por hacer. Eso es lo que yo más recuerdo de época, de una manera muy positiva. Por entonces estábamos construyendo algo y damos por hecho muchas de las cosas que entonces eran una aspiración y, por eso, no se valoran lo suficiente. Pero sí las valoramos, porque si las perdiéramos no seríamos capaces de vivir.
Desde el punto de vista político hay más crispación, pero hay crispación porque la derecha antes sabía que tenía que contar necesariamente con la oposición para dar credibilidad a la democracia, pero ahora no acaba de pensar eso Además, nos frenaba el temor a la confrontación de la que acabábamos de salir. Los países que se enfrentan entre sí no crecen, no construyen sobre bases sólidas.
¿Cambiaría cosas de l’Estatut d’Autonomia?
Yo hubiera cambiado cosas desde el principio, el problema es que todos queríamos que fuera un estatuto inclusivo, y muchas cosas de las que yo pensaba que tenían que estar no se incluyeron porque el que estaba enfrente tenía una visión diferente. Pero en conjunto, yo creo que fue muy positivo y, a pesar de que cada uno renunciamos a parte de lo que creía necesario, fue un marco legal que nos permitió avanzar, y muchísimo.
De prácticamente no tomar ninguna decisión desde el punto de vista autonómico pasamos a tomar casi todas, y especialmente en todo lo que hace referencia a la atención social. Ahora podemos influir en la educación de futuro, en la capacidad tecnológica de la sociedad valenciana o en el funcionamiento del ascensor social. Yo creo que, visto lo visto, sin duda es un modelo que ha tenido mucho éxito, aunque siempre hay mucho que reformar y mejorar.
La productividad de la Comunitat Valenciana sigue siendo baja, en comparación con otras comunidades autonómas
¿Qué reformaría, cuarenta años después?
Yo creo, cuando nos comparamos con Europa y con otras partes de España, lo que tenemos fundamentalmente es una falta de competitividad en muchos temas. Hacemos peor que otros algunas cosas, aunque es cierto que otras cosas las hacemos mejor. Pero la productividad en la Comunidad Valenciana es baja, comparada con otras comunidades españolas, y eso significa que nosotros tenemos que mejorar nuestra cualificación.
Intentar que superaremos el gap de formación y hacer posible que la investigación tuviera un papel mucho mayor al que tiene ahora y tenía entonces, que está básicamente dirigida por el sector público y en la que el sector privado no participa demasiado. Yo creo que hay que insistir en la necesidad de modernizar nuestra sociedad y hay que procurar legislar para hacer eso posible.
La infrafinanciación ha sido uno de los problemas históricos de la Comunitat Valenciana. ¿Por qué se ha alargado tanto y todavía sigue sin solución?
El tema de las de los recursos es un problema que no viene de la negociación de la autonomía, Es tradicional la falta de inversión del Estado en determinadas comunidades autónomas, antes incluso de que las comunidades autónomas existieran. Y lo es, fundamentalmente, porque hay comunidades donde había habido históricamente una fuerte actividad privada y hay comunidades donde, si no interviene el sector público no habría ningún servicio.
Eso supuso que las comunidades más dinámicas en España tuvieran menos servicios públicos que las comunidades que necesitaba el más de la inversión pública. Como consecuencia, cuando se transfirieron las competencias, el Estado transfirió lo que lo que tenía en cada sitio.
Nuestra comunidad, por ejemplo, tenía muchos menos colegios que Andalucía o que Extremadura porque aquí había mucho más sector privado y allí se transfirió más recursos de los que se transfirió a la Comunitat Valenciana. Había algún mecanismo de compensación, pero insuficiente para igualar a todos. Es un problema que se ha consolidado conforme se han ido transfiriendo competencias. Además, la financiación que tiene cada uno no puede ir a la baja, así que si no hay recursos suficientes para aumentar la dotación de todos, no se puede llegar a un acuerdo.
Estos acuerdos son entre todas las comunidades autónomas, y nadie está dispuesto a perder recursos para que otro gane. La única solución posible es aumentar los recursos y dar más a los que menos tienen y menos a los que ya tienen suficiente. Es una dificultad histórica a la que hay que sumar el tema político, ya que depende de qué partido gobierne en cada comunidad autónoma.
Entonces, ¿España es un Estado egoísta entre comunidades?
Yo creo que la gente en general es generosa, pero la generosidad no es lo que se premia por los ciudadanos cuando se vota. La autonomía se ha constituido desde la perspectiva de que si uno protesta, si uno no está pidiendo permanente Madrid, no es buen presidente autonómico. Y esa es una situación marcada fundamentalmente porque las dos comunidades autónomas que iniciaron esto fueron dos comunidades nacionalistas, donde su compromiso era pedir cada vez más. La gente ha pensado que ese era el modo de ser autonómico y no el estar en disposición de crecer y de ayudar a los demás.
Al inicio de la Transición, los medios de comunicación llevaban muchos años sufriendo censura o, directamente, sin poder emitir informativos -como ocurrió con Radio Valencia-. ¿Qué papel tuvieron en el nacimiento de la democracia una vez acabó la dictadura?
Hay medios escritos que están directamente asociados al nacimiento de la democracia, porque fueron un impulso fundamental y hay otros medios que en su empuje hacia la democracia desaparecieron, porque en esos se cebo el régimen anterior. El Estado tenía al menos un periódico en cada capital de provincia y eran pura propaganda del régimen, pero sus profesionales también sufrieron una gran transformación porque iban abriendo puertas hacia la democracia y empujaban, porque toda la sociedad empujaba hacia la democracia, de forma que, aunque el régimen controlara esos medios, eso se le iba escapando poco a poco de las manos.
La televisión fue muy difícil de mejorar, porque solo había un canal absolutamente controlado con el régimen. Pero en cambio la radio sí. Tanto la radio oficial, que era Radio Nacional, en la que sus profesionales desbordaron claramente el régimen, como las radios privadas, que apostaron claramente por la apertura indispensable para la supervivencia del medio y de la sociedad entera. Hubo un impulso muy claro y, en aquel entonces, la SER jugó un gran papel, un papel muy importante.
En el caso concreto de València, yo recuerdo en aquellos años a Vicente Garrido, un gran profesional de la radio y una magnífica voz que nos iba entrevistando y dando a conocer a lo que entonces éramos oposición o directamente no éramos nada. Y no había mejor profesional probablemente que Juan Mascarell, persiguiendo a todos los políticos y sacando adelante todo el proceso de dar a conocer las diversas opiniones, de forma muy plural y comprometida con la democracia. El compromiso de los medios con la democracia fue espectacular y seguramente no le hemos agradecido suficiente aquel papel.
Todo este proceso de consolidación de la democracia podría haberse truncado si hubiera tenido éxito el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. ¿Creyó en algún momento que eso pasaría?
Precisamente yo era diputado y estaba en ese pleno del 23 de febrero en el Congreso de los Diputados. Estábamos votando la investidura del nuevo candidato a presidente de Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, y en el inicio de la votación entraron en el Congreso. En aquel momento no fue miedo lo que sentí.
Sentí vergüenza, porque después de todo el impulso de tanta gente que había conseguido traer el régimen democrático a España, que teníamos una nueva Constitución, que las cosas se decidían debatiendo y diciendo las cosas que cada uno quería decir. Después de conseguir libertad, de convertirnos en un ejemplo para todo el mundo por una transición que había transcurrido pacíficamente, cosa que no ocurre con facilidad, toda esa imagen, ese potencial que teníamos, lo íbamos a perder por culpa de unos mamarrachos que iban a estropear el proyecto de millones de españoles que estaban por mejorar su situación. Afortunadamente no fue así.
Y después de ese 23F, ¿ha vuelto a sentir vergüenza como político?
Hay actos que producen vergüenza, porque a veces siempre que se ve al que tiene una opinión distinta de ti como enemigo y no como adversario, con el que se puede discutir y negociar. Y algunas actitudes de este tipo, de confrontar permanentemente sin ninguna necesidad y pudiendo llegar a acuerdos, eso me produce más qué vergüenza, tristeza.
Adrián Sánchez
Redactor de informativos en Radio Valencia y editor de Hora 14 Comunitat Valenciana los fines de semana....