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La València olvidada

Lucía Sánchez, la periodista, poeta y anarcosindicalista que militó en Mujeres Libres

Emancipar a la mujer de la triple esclavitud a la que estaba sometida (de mujer, de ignorante y de productora) fue el objetivo principal de la lucha de este movimiento feminista y antifascista

La València olvidada. Lucía Sánchez, poeta y anarcosindicalista de Mujeres Libres

La València olvidada. Lucía Sánchez, poeta y anarcosindicalista de Mujeres Libres

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Valencia

En la Calle de la Paz de la ciudad de València se encontraba, durante la Guerra Civil, la sede de Mujeres Libres, una organización anarquista de mujeres que tuvo un enorme protagonismo. Esta agrupación era muy numerosa y conocida, pues consiguieron entre 28.000 y 40.000 afiliadas y unas 170 agrupaciones por todo el territorio. Mujeres Libres nació en Madrid durante la primavera de 1936, con la aparición de su revista homónima. Las libertarias Lucía Sánchez Saornil, Amparo Poch y Mercedes Comaposada fueron sus principales impulsoras.

Y de Lucía y de su tarea en Mujeres Libres vamos a hablar hoy. Lucía nació durante el año 1895 en Madrid, en el seno de una familia humilde. Fue periodista, telefonista, poeta y anarcosindicalista, pues se afilió al sindicato anarquista la CNT ya en la década de 1920. Cuando estalló la Guerra Civil participó en la lucha antifascista, actuó como cronista de guerra y también colaboró en las primeras colectividades campesinas y obreras. Se trasladó a Valencia en 1937 y organizó el acto de fundación oficial de Mujeres Libres.

La Federación Nacional se creó hace ochenta y cinco años en València en su primer congreso, entre el 20 y el 22 de agosto de 1937, en el número 25 de la Calle de la Paz. Como acto de clausura del Primer Congreso Nacional, se celebró un mitin en el teatro Apolo de Valencia que contó con la participación de Federica Montseny, primera mujer ministra de la historia del Estado español, quien declaró: “A la Federación Mujeres Libres le toca cumplir una gran labor revolucionaria”.

Las finalidades de la organización eran: emancipar a la mujer de la triple esclavitud a la que estaba sometida (de mujer, de ignorante y de productora). Y crear un colectivo consciente y responsable que actuara como vanguardia de la revolución (siempre en relación con el resto del movimiento libertario), así como combatir la ignorancia a la que las mujeres estaban subordinadas. Evidentemente, formaban parte de la causa antifascista durante la guerra.

La historiadora Carme Bernat, frente al número 25 de la calle de La Paz, en València,donde se encontraba, durante la Guerra Civil, la sede de Mujeres Libres.

La historiadora Carme Bernat, frente al número 25 de la calle de La Paz, en València,donde se encontraba, durante la Guerra Civil, la sede de Mujeres Libres. / Cadena Ser

En este sentido, realizaban múltiples trabajos para la capacitación femenina en la dirección emancipatoria, además de las actividades de retaguardia, que cobraron una gran importancia por la coyuntura bélica.

Organizaron numerosos cursos que trataban desde la alfabetización de las mujeres hasta su capacitación profesional (enfermería, puericultura, taquigrafía, mecanografía, comercio, avicultura, mecánica, electricidad, formación social, defensa pasiva y cultura general).

El programa de actividades culturales también fue amplio, organizando exposiciones, bibliotecas ambulantes, conferencias informativas y participación en programas radiofónicos, como nosotras ahora mismo. En el ámbito laboral crearon bolsas de trabajo femenino y colaboraron en la apertura y la gestión de casas de maternidad.

Y también promovieron otras iniciativas como el primer anteproyecto de ley del aborto de ámbito estatal o los liberatorios de prostitución, que fueron asumidas por el Ministerio de Sanidad gestionado por Federica Montseny.

Pero el funcionamiento de Mujeres Libres se truncó con la victoria franquista en la Guerra Civil. Durante el mes de febrero de 1939, las militantes más implicadas salieron al exilio, dispersándose por diferentes zonas de Francia y Latinoamérica. Nuestra protagonista, Lucía Sánchez Saornil, se exilió a París pero volvió a València y vivió clandestinamente, durante casi treinta años, hasta su muerte.

Soledad Estorach, una de las integrantes, escribió un poema sobre la derrota en el que decía: “Nuestras alas truncadas, pero alas al fin, son un tesoro inapreciable. Con ellas, hasta en la noche hay luz. La desgracia hubiera sido haberlas perdido. O no haberlas tenido nunca”.

En València, Mujeres Libres tenía cuatro edificios destinados a las diferentes actividades. Evidentemente necesitaba muchos locales porque aglutinaba a 31 agrupaciones locales en todo el País Valenciano. Y solo en nuestra ciudad tenía a más de 5.000 militantes.

La sede estaba en la Calle de la Paz. Ahí crearon una escuela de capacitación femenina, donde enseñaban cultura general a mujeres trabajadoras y analfabetas. Y también coordinaban las tareas asistenciales con el frente bélico. Además, crearon aquí también una bolsa de trabajo y una guardería para hijos e hijas de familias trabajadoras.

Evidentemente era un sitio importante porque era la sede de la agrupación local de València, pero también de la Federación Regional de Levante e incluso de la Federación Nacional, cuando Valencia fue capital de la República.

A parte de este local, tenían la Casa de la Cultura (un poco más adelante, en la Calle Lluís Vives número 7), donde impartían cursos de especialización laboral. Y también el Instituto de Mujeres Libres, junto enfrente de dónde estamos (al otro lado de la calle). Allí desarrollaban un extenso plan de clases de capacitación para mujeres u también celebraron actos y dieron conferencias.

Lo que más destaca de Mujeres Libres es su voluntad cultural y educativa en un escenario muy muy complejo. Por cierto, recordemos que el nivel de analfabetismo en la década de 1930 era terrible: un 62,3 por ciento de las mujeres en el País Valenciano no sabían leer ni escribir. Es decir, dos de cada tres mujeres eran analfabetas. Por eso las iniciativas de Mujeres Libres eran tan importantes.

A pesar de la breve experiencia de la organización, Mujeres Libres anticipó hace 80 años algunos debates de actualidad. Algunas posturas de la polémica sobre la maternidad subrogada, aspecto tan discutido en el presente, se relacionan con la apuesta de Mujeres Libres por la maternidad consciente.

La cuestión sobre la situación de los hijos e hijas en familias donde los padres ejercen violencia machista, visibilizada en casos como el de Juana Rivas, también nos muestra los puentes del feminismo actual con Mujeres Libres.

Estas anarquistas consideraban que el entusiasmo y pureza natural en los niños y niñas debía mantenerse ante todo, protegiendo una niñez digna frente a las denominadas contaminaciones exteriores como la Guerra Civil que ellas vivieron o la violencia machista que ahora se debate.

Por lo tanto, los feminismos actuales hunden sus raíces en corrientes de emancipación femenina ya presentes desde finales del siglo XIX, como hemos visto en otros capítulos de La València Olvidada. Los antecedentes de los feminismos del presente no se encuentran solo en conocido sufragismo o demanda del voto femenino. O en mujeres famosas como Clara Campoamor. En el caso del Estado español, el feminismo histórico fue en gran medida de carácter obrero y estuvo estrechamente ligado a culturas políticas socialistas.

Una parte importante de las reivindicaciones feministas que provocaron incomprensión o rechazo hace ochenta años, han sido asumidas en la actualidad. Quienes trabajaron en Mujeres Libres lucharon duramente por la emancipación femenina, sufriendo a continuación la represión franquista. Por todo ello, es necesario recordar, agradecer y difundir los esfuerzos de grupos como Mujeres Libres por crear un mundo nuevo. La memoria histórica ha de ser también memoria feminista.

*Texto de Carme Bernat, Doctoranda en el Departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universitat de València. Bernat pertenece al Institut d'Estudis de la Dona de la Univeristat.

 
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