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Unamuno, ante la justicia de València

Francisco Pérez Puche nos cuenta en La València Olvidada por qué fue juzgado don Miguel de Unamuno en lo que ahora es el Palau de la Generalitat

La València Olvidada - Francisco Pérez Puche - Unamuno, ante la justicia

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València

Estamos a las puertas del Palau de la Generalitat aunque hay que advertir de que el túnel del tiempo nos ha llevado hasta septiembre de 1920 y que el edificio histórico no tiene que ver con el uso que ahora le damos, sino que es el palacio de Justicia, la sede de la Audiencia Provincial, que hoy va a juzgar, ante la expectación de muchos informadores, a un personaje singular, don Miguel de Unamuno y Jugo, famoso catedrático de la Universidad de Salamanca, pensador, ensayista, novelista, poeta y permanente agitador intelectual en el campo del republicanismo.

Unamuno va a ser juzgado por escribir en favor de la República y escribir sobre todo contra la monarquía en general y contra el rey don Alfonso en particular. Por eso la sala de vacaciones de la Audiencia de Valencia ha reunido tres denuncias que tiene contra él, por los artículos que publica en El Liberal de Madrid. Y por esa razón el personaje que ahora vemos llegar, un caballero vestido de negro, de 56 años, un poco encorvado y casi siempre de muy mal humor, va a comparecer ante el tribunal. Que se teme que sea muy severo con sus artículos a la hora de calificar el presunto delito de injurias al rey.

En la Sala Dorada

La vista se celebró en la Sala Dorada de la Generalitat, que es donde el presidente Puig recibe a las visitas más solemnes. La Audiencia, como ya hemos dicho, estaba ubicada desde hacía muchos años en la Generalitat y en vez de los elegantes sofás que ahora luce lo que tenía es un estrado para los magistrados y un banquillo para los reos, donde se sentó Unamuno con su abogado valenciano, Antonio Cortina. El filósofo, a preguntas de los magistrados, se limitó a decir que nunca tuvo intención de molestar a nadie el emitir juicios que consideraba verídicos. No hubo prueba testifical, por renuncia de las partes, y el asunto quedó visto para sentencia.

16 años de prisión

De uno de los tres delitos don Miguel quedó exonerado por falta de pruebas. Pero por cada uno de los otros dos le condenaron a ocho años de prisión, que sumados fueron dieciséis años, más sendas multas de 500 pesetas.

Sin embargo, Unamuno no cumplió esa condena. Don Miguel, que en su vida padeció mucho por su intensa fe republicana, sufrió en 1924 la pena de destierro en Fuerteventura y después, cuando fue indultado, se exilió voluntariamente a Paris, de donde regresó en 1930, cuando cayó la Dictadura de Primo de Rivera. Pero estas dos condenas valencianas no llegaron a hacerse efectivas nunca.

Lo que hizo don Miguel es aprovechar ese viaje para hacer sus bolos. Para dar conferencias de alta intensidad intelectual, cívica, filosófica y política. Que no todos entendían, pero que eran seguidas por verdaderas multitudes. Así es que en 1920 cumplió con el compromiso que tenía establecido y fue mantenedor de los juegos florales de las fiestas patronales que Sueca dedica estos días a la Virgen de la Salud. El día 15 de septiembre, con el teatro Serrano de Sueca a reventar de público, y de calor, don Miguel dio un discurso complejo, intrincado como todo lo suyo, y construido en torno a las tres ideas clave de los Juegos Florales: Fe, Patria y Amor.

La "Matria"

Ese discurso no se dedicó a la belleza de la Reina de las fiestas sino que Unamuno dejó a todos perplejos diciendo que en vez de Patria habría que hablar de MATRIA. Y que la palabra se debía pronunciar con el amor emotivo que hablamos de la madre. Por resumir, para don Miguel, "el lema Patria debemos convertirlo en Tierra; la Fe, en Ciencia; y el Amor en Trabajo". Siempre complejo y contradictorio, el hombre que dijo "Que inventen ellos", pedía amor tener fe en la ciencia, amar al trabajo y hacer de la tierra la Patria. Eran los tres ejes de su camino de reconstrucción, de regeneración moral e intelectual de España.

El eco de su discurso en la prensa

El diario republicano El Pueblo, dirigido por Félix Azzati se ocupó largo y tendido, más que de la conferencia, de la sentencia condenatoria, que calificó con muy duros términos. Pero los demás periódicos apenas dieron gacetillas y reseñas en las que decían que Unamuno era difícil de entender o incluso que él mismo no se entendía en su discurso.

Hay que pensar que en esta época Miguel de Unamuno era un gran propagandista republicano y que Valencia, feudo de Blasco Ibáñez, tenía miles de electores republicanos. De modo que venía con frecuencia y en 1922, ahora hace 100 años, regresó para montar de nuevo, sin querer, otro escándalo. En este caso vino a dar una conferencia en el Ateneo Científico. Pero cuando llegó, acompañado de Azzati, el local estaba lleno al completo, desde la sala destinada a la charla hasta los pasillos, escaleras y vestíbulo. De modo que Azzati propuso usar la Casa de la Democracia, que estaba en Alfredo Calderón, 12, o sea en la calle de Correos, donde se trasladó el conferenciante, con todos sus discípulos, hasta llenar el local.

El maestro de las pajaritas de papel, en este caso, tuvo que ser elevado sobre una mesa de billar para que su figura delgada, su barba blanca, sus espejuelos redondos, destacaran sobre la gran masa de seguidores. Y como siempre, habló sin notas y lo hizo, como él decía, sobre Esto y sobre Aquello. No tenía un tema fijo ni una línea argumental. Empezó dando explicaciones de una visita que había hecho al rey. Bueno, a don Alfonso de Borbón, como él decía. Pero después de divagar sobre la necesidad de explicar ese encuentro, que había sido muy llamativo en la prensa de Madrid, don Miguel se puso a hablar de política. Para explicar que Política viene de Polis, o sea de Ciudad, y remontarse a las ciudades de Mesopotamia, a Grecia y Roma, en busca del concepto puro del hombre que, inserto en su ciudad, debe ocuparse de lo que ocurre en ella y hacer política.

Como se puede comprobar, filosofía, lecciones admirables aunque difíciles, llenas de detalles chocantes destinados a despertar el interés. Era lo que hoy llamaríamos un máster, dedicado en este caso a las ciudades en una conferencia que algunos periódicos dijeron no entender y otros rechazaron con duras críticas. No hay que explicar que para Las Provincias fue una charla contradictoria y errónea y que para el republicano El Pueblo fue una lección magistral.

Ese día, los admiradores le acompañaron hasta el hotel y el siguió su peregrinar para dar una conferencia, el 8 de septiembre, en Xàtiva. Donde se repitieron escenas similares, con admiración, asombro, entusiasmo y también gestos de no entender mucho pero tener la fe puesta en un porvenir donde la República se mitificaba porque se supone que tenía que ser un bálsamo que lo iba a curar todo. Aunque don Miguel, siempre lleno de contradicciones, advertía sobre esas medicinas que lo curan todo y dijo que había que tener paciencia y esperar

TEXTO: FRANCISCO PÉREZ PUCHE

 
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