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La València Olvidada: El asalto a la sucursal del Banco de España del siglo XIX

César Guardeño nos cuenta el atraco de película que se vivió en la ciudad la noche del 17 de abril de 1871

La València Olvidada: El asalto a la sucursal del Banco de España del siglo XIX

La València Olvidada: El asalto a la sucursal del Banco de España del siglo XIX

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València

La historia que nos trae donde estamos, a la conocida como plaza de los Patos, la de Sant Vicent Ferrer, es una historia de película. No sé si habrá inspirado a Daniel Calparsoro, que llevó a Luis Tosar y Raúl Arévalo a protagonizar aquella peli en la que asaltaban el Banco de Valencia, pero estamos podría pareceder el guion de una película o una serie.

Nos tenemos que situar a las nueve de la noche del 17 de abril de 1871, en la plaza que se llamaba de la Congregación, hoy de San Vicente Ferrer, a mitad de la calle del Mar, donde se encontraría la sucursal del Banco de España en Valencia.

Una banda de diez 'roders' (que por cierto es una marca de ginebra hecha en La Safor) de La Safor y La Marina planearon el histórico asalto a la cámara de la caja en la sucursal del Banco de España en Valencia. Para ello, eligieron la festividad de San Vicente Ferrer, porque los asaltantes quisieron aprovechar el ruido que había en las calles y la distracción de la fiesta para así actuar con mayor tranquilidad.

Un asalto peligroso y una galería subterránea

Fue un asalto también peligroso. Lo tuvo que planificar alguien con conocimientos técnicos, un ingeniero, y comenzó a prepararse 51 días antes, cuando alquilaron una planta baja de la entonces plaza de las Barcas, hoy Pintor Sorolla, desde donde excavaron una galería hasta el Vall Vell o Vall Cobert que circulaba en paralelo, hasta ese punto, con la acequia de Rovella.

Por este Vall siguieron con la calle de las Barcas hasta la calle de la Nau, donde está la Universitat de València Estudi General, en dirección a la calle Comedias y desde allí a la plaza de Sant Vicent Ferrer, antigua de la Congregación, llegando pues a las proximidades del banco y excavando desde allí otra galería hasta colocarse debajo de la cámara de la caja. Perforaron un metro de hormigón y levantaron el suelo para poder entrar en la cámara del tesoro.

Los hermanos Seguí

Los hermanos Seguí, tres bandoleros de Gaianes (Sierra de Benicadell, al norte de la comarca del Comtat de Cocentaina, Alicante) que formaron parte de las cuadrillas más peligrosas.

Podemos considerar que estos hermanos serían tres de los roders de más entidad de todo el siglo XIX. Nacidos en Gaianes, una localidad que a mediados del XIX tenía 115 casas, incluida la prisión, eran seis hermanos: tres chicas (María, Teresa y Generosa) y tres hijos, los tres delincuentes. El mayor de ellos, Josep-Ramon, el Zurdet, fue bautizado el 7 de enero de 1843; el segundo, Camil, nació el 25 de enero de 1845; y el tercero, Enric, nació el 4 de noviembre de 1849.

Estos tres hermanos cometieron sus crímenes casi al mismo tiempo que los James en Estados Unidos, algunos de ellos igual de espectaculares, y en un contexto similar. En el caso de los James y los Younger, que conformaron la banda más peligrosa del Far West, sus asaltos y atracos se produjeron entre 1866 y 1876, durante la reconstrucción de Estados Unidos tras la Guerra de Secesión (1861-1865).

De todas las andanzas de los Seguí, la más impresionante sin duda fue el robo del Banco de España, una operación digna de ladrones contemporáneos que idearon Josep Ramon y Enric, y en la que intervino al menos una decena de personas, pero en la que curiosamente no tomó parte el más famoso bandolero de los tres, Camil, que estaba entonces encarcelado en Cartagena. Un plan casi perfect

¿Qué falló?

Los pequeños detalles, que muchas veces son los más importantes. Lo primero es que en el Banco de España ya tenían indicios de que iban a asaltar una de sus sedes, sin saber exactamente cuál. Pero lo que realmente puso en alerta al director de la sucursal en Valencia, Manuel Ciudad, lo que despertó sus recelos fueron unos golpes subterráneos que un vecino oyó casualmente una noche de febrero cerca del banco. Tras tener noticia de esos misteriosos golpes nocturnos que venían del subsuelo, Manuel Ciudad lo comprobó en persona la noche del 27 de febrero y no dudó. En su mente todo tuvo sentido. Discretamente se reunió al día siguiente con el gobernador civil de la provincia y le transmitió sus sospechas. A partir de entonces y durante los 49 días siguientes, la Guardia Civil apostó un dispositivo permanente de vigilancia dentro del banco. Los Seguí y sus compañeros no lo sabían, pero cada palada de tierra, cada martillazo, cada metro de túnel ganado era un metro que perdían de libertad.

Lo que sucedió la noche de autos

Nos trasladamos a las nueve de la noche del 17 de abril, a esa festividad de Sant Vicent Ferrer. Los Seguí y sus compañeros querían aprovechar el ruido de los actos festivos que se iban a celebrar en la plaza para actuar con tranquilidad en el interior del banco. De hecho, los dos primeros ladrones que accedieron pensaban que estaban completamente solos. No sabían lo que les esperaba. Cogieron las dos primeras sacas y las arrojaron al interior del túnel. La voz de uno de los compañeros les dijo que eran monedas pequeñas y que volvieran a por más. Pero un ruido les hizo huir. La Guardia Civil seguía en sus puestos, esperando, por si los ladrones volvían. Y así fue. Paso media hora y dos de los ladrones volvieron, ayudados de una linterna cubierta por una manta. Se dirigieron a la caja y comenzaron a coger cajones de madera con duros de plata, hasta tres con 9.000 duros en total. No pudieron llevarse más porque una voz gritó:

–¡Alto a la Guardia Civil!

Y se desató un auténtico pandemonio, tiros, bayonetazos, una lucha terrible y mucha confusión, según cuenta la prensa de la época. Uno de los ladrones, pese a estar malherido consiguió escapar. El otro, Josep Torregrossa Borràs, de Piles, fue detenido moribundo, con 21 heridas, quince de bayoneta y seis de arma de fuego.

¿Qué pasó?

Fue el detenido y malherido Torregrossa quien declaró y confesó todo. Gracias a ello el inspector Juaneda, encargado del caso, localizó la casa de los asaltantes en la Plaza de las Barcas. Se presentaron en la casa sin encontrar ninguna persona y en el registró solo se encontró una estantería de madera pintada. Había también restos de ropa sucia y mojada de los ladrones (siete camisas y siete pantalones, es decir, la banda la componían al menos ocho ladrones) y algunas sacas de dinero. No serían las únicas. En las horas siguientes, tras hacer un recorrido con el arquitecto municipal por los túneles, descubrirían que los ladrones se habían dejado atrás buena parte del botín. Un botín bastante escaso pues solo se llevaron 4.000 duros de plata, que pesaban unos 100 kilos.

En las horas posteriores al suceso se detuvo a Rafael Cerdà Tomàs, del que se sospechaba que era el ingeniero del túnel y a dos cómplices que quedaron libres sin cargos. Mediado junio Josep Ramon Seguí se entregaba a la Justicia y en julio fue atrapado su hermano Enric en Xàtiva. También fueron interrogados los otros cuatro miembros de la banda: Salvador Baiona Marí, Josep Vidal Mas, Frances Mas Martí y Santiago Vidal Pérez. Al final, de los ocho miembros reconocidos de la banda, sólo uno fue condenado, el que fue detenido en el banco, Torregrossa, quien fue encarcelado en Palma y finalmente se escapó de presidio, con gran escándalo de la prensa de la época. Continuó delinquiendo hasta que en noviembre de 1876 fue detenido en Orense y devuelto a Valencia. Fue conducido entonces a las Torres de Serranos y nunca más se supo de él.

La historia de los Seguí y de la banda no terminó nada bien. Fueron cayendo uno detrás de otro… pero esa es ya otra historia.

TEXTO: CÉSAR GUARDEÑO

 
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