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La València Olvidada: brujas y hechiceras en vísperas de Todos los Santos

César Guardeño rescata del olvido la historia de la hechicera Esperança Badia y nos explica cómo eran sus conjuros

La València Olvidada: brujas y hechiceras en vísperas de Todos los Santos

La València Olvidada: brujas y hechiceras en vísperas de Todos los Santos

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València

En vísperas del día de Todos los Santos, de la Víspera de Todos los Santos, de Halloween, Noche de Brujas, Vispera de Difuntos, y las diferentes maneras que existen de celebrar tanto el 31 de octubre como el 1 de noviembre, nos vamos a la calle de Bruixes, o la calle Angosta o Estret de l’Almodí.

Una tradición pagana

Aunque frecuentemente se asocia con una celebración propia de los EEUU, realmente hablamos de una tradición pagana que se celebraba a finales de octubre y que se remonta a los antiguos pueblos celtas, que solían realizar una gran ceremonia para conmemorar el final de la cosecha.

Una festividad, cuyo nombre en gaélico era "Samhain" (el final del verano), marcaba el momento en que los días se iban haciendo más cortos y las noches más largas. Los celtas, al igual que otras muchas culturas prehispánicas, creían que en "Samhain" los espíritus de los muertos regresaban a visitar el mundo de los vivos.

Su año finalizaba el 31 de octubre, en el otoño, cuando caían las hojas de los árboles. Para los celtas este momento del año significaba el fin de la muerte o iniciación de una nueva vida.

La costumbre era dejar comida y dulces a la puerta de sus casas, a modo de ofrenda. También era común encender velas para ayudar a las almas de los muertos a encontrar el camino hacia la luz y el descanso eterno junto a Lugh, una de las más destacadas divinidades celtas que era maestro de todas las artes y habilidades.

Al igual que con otras fiestas paganas, fue asumida por otras culturas y cristianizada. A partir de este momento empezó a llamarse "La Víspera de Todos los Santos". Y su traducción en inglés no es otra que la de "All Hallow´s Eve", de donde surgió la palabra «Halloween».

La calle Angosta o Estret de l’Almodí

En 1395 se le llamaba Estret de l’Almodí, un callejón estrecho junto al muro norte del Almodí, pero seguramente, debido a que era una calle estrecha y con mala iluminación, e incluso sin ella, estando completamente a oscuras, se le llamó el carrer de les Bruixes. Hablamos, claro está, antes de la llegada de la iluminación de las calles, bien con gas, bien con electricidad, a mediados del siglo XIX. Una calle, además, que estuvo cerrada al público hasta el año 1862, con dos puertas en cada uno de sus extremos.

Brujas, hechiceras, adivinadoras...

Aprovechando este rincón tan recóndito, estrecho y oscuro de València hablamos de brujas, hechiceras, adivinadoras, curanderas y sanadoras… fetilleres. Brujas valencianas, que quizás vivieron en esta calle o se reunían en secreto para preparar su magia, sus hechizos y sus pociones amorosas.

La “bruja” o hechicera que podríamos encontrar en la Valencia del siglo XVII, después de la expulsión de los moriscos en 1609, era la del tipo celestina. A ellas acudían las mujeres que no habían encontrado el amor, que no tenían fortuna con los hombres, para que estas les hicieran filtros o pócimas de amor para, con ellos, engatusar y enamorar a su hombre deseado.

Esperança Badía

Esperança Badía fue una hechicera nacida en Amposta y condenada por la Inquisición en el año 1655, tras dos años de proceso. Realmente es una historia muy triste, pues se quedó huérfana a los 3 años. Su padre era francés y su madre de Tortosa. Cuando quedó huérfana se quedó con su tío, quien la casó con 13 años con un librero francés que se llamaba Francesc Mayner, que la dejó embarazada y al poco tiempo la abandonó y la dejó de nuevo con sus tíos. Nunca más supo de él, si seguía vivo o ya había muerto.

Tras esto se vino para Valencia para criar los niños en diferentes casas. Se enamoró de Andrés Berenguer, un próspero agricultor y acudió por primera vez a un grupo de brujas y hechiceras muy activas en la ciudad para que le hicieran un filtro con el que conseguir a su amado.

El hechizo no funcionó, puesto que seguía casada todavía con el librero, y al verse sola, con su hija, decidió unirse a quienes había recurrido para conseguir el amor. Con el tiempo, Esperança Badía consiguió ser una de las fetilleres más activas de aquel aquelarre, que no solo se dedicaban a la práctica de hechizos y conjuros amatorios, y otro tipo de magia, sino también a la asistencia de parturientas y personas que no podían permitirse un médico, entre otros motivos.

¿Cómo eran esos hechizos?

Estos conjuros o hechizos se pronuncian casi siempre mientras se echa al fuego un puñado de sal o se pone a hervir algún recipiente. El color de la llamarada sirve como base para la predicción.

Un ejemplo: Yo te conjuro, con doña María de Padilla y toda su cuadrilla, con el marqués de Villena y toda su gente.

Lo pronunciaban mientras sostenía un rosario en la mano que servía para deducir la respuesta. Si se movía, era señal de que surtiría buen efecto.

Esperança Badía, por ejemplo, enumeraba las almas de los seres desesperados por causas amorosas: Vecino y compadre, Gran Señor de la Calle, yo te conjuro con tres almas de mocitos enamorados, con tres almas desesperadas, con el alma de doña María de Padilla, con toda su cuadrilla.

Muy famosa en la época doña María de Padilla, que fue una noble muy famosa por sus amores con el rey Pedro I de Castilla.

Un final trágico

Desafortunadamente, estas historias no solían acabar bien. Envidias, riñas, traiciones… Esperança Badía fue denunciada por su amiga y clienta, Esperança Coll, la cual acudió a la primera en busca de un hechizo para conseguir el amor de un hombre.

Y con su denuncia, terminó el anonimato del aquelarre de hechiceras, desencadenando más denuncias y arrestos por celos y personas que amaban al mismo hombre.

Después de la denuncia de Esperança Coll, fueron saliendo más nombre y fueron procesados cerca de 40 reos por prácticas amatorias y otros motivos relacionados con la magia, de los cuales 31 eran mujeres. Muchas de estas hechiceras fueron castigadas con 100 azotes, algunas de ellas con 200 (100 en privado y otros 100 público en una plaza concurrida), además de ser expulsadas de Valencia, como en el caso de Esperança Badía, que fue desterrada durante 5 años.

 
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