Opinión
La Columna

Territorio Comanche

Javier Llopis, periodista

La Columna Javier Llopis (28/11/2022)

La Columna Javier Llopis (28/11/2022)

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Alcoy

Aunque aquí en Alcoy casi ni nos hemos enterado, conviene recordar que a lo largo de este mes de noviembre la ciudad de Alicante ha albergado dos importantes manifestaciones, convocadas para exigirle al Gobierno central mayores inversiones en la provincia. Tras constatarse que esta demarcación territorial ocupaba el último puesto en el ranking presupuestario nacional, líderes empresariales, políticos, sindicales y económicos se unieron en una movilización cuyo seguimiento mediático y cuya lista de personajes ilustres superaban con mucho su tirón ciudadano real, ya que en ambas citas la participación de eso que se ha dado en llamar la gente de a pie fue más bien exigua.

Antes de producirse estos actos de protesta, los medios de comunicación provinciales se convirtieron en un continuado memorial de agravios. Dirigentes empresariales y líderes políticos describían un paisaje apocalíptico con todos los proyectos alicantinos que se han quedado fuera de las previsiones inversoras del  Estado central. Tras revisar todas estas intervenciones llenas de indignación patriótica, una cosa me llamó poderosamente la atención: la práctica totalidad de las acciones paralizadas por falta de dinero se concentraban en un pequeño círculo geográfico situado en la capital de la provincia y en menor medida, en la zona de Elche.

En las denuncias y en los discursos no se hacía ni una referencia al tren Alcoy-Xàtiva. No se pronunciaba ni una palabra sobre la reactivación de la conexión  ferroviaria entre Gandia y Denia. Y tampoco se hablaba en ningún momento de la urgente necesidad de reformar el tramo de autovía de Madrid que discurre por la zona del Vinalopó. La lista de olvidos es interminable y tras ella se esconde el extrañísimo concepto de la provincia que tienen nuestras clases dirigentes.

Tipos a los que se les llena la boca criticando el centralismo de Madrid y de València no tienen inconveniente en reducir el ámbito de los intereses alicantinos a una estrecha franja de territorio que apenas supera la raya del término municipal de la capital. Hay unas élites consolidadas que llevan siglos viviendo cojonudamente de espaldas a la periferia, conscientes de que las batallas políticas y económicas se ganan y se pierden en las inmediaciones del Postiguet. Para esta aristocracia del alicantinismo profesional, el resto de la provincia es un Territorio Comanche poblado por ciudadanos de segunda al que se acude cada cuatro años en busca de votos y que no se merece ni una mísera pancarta en una mísera manifestación.

 
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