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Corrupción en La Lonja

En La València Olvidada César Guardeño nos cuenta el primer caso de corrupción documentado que ocurrió durante el siglo de oro valenciano

En La València Olvidada César Guardeño nos cuenta el primer caso de corrupción documentado que ocurrió durante el siglo de oro valenciano

En La València Olvidada César Guardeño nos cuenta el primer caso de corrupción documentado que ocurrió durante el siglo de oro valenciano

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València

¿Recordáis la famosa serie de los años 80 “Corrupción en Miami? ¿O la cantidad inmensa de casos como la Gurtel, Azud, Taula, etc. que en los últimos años se han destapado? Pues hoy traigo una historia de corrupción, pero en Valencia, en la Lonja de los Mercaderes. Vamos a hablar de “Corrupción en la Lonja”, en nuestro edificio más valioso, Patrimonio de la Humanidad UNESCO.

Es un caso que investigó el profesor y Catedrático de Historia de la Universitat de València, Juan Vicente Garcia Marsilla, y que pone sobre la mesa uno de los primeros casos documentados, en el Archivo Histórico de València, que nos habla de corrupción a finales del siglo XV, durante el siglo de oro valenciano. Y como ya ha pasado en tantas ocasiones, salpica de lleno a la construcción de las grandes obras públicas, que siempre dan pie a todo tipo de sobrecostes, despilfarro y corruptelas varias.

Esta historia arranca en 1482, cuando se decidió comenzar la construcción de una nueva Lonja, “molt bella, magnífica e suntuosa”, en sustitución de la antigua, que ocuparía una parte de lo que hoy en día es la plaza del Doctor Collado.

Y para ello se creó un nuevo organismo municipal que sería el encargado estos gastos de construcción. Así que el Consell Municipal creo una especie de institución dentro de la institución para gestionarlo todo. Este organismo se llamó “L’obra de la Llotja Nova” y para su financiación se aprobó un nuevo tributo, “el diner de la llotja”, un impuesto indirecto municipal que gravaba la compraventa de una amplia gama de productos y mercancías dentro de la ciudad.

Y al frente de esta nueva institución municipal aparece nuestro protagonista de hoy, Pere Çacruilla, que pasó a ser el administrador de la fábrica de la Llotja. Un ciudadano de buena reputación, puesto que había sido hasta entonces el lugarteniente del Racional, que era el auditor de las cuentas municipales, además de ser Jurat entre los años 1485 y 1486.

Las funciones del administrador de esta institución

Fijénse si era importante, que el propio Consell Municipal le encargó evaluar económicamente, junto al maestro de obras Francesc Biulaygua, el precio de las más de treinta casas expropiadas en el solar que hoy ocupa la Lonja de los Mercaderes.

También recibió el encargo de pagar, de ese tributo de “el diner de la Llotja”, otros gastos como la construcción del edificio del recién creado Estudi General, la obra del Hospital de la Reina o la construcción de una flota para defender la ciudad del ataque de los piratas.

Entre todo esto, estaba manejando más de 100.000 sueldos, lo que equivaldría a alrededor de un 5% de los ingresos anuales del municipio. Una cantidad enorme con la que se podían pagar casi cien casas.

Y apenas medio año después de haber empezado la construcción de la Llotja, ya en 1483, el Consell Municipal dio permiso a Çacruilla para emitir su propia deuda pública con cargo a la administración de la lonja, independiente de la que emitía el municipio. La alta sociedad valenciana empezó a comprar censales, a cambio de un préstamo, recibiendo una renta fija en monedas, de más de un 6% todos los años. Un buen negocio

Çacruilla manejaba dinero

Además, con todo ese dinero debía pagar diariamente a los maestros de obra, Pere Compte y Joan Ivarra, y a sus respectivas cuadrillas. También se abonaba a los proveedores toda la piedra, cal, yeso, ladrillos, clavos o maderas necesarias para la edificación.

Y ahí es donde empiezan a aparecer todos los problemas, porque apenas unos años de arrancar las obras de la Llotja, en 1486, Çacruilla empezó a tardar más de lo normal en presentar cuentas de su gestión al Consell Municipal y comenzaron a saltar todas las alarmas habidas y por haber.

Así que los otros jurats, más el racional y el síndico de la ciudad, decidieron nombrar una comisión para que examinaran sus cuentas.

Corrupción en mayúsculas

Todos los detalles sobre los ingresos y los gastos que debería haber llevado al día Çacruïlla en los libros de cuentas, no aparecieron nunca. Y aquí surge claro paralelismo con los discos duros borrados, formateados, destruidos a martillazos, que todos conocemos. Aún a fecha de hoy faltan algunos de esos volúmenes en el Archivo Municipal de Valencia.

Así que, tras esta investigación, en julio de 1486 lo cesaron en el cargo de administrador de la Lonja. Los auditores de esta comisión llegaron a la conclusión de que Çacruïlla era «deutor de grans quantitats a la ciutat, e encara, en los comptes que han entrevengut, se mostra haver molts errors per les quals la dita ciutat pendria grandíssim dan”. Un cese fulminante.

Las consecuencias

Quedó patente que de las grandes cantidades que recibía en forma de arrendamientos y de venta de censales, se estaba embolsando una parte nada desdeñable, además de cometer todo tipo de estudiados fraudes. Ingeniería financiera, vamos.

Pongo dos ejemplos de esta contabilidad creativa. Çacruilla mandó que trajeran unas lustrosas pedres vermelles, nada desde Mallorca, para enlosar el suelo de la capilla de la lonja, que está en la planta baja de la torre. El coste de estas piedras se encareció un 50%, puesto que en lugar de los 600 sueldos que los auditores comprobaron que se habían pagado al abastecedor mallorquín, Çacruilla había declarado 900 sueldos.

Y de aquellos títulos de deuda, los censales, que generaban unos beneficios anuales de más del 6%, pues cobraba los intereses correspondientes a 2.000 sueldos de un préstamo a la institución que en realidad él nunca había hecho.

Çacruïlla, como no, trató de demostrar que aquello era un complot urdido contra él, e intentó recurrir al mismo rey, Fernando el Católico. Al final, tal vez acosado por la investigación, Çacruïlla murió repentinamente antes a finales de 1487, pasándole a su hija Ángela, la responsabilidad por sus desmanes y teniendo que devolver a la entidad sólo 1.854 sueldos y 6 dineros.

TEXTO: CÉSAR GUARDEÑO

 
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