'Vacances en Pau', un verano especial para los niños y niñas saharauis: "Las gafas me las pusieron aquí"

València

Este martes se cumplen quince días de la llegada de casi un centenar de niños y niñas saharauis dentro del programa 'Vacances en Pau'. La iniciativa la desarrollan las entidades de ayuda al pueblo saharaui y permite a los menores que viven en los campamentos de refugiados pasar el verano en la Comunitat Valenciana.

El proyecto como tal tiene más de veinte años, pero existe desde antes porque al principio los menores venían a colegios o campamentos. Los niños y niñas que forman la edición de 2023, en apenas dos semanas, ya han aprendido al menos a defenderse en español. Sidi es uno de esos pequeños y ya sabe decir su nombre, cuántos años tiene y sus gustos. "Me gusta la piscina y la playa", reconoce sonriendo. En agosto en el Sáhara hace muchísimo calor, no es de extrañar que quiera dejarlo claro en todo momento.

Pero 'Vacances en Pau' no son solo unas vacaciones. Según el representante en la Comunitat Valenciana del Frente Polisario, Mohamed El Mamun Ahmed, el programa cumple una finalidad educativa y sanitaria. Desde el punto de vista educativo, los niños y niñas aprenden de geografía e historia, pero, además, descubren "lo que es un río o un ascensor, porque nunca antes lo han visto"; desde el punto de vista sanitario, se les hace una revisión para que se les pueda diagnosticar si sufren alguna enfermedad. En opinión de Mohamed El Mamun Ahmed, no obstante, la función más importante del proyecto es la social: "Es un puente que construyen las familias acogedoras con estos niños".

Nadifa es una de las veteranas de 'Vacances en Pau'. Durante cuatro años vino como niña de acogida y reconoce que sus veranos aquí fueron "súper buenos" y le permitieron conocer cosas que no había visto nunca. "Yo llevó gafas y me llevaron también a la dentista", asegura, y reconoce que le gustaría que vinieran más menores.

En 2023 han llegado 97 niños y niñas, son más que el año pasado, pero menos que antes de la pandemia. En 2022 vinieron unos cincuenta a toda la Comunitat según las organizaciones, pero en 2019, el último año antes de la covid, llegaron 230. Ana Lourdes Torres, una de las madres de acogida, invita a más familias a animarse, porque su experiencia está siendo "muy buena".

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Su hijo adoptivo se llama Sidi y ella tiene dos hijos biológicos, uno de 15 y otro de 11. El vínculo que han creado todos con el pequeño Sidi es ya sólido: "Queremos repetir y yo creo que él también querrá volver".

Torres pone el foco también en la despedida porque hay que tener en cuenta que no es fácil dejar su casa siendo tan pequeños, esos niños y niñas tienen familia en el Sáhara y tienen que separarse de ellas. Tienen entre unos ocho y doce años y la presidenta de la entidad Al-Adala de València, Saray Vicente, señala que son sus propias familias quienes les instan a irse para que puedan buscar un futuro mejor. "Vienen con muchos miedos, pero son sus propias familias las que les empujan", manifiesta.

Según expone, al principio les cuesta un poco habituarse, pero, defiende, "con cariño suelen adaptarse perfectamente y tanto ellos como las familias de acogida repiten en años futuros". Es lo que le ocurrió a Nadifa. Desde el año pasado vive con su familia de acogida aquí porque está a la espera de regularizar su situación. Los conoce desde pequeña ya que antes también acogieron a dos de sus hermanas mayores y ahora tienen a su prima. "Ahora son mi familia", concluye Nadifa.