El Balneario de la Alameda
En La València Olvidada Paco Pérez Puche repasa la historia de este balneario que aprovechó las aguas termales que se descubrieron cuando lo que se buscaba era petróleo
En La València Olvidada Paco Pérez Puche repasa la historia de este balneario que aprovechó las aguas termales que se descubrieron cuando lo que se buscaba era petróleo
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València
Hoy buscamos un tesoro: un manantial que desde hace muchos años brota a borbotones desde las profundidades de la tierra, aunque desde hace unos meses se está perdiendo inútilmente.
Está muy claro: es un manantial de aguas medicinales y es, por lo tanto, un tesoro. Es un caudal de aguas termales que surge desde una profundidad de 662 metros a una temperatura constante de 43 grados centígrados, invierno y verano. Es el agua que en su día dio origen al Balneario de la Alameda, una prestigiosa institución a la que acudían miles de valencianos cada año para darse sus tandas de baños. Porque el agua tenía –y sigue teniendo, aunque se pierda—unas propiedades ideales para curar y aliviar los problemas de reumatismo crónico, es decir de la artrosis, y que es útil también para algunas dermatosis y para aliviar la bronquitis.
¿Desde cuándo está ahí?
Desde el año 1930. Pero lo interesante es saber que apareció porque el gobierno se puso a buscar petróleo. Cuando el conde Guadalhorce fue ministro se hicieron prospecciones de petróleo en muchos sitios de España y en Valencia se perforó en Nazaret, en Burjassot y aquí mismo, a cuatro pasos del palacio de la Exposición y de la Alameda. A cuatro pasos de la Lanera, un edificio construido como fábrica, en 1922, en la zona que había sido solar de la Exposición Regional.
Lo que ocurre es que, en vez de petróleo, lo que salió, primero a 110 metros de profundidad y luego a 662, fueron caudales de agua caliente con propiedades medicinales, unas aguas que siguen brotando hoy en día. La perforación se hizo entre la Piscina Valencia y el Archivo del Reino.
Cuando el manantial surgió estuvo muchos años encharcando la zona mientras la gente iba a tomar el agua, se le bebía y se la llevaba en garrafas, porque se difundieron sus buenas propiedades curativas. En la prensa se denunció la falta de higiene y de condiciones de la zona, y el Ayuntamiento, que recibió el manantial como regalo del Estado, decidió comprar la fábrica de la Lanera, tan próxima, y ubicar allí un Balneario. Y allí funcionó con sus vestuarios, sus pilas de mármol negro, grifos y tuberías de cobre, servicio de toallas e incluso un médico que controlaba los aspectos medicinales de las aguas. En pocos años, sobre todo después de la guerra, el balneario se hizo muy famoso. Y gentes de toda la provincia, y de muchos lugares de España, venían aquí, a darse sus tandas de baños de un agua caliente, y además bastante salada, que, a causa del sulfídrico que contenían, emanaban un ligero aroma a huevos podridos.
Parte de la gente venía por recomendación de su médico; pero la mayoría se acercaba por la fama popular de estas aguas, y lo hacía de manera libre y con mucha fe. En todo caso, las aguas, que se analizaban periódicamente, fueron declaradas en 1951 de Utilidad Pública, un título oficial que garantizaba su eficiencia médica.
Un negocio nada lucrativo
Venía mucha gente, unas 35.000 personas cada año, incluso más, pero los precios eran muy bajos. Los balnearios, en su momento, tuvieron prestigio de gran lujo y fueron frecuentados por la burguesía. Pero este fue siempre modesto de instalaciones y de carácter popular. Te bañabas por una peseta y eso no era negocio. Cuando yo hice un reportaje sobre el balneario, ahora hace 50 años, era una instalación humilde y casi olvidada del Ayuntamiento: los ingresos daban para pagar el sueldecito de los empleados y el gerente, porque el médico no cobraba dado que era un doctor de empleo estatal. De manera que, sin grandes ingresos, se autofinanciaba y no daba beneficios. Esa es la razón por la que el Ayuntamiento no renovaba nada, ni los grifos ni los percheros, y aquello era una ruina.
Tres años después de mi reportaje, en 1976, se invirtió algo en una reforma de las instalaciones. Pero aquello ya no levantó cabeza nunca más. Mientras tanto, en la Lanera, el balneario compartía espacio con un cuartel de Bomberos y otro de la Policía Nacional, que tenía también allí los establos de sus caballerías. En el año 1986, muy deteriorado, el Balneario se cerró.
Una nueva vida 20 años después
Tuvieron que pasar veinte años y venir la nueva moda de los SPA. Luz, limpieza, agua cristalina, glamur… el concepto era completamente distinto. El SPA recuperó la vieja tradición de los baños termales, que viene de los tiempos romanos, pero ahora con una imagen renovada. Y fue el Ayuntamiento de Rita Barberá el que tomó la decisión de recuperar el balneario de la Alameda y unas aguas que se perdían para nada.
Los cuarteles y el balneario, el edificio de la Lanera, se dedicó a la adaptación como Hotel. Y nació el lujoso Westin de cara a la Copa América. Estamos hablando del año 2005. En cuando al balneario en sí, se ubicó, con el formato moderno de SPA, en lo que fue asilo de Lactancia, en la manzana del palacio de la Exposición. El Ayuntamiento logró la propiedad de ese edificio, que entonces era de la Universidad, y no hubo más que desviar la cañería de agua caliente un centenar de metros para llevar el manantial hacia las nuevas piscinas. Se inauguró en el año 2006.
Otra vez cerrado
Ese balneario es el que ahora ha sido cerrado. Se ha hablado de un problema técnico de filtrado o de algo por el estilo. Pero me da la impresión de que estamos también ante problemas financieros de la empresa concesionaria porque el rendimiento me parece que tenía que ser bajo. El caso es que el balneario, donde luce el hermoso rótulo de cerámica que tuvo la primitiva instalación, está cerrado al público. Y es el problema número 197 de los que el ayuntamiento ha heredado de la corporación anterior.
TEXTO: FRANCISCO PÉREZ PUCHE