La calle del pintor Vicente López
En 1880, un tramo de la nueva ronda surgida tras la demolición de la muralla de València fue bautizada con el nombre de Vicente López Portaña, el gran pintor valenciano del siglo XIX
'Callejeando': la calle del pintor Vicente López (22/07/2024)
València
Durante el último tercio del siglo XIX, la ciudad de València experimentó un crecimiento exponencial de la población, que casi llegó a duplicarse, ligado entre otras cosas a los avances técnicos de la revolución industrial y a una coyuntura socioeconómica favorable. En este marco, el desarrollo urbanístico exigía una planificación más allá del vetusto cinturón defensivo, que ahora era visto por la nueva burguesía como un obstáculo para la expansión de la capital. El derribo de las murallas, iniciado en 1865, despejó la histórica ronda, ahora sujeta a los nuevos planes urbanísticos, y las denominaciones tradicionales que hasta entonces habían tenido los distintos tramos de la misma fueron adaptados a los nuevos tiempos.
Con las murallas todavía en pie, el camino que recorría el perímetro exterior era comúnmente conocido como Ronda Exterior, mientras que su equivalente interno, de trazado discontinuo, estaba dividido por tramos delimitados por las distintas puertas y portillos que flanqueaban la urbe. Cada uno de estos trechos recibía el nombre genérico de muro -'mur' en valencià-, seguido de un apelativo que hacía referencia a aquello que caracterizaba dicho tramo y facilitaba su identificación y, por tanto, la orientación dentro de la ciudad. De esta manera, empezando desde la puerta de Serranos y siguiendo las agujas del reloj, podíamos encontrar el muro de Santa Ana, el muro de la Trinidad, el muro de los judíos, el muro de San Pablo y el muro de Jerusalén, el muro del Hospital o de Belén, el muro del Pilar, el muro de Quart, el muro de la Corona, el muro del Corpus Christi y el muro de la Blanquería.
Una vez desaparecida la muralla, estos antiguos tramos de la ronda empezaron a ser rebautizados con nombres como el de la calle Colón, calle de Játiva o calle de Guillem de Castro. Y, de igual forma, el viejo trazado del muro de Trinitarios, donde se encontraba el Convento de Trinitarios que le daba nombre, fue renombrado como calle del pintor López, en honor a “otro valenciano ilustre, gloria de nuestra patria en las artes pictóricas”.
Vicente López Portaña, el pintor López, nació en València en 1772, en el seno de una familia de artistas que se dedicaba a la decoración de sedas y abanicos. Fue un niño precoz que desde muy pequeño mostró sus grandes dotes para el dibujo. Su formación académica empezó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, donde fue condecorado con varios premios, uno de ellos consistente en una pensión de tres años para completar sus estudios en Madrid, beca que ganó junto a otro valenciano ilustre de la época, el grabador Rafael Esteve.
En la Corte entró en contacto con los grandes pintores al servicio de Palacio, entre ellos otro de los grandes pintores valencianos: Salvador Maella. Volvió a València con 20 años, convirtiéndose en poco tiempo en el pintor más renombrado entre la sociedad valenciana. De tal manera que su maestría fue reclamada desde Madrid y, en 1802, el rey Carlos IV lo nombró pintor de cámara, y, trece años después, Fernando VII, poco satisfecho con los retratistas que tenía a sueldo en palacio, entre ellos Goya y Maella, decidió nombrarlo primer pintor de cámara.
En ese momento, Vicente López pasó a ser el pintor más solicitado del país, realizando retratos a gran parte de la aristocracia fernandina y funcionarios palatinos, entre ellos su obra más universal, el retrato de Francisco de Goya en 1826. Tras la muerte de Fernando VII, la subida al trono de su hija Isabel II y la reina regente María Cristina supuso un cambio radical en los gustos artísticos de palacio, ahora más influenciado por las modas imperantes en Europa y el pujante romanticismo implantado en España por José y Federico Madrazo.
El pintor López murió en 1850, y treinta años después de su muerte, en 1880, la ciudad de València le dedicó la calle que hoy lleva su nombre junto al viejo cauce del Turia. Y, en el centenario, en 1950 se celebraron diversos actos en su memoria, como la colocación en su calle de una lápida artística firmada por el escultor Vicente Benedito y costeada por el Círculo de Bellas Artes.
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