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Sociedad

Un joven sevillano y dos familias con niños, los nuevos vecinos del pueblo de Castellón que aguanta el pulso a la despoblación

Benafer (Alto Palancia), de apenas 200 habitantes, celebra la apertura del botiquín farmacéutico, un año después de su cierre, y la llegada de tres nuevas familias

Benafer, el pueblo del Alto Palancia que resiste el pulso de la despoblación.

Benafer

A pocos días de terminar el mes de agosto, el pueblo de Benafer (Alto Palancia), con unos 200 habitantes censados aproximadamente, espera que el invierno llegue con las mismas alegrías que el verano: el Ayuntamiento ha conseguido reactivar el servicio de botiquín farmacéutico y acoger a tres nuevas familias en viviendas municipales.

Más allá de poder acceder a cualquier medicina o tratamiento sin tener que coger el coche, la apertura del botiquín supone mucho más, según explica la alcaldesa, Sara Navarro, en el programa Hoy por Hoy Castellón: "Tener el botiquín abierto es un aliciente más para seguir intentando que nuevas familias vengan a vivir".

"En cuestión de semanas tenemos nueve vecinos más"

El objetivo ha sido siempre mejorar la vida durante todo el año, rehabilitar las casas del Ayuntamiento y recuperar servicios", relata Navarro sobre la línea de actuación del consistorio en los últimos años que ha permitido entregar las viviendas a nueve vecinos en pocos días de diferencia y que pretenden quedarse en el municipio a largo plazo, más allá del turismo durante los meses de verano.

El caso de Alejandro: de Sevilla a Benafer

En total son cuatro los meses que Alejandro, de 28 años y natural de Sevilla, lleva en la provincia de Castellón: dos en Jérica y otros dos en Benafer. "Un vecino mío de toda la vida vive aquí y su mujer trabaja donde yo estoy ahora. Me dijo que no faltaba trabajo y a los veinte días lo dejé todo y empecé", narra el andaluz, mecánico de profesión, que destaca la precariedad que sufría en su anterior empleo y la estabilidad y tranquilidad que ha adquirido en el interior del Alto Palancia.

"La tranquilidad que yo tengo aquí es infinitamente superior. Hacer todo lo que puedo hacer aquí en Sevilla implica invertir un día entero", cuenta el sevillano sobre la "rutina" que le permite el pueblo después de trabajar.

Alejandro, que ahora vive en la segunda planta del botiquín farmacéutico, recientemente reabierto, y a quien, siempre que tenga trabajo, no le importaría quedarse toda la vida en el municipio, aprovecha para enviar un mensaje a las instituciones superiores para que frenen la despoblación: "Los ayuntamientos de los pueblos pequeños no pueden hacer frente a todo, necesitan el apoyo de las grandes instituciones".

"Ellos lo necesitaban y yo lo tenía"

María Teresa, natural de Benafer, aunque ha vivido y trabajado toda su vida en Castellón, lleva tiempo dedicando una parte de sus apartamentos turísticos al alquiler social de familias para que vivan en el pueblo todo el año. Ahora mismo dos familias ucranianas que huyeron del país cuando estalló la guerra siguen viviendo en dos de sus casas y esta vecina, de 76 años, confía en ver crecer, aún más, la población: "Yo espero que nos ayuden. A ver si tenemos suerte".

Los tres testimonios confían en seguir estudiando las diferentes fórmulas, dentro de sus posibilidades, para que el pueblo continúe resistiendo el pulso de la despoblación.