La València Olvidada: el patio de los Silos de Burjassot (por Pepa Pascual)
Hoy nos encontramos en uno de los monumentos más emblemáticos de Burjassot, el Patio de Los Silos, situado en el casco antiguo del municipio y que constituye una de las joyas arquitectónicas de la ciudad declarado Bien de Interés Cultural
La València Olvidada: el patio de los Silos
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València
Como antecedentes a su construcción cabe decir que durante toda la edad media València y su entorno estuvieron arrastrando un grave problema de falta de cereales para alimentar a la población, lo que a menudo provocaba revueltas populares. La huerta, debido al clima y a la calidad del suelo, no era propicia para el cultivo del trigo y las cosechas que se producían apenas eran suficientes para alimentar a la población durante cuatro meses. El resto del año se tenía que importar trigo de diferentes puntos de la península y después mayoritariamente de Sicilia, Nápoles y Cerdeña.
En el siglo XVI se juntaron una serie de factores como fueron un importante aumento demográfico, la entrada en escena de los ataques de los barcos piratas berberiscos en el Mediterráneo que dificultaba el transporte de trigo desde Sicilia y Cerdeña y además se vio que los antiguos depósitos de grano que eran el Almudín y la Lonja Vieja eran insuficientes y además no reunían las mejores condiciones para la conservación del grano que a menudo era atacado por la polilla.
Todo ello llevó als Jurats a plantearse la posibilidad de construir silos excavados bajo tierra para guardar los cereales como se había hecho desde antiguo y se sabía que había dado buenos resultados en otros territorios. El lugar elegido fue un montículo calizo próximo al casco urbano del entonces lugar de Burjassot, por las características topográficas de dicho lugar, pues su terreno calizo aseguraba una sequedad casi absoluta y garantizaba la conservación del grano.
En 1573, a modo de ensayo, se construyeron los tres primeros silos con trigo traído desde Sicilia, con la orden de que estuvieran el tiempo necesario para comprobar si su evolución era positiva. Los resultados fueron tan satisfactorios que inmediatamente, en 1574, se decidió la construcción de otros tres silos más, y así sucesivamente hasta superar los cuarenta silos en el siglo XVIII.
Los silos están excavados en el terreno y tienen forma como de una gran botella, con una altura variable entre los 7 y los 10 metros. Las paredes están construidas con ladrillos y enlucidas con una gruesa capa de mortero de cal. La boca del silo tiene un diámetro de 60 cm y está formada por 2 piezas, una fija en la que están esculpidos dos números que hacen referencia al número del silo y el otros a su capacidad en cahíces (cafisos). La segunda pieza es móvil y es una piedra de forma semiesférica que tiene una argolla de hierro que servía como agarre para moverla cuando se tenía que introducir o sacar el trigo almacenado.
El proceso de llenado de los silos llevaba aparejado una serie de trabajos meticulosamente organizados. Así el trigo se transportaba en sacos en carros que se descargaban en la plaza de San Roque y desde ahí eran llevados por operarios hasta la boca de los silos. Unos días antes de introducir el grano se abría la boca de los silos y se ataba al extremo de una cuerda un candil o “cresol” encendido que se iba bajando poco a poco. Si el cresol se apagaba era indicativo de que no había oxígeno y por tanto no se podía bajar a hacer los trabajos dentro del silo. Esta operación se repetía durante varios días hasta que la llama se mantenía encendida.
Después se tenía que acondicionar el silo antes de meter el grano. Para ello, se extendía primero una alfombra de esparto sobre el fondo. Sobre ella, se ponía una capa de cañas y encima otra de paja y así se evitaba el contacto del trigo con la tierra y se evitaba que se le transmitiera la humedad. Después ya se podía introducir el trigo con unas palas especiales y se llenaba hasta unos 50 cm antes de la boca. Antes de cerrar el silo se quemaba carbón para producir una atmósfera de anhídrido carbónico que eliminaba cualquier insecto que se hubiera podido colar dentro. Después se cerraba la entrada con una capa de paja y por encima una estera de esparto y por último se tapaba con la piedra hemisférica que hemos visto antes. Los lados se sellaban con tierra arcillosa que impedía la entrada de agua de lluvia y aire y así se mantenía el silo hermético. Para un mejor mantenimiento de los silos se pavimentó la explanada donde se sitúan los mismos con un enlosado de piedras y se construyó una pared de cierre lateral para su protección.
El conjunto de los silos se completa actualmente con la Ermita de San Roque, que ya existía anteriormente en un extremo de la plataforma; un pozo fechado en 1795; un edificio que fue almacén de superficie y que albergó la Escuela de Artes y Oficios Artísticos y otros dos pabellones porticados conocidos popularmente como "l'embarronat" por la forma de la verja de su cierre. En el centro de la explanada se encuentra una cruz de piedra de rasgos góticos que es una réplica de la original que fue destruida durante la guerra civil y repuesta en el año 1944.
Actualmente los accesos al recinto son dos: el más antiguo se trata de una rampa para el acceso de los carros que transportaban el trigo, el que atraviesa una puerta de grandes dimensiones. El otro acceso se realiza mediante una escalera de tipo imperial que recae a la actual Plaza de Emilio Castelar.
Algunos silos se encuentran hoy en día comunicados entre sí y pueden ser visitados por los ciudadanos y les sugerimos que no pierdan la oportunidad de visitar este magnífico conjunto arquitectónico.
Texto: Pepa Pascual
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Quique Lencina
Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...