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El antiguo cauce del río Turia (por Rafa Solaz)

Todos sabemos que el río Turia a su paso por la ciudad tiene detrás mucha historia. Nuestro invitado de hoy, Rafa Solaz, quiere compartir esa historia en forma de recuerdos

La Valencia olvidada: El cauce del río Turia

La Valencia olvidada: El cauce del río Turia

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València

El río Turia y su paso por la ciudad tiene mucha historia. Desde las grandes riadas hasta la ocupación del espacio para diferentes actividades. Por eso veo interesante hablar de mis recuerdos, de los momentos que pasé en el tramo cercano a mi barrio, El Carmen, entre los puentes de Serranos, Pont de Fusta, hasta el de la Trinidad.

Comenzaremos contextualizando el lugar. El río Turia formó parte de una auténtica frontera para la ciudad en su parte septentrional. Los romanos lo representaron en su primitivo escudo y en una ciudad repleta de acequias que desembocaban en el río. Tanto el viejo cauce como los puentes tuvieron su protagonismo.

Los históricos puentes se convirtieron en cotidianos e imprescindibles para pasar de un lado a otro de la ciudad. Se convirtieron no solo en un elemento básico para la sociedad sino en símbolo de su capacidad artística y arquitectónica, formando parte importante de la historia de València y fueron testigos de pasos y hechos relevantes. En principio, fueron rudimentarios, hechos de madera, pero pronto, en las constantes inundaciones, la fuerza del agua los derribaba, por lo que, para su permanencia, se construyeron de piedra y desde entonces se convirtieron en obras monumentales que dieron esplendor y una pintoresca imagen de la ciudad en su parte septentrional.

Quiero recordar un hecho histórico que tuvo lugar el 1755 entre la zona del Temple y el Palacio Real. Estoy hablando de la irrepetible Naumaquia, una batalla naval de se organizó en el viejo cauce con motivo de las fiestas por el III Centenario de la Canonización de San Vicente Ferrer. Todo un espectáculo único por la dimensión y participación ciudadana que ya no se repitió en la ciudad y del que se habló durante mucho tiempo como uno de los grandes acontecimientos festivos de Valencia.

Existe un vínculo muy estrecho. Quiero recordar que en el viejo cauce nació el apelativo granotas referido a los hinchas del Levante Unión Deportiva, cuando su campo permaneció durante algún tiempo en el viejo cauce y les granotes, con su continuo croac, fueron protagonistas de aquellos partidos, de ahí el término granota levantinista.

Aquí viene uno de mis recuerdos que quiero compartir con los oyentes. Seria hacia 1960 cuando con mis amigos jugábamos en el río, en el espacio del antiguo puente de Serrans. Allí fuimos todavía testigos del mercado de burros, de aquellos vendedores de caballerías que dieron una imagen pintoresca a un lugar que para nosotros formaba parte del aprendizaje de la vida. Cuando venían los días de Pascua visitábamos el lugar con nuestras monas, nuestras meriendas metidas en un saquito de tela. La merienda del festín se componía de una lechuga, un bocadillo de pan aceite y sal, cacaus i tramussos, y para beber íbamos provistos de unas cantimploras con agua, gaseosa o zarzaparrilla. Los huevos duros que formaban parte de las monas se estampaban en las frentes de los amigos ante el jolgorio general. El juego de saltar la cuerda, las correrías hacia el transcurso del agua, el empinar el catxirulo o formar corros para cantar las canciones típicas de las Pascuas, eran nuestro entretenimiento que se repetía año tras año.

También nos bañábamos, sí, sí, ¡nos bañábamos! en un río en el que todavía corría el agua suficiente para darnos un chapuzón, aprovechábamos la parte más honda que existía junto al antiguo puente de Serrans. Todo acabó. Dejamos de nadar cuando en el momento que vimos bajar por el agua desperdicios de carne procedentes del Matadero Municipal de la Petxina. Eso nos produjo cierta repugnancia y fue entonces cuando nos contentábamos con la caza de las ranas, els parotets y todo bicho viviente que pudiéramos dar alcance.

En el tramo comprendido entre el puente de Serrans y el de Madera organizamos los primeros partidos de fútbol que se recuerdan en el lugar. Dos piedras formaban las porterías. Un balón de cuero, engrasado, nos serviría para jugar aquellos inacabables partidos en cuyo campo de juego aún permanecían las plantas y hierbas salvajes que daban color a los encuentros, por no decir del barro y el polvo que nos rodeaba.

Pasaron los años y supe del proyecto de realizar un gran jardín en el viejo cauce. Antes se había comentado de construir otro proyecto diabólico, una gran autopista que conectara con el mar. Es entonces cuando la sociedad protestó ante esa propuesta, un jardín para el pueblo, se decía en la reivindicación y que dio como resultado el esplendoroso jardín que hoy tenemos y podemos disfrutar.

Todo esto acabó, pero mis recuerdos permanecen en aquel mercado de burros, las jornadas de Pascua, las inmersiones en el agua, aquellos partidos de un fútbol de la infancia, donde la amistad prevalecía, ante todo, donde no importaba el resultado sino nuestra felicidad.

Texto: Rafa Solaz

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Quique Lencina

Quique Lencina

Filólogo de formación y locutor de profesión, actualmente forma parte del equipo digital de Radio Valencia...

 
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