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La calle Baler y los últimos del Cabanyal

La calle de Baler ya no existe, es una anomalía de nuestro nomenclátor que nos recuerda lo peor de la historia de España y de la memoria urbana del Cabanyal, pero también lo mejor en cuanto a las relaciones diplomáticas con Filipinas

Callejeando con Luis Fernández

Valencia

La calle de Baler ya no existe. Sigue apareciendo en las guías y callejeros, pero físicamente desapareció hace años cuando se urbanizó la antigua playa de vías del Cabanyal y se levantó el polideportivo y los jardines de la calle Doctor Lluch. Se trata, por tanto, de una más de las múltiples anomalías del nomenclátor de la ciudad.

No en vano, la propia calle ya era en sí misma una anomalía urbanística que en una ciudad racionalmente ordenada jamás debió existir, pero las tropelías urbanísticas que se permitieron durante el franquismo aquí en València superan ampliamente la ficción.

Desde mediados del siglo XIX, el normal crecimiento urbano de los poblados marítimos de València se vio severamente condicionado por el cinturón de hierro que las diversas compañías de ferrocarriles tejieron por todos sus flancos con el ansiado objetivo de llegar hasta el puerto y la playa. Una de las líneas de ferrocarril que surcaba de norte a sur el frente marítimo fue la conocida popularmente como vía Pedrera. Una vía de apenas 16 kilómetros que conectaba las canteras de El Puig con el puerto de València para transportar el material – mayormente rodeno- necesario para la construcción y ampliación de los muelles. Este tren accedía a los barrios marítimos de València por el norte, en paralelo a la línea de costa, siguiendo prácticamente el trazado de la actual autopista V-21, y una vez sorteada la acequia de Vera se adentraba en la Malva-rosa por la actual calle de Cavite, enfilando hasta la gran playa de vías que formaba con los ferrocarriles de Aragón y con el trenet ya en el Cabanyal, desviando posteriormente sus ramales hasta los mencionados muelles del puerto donde descargaba las rocas extraídas del Puig.

Esta línea férrea estuvo operativa cerca de un siglo, desde 1860 hasta los años 60 del siglo XX, pero fue durante la posguerra, momento en el cual el barrio del Cabanyal experimentó un crecimiento poblacional muy importante debido al exilio interior, la migración rural y la llegada de trabajadores atraídos por la actividad industrial, especialmente la portuaria, cuando en sus márgenes se empezaron a asentar miles de emigrantes en viviendas precarias y compactas en lo que posteriormente se conocería como El Clot.

Estamos hablando de 1946, y el Ayuntamiento decidió que estos nuevos asentamientos requerían una domiciliación oficial y no el nombre de Vía Pedrera que usaban hasta entonces. Así que, desde el consistorio, y siguiendo la doctrina imperante, se aprobó usar el nombre de gloriosas batallas que, paradójicamente, el ejército español había perdido en la guerra de Filipinas, para rotular los diferentes tramos de la vía. De esta manera, a la primera parte empezando desde el norte, que comprende el barrio de la Malva-rosa se le denominó, como hemos dicho anteriormente, calle de Cavite, mientras que, al siguiente tramo, entre la acequia de la Cadena y la avenida del Mediterráneo se le denominó calle de Baler. Lo anecdótico del asunto es que, según el expediente, el pretexto del gobierno franquista para seleccionar estos nombres fue que “la zona de la playa de Levante, de gentes humildes y en algunos aspectos totalmente sin urbanizar, requiere nombres breves y fáciles de recordar”.

Cabe recordar que en la ciudad filipina de Baler tuvo lugar, tal día como hoy pero de 1898, uno de los episodios más mitificados de la guerra de Filipinas: el sitio de Baler. Aquel asedio puso fin a la guerra entre España, Estados Unidos y los revolucionarios filipinos que acabó con la pérdida de la soberanía española sobre las islas, razón por la cual a los soldados que se atrincheraron en la iglesia de Baler se les conoce como 'los últimos de Filipinas'. Un final que fue más diplomático de lo que el cine nos ha transmitido y que de hecho dio pie a que el día 30 de junio fuese declarado en Filipinas como Día de la Amistad Hispanofilipina “para que se recuerde el sitio de Baler como el acto de benevolencia que asentó los cimientos de unas mejores relaciones entre Filipinas y España”.

En los años 90 del siglo pasado se desmanteló por completo todo el entramado ferroviario del Cabanyal y la playa de vías fue reurbanizada y convertida en zona verde y polideportiva. Las infraviviendas del Clot y adyacentes fueron derribadas con premura pensando en la fallida prolongación de Blasco Ibáñez y allí siguen los solares de tierra baldía esperando el plan definitivo. La calle de Baler, a pesar de continuar en el callejero, desapareció. Y como paradigma de aquella época solo queda en pie el famoso bloque de Portuarios, el decadente edificio que hace décadas espera una solución digna para sus moradores que, haciendo un símil con los supervivientes de Baler, podríamos tildar como los últimos del Cabanyal.

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Luis Fernández Gimeno

Ingeniero Técnico en Topografía y Máster en Teledetección...