A Alicante no la iba a reconocer ni la madre que la parió

Alicante

Durante el debate del estado de la ciudad de la pasada semana, el alcalde Barcala sorprendió a todo el mundo con su batería de medidas transformadoras: peatonalizaciones, nuevas instalaciones, ciudades deportivas, concursos de ideas, inversiones millonarias...

El objetivo era apuntalar la idea que hace tiempo se quieren trasladar desde la Alcaldía: que el equipo de gobierno pilota una planificada revolución con la que ya se lleva a cabo un profundo cambio urbano, social y económico.

Al margen de si hay rumbo o no o de los agravios, ya que vivimos en una ciudad dual, repleta de barrios olvidados, nuestro principal problema, como bien sabemos los alicantinos, es que el papel es muy sufrido y lo aguanta casi todo.

Si solo se hubieran llevado a cabo alguno de los proyectos de verdadero calado prometidos en los últimos treinta años, a esta ciudad -como dijo el Alfonso Guerra de los mejores tiempos- no la iba a reconocer ni la madre que la pario. Bueno, en nuestro caso, ni la madre, ni el padre que la engendró...

Hasta la cabeza del moro, de alguna manera, se iba a quitar la máscara que le pusieron en aquellos carnavales e iba a empezar a dar palmas de regocijo.