“Nos enfadamos porque no nos dejaron ir la discoteca y les hicimos “la petaca” a los chicos”: mayores de La Nucía recuerdan el viaje con el cura que acabó en travesura
En La Voz de la Experiencia relatan cómo un viaje adolescente con el párroco terminó con una broma legendaria, además de rememorar las fiestas de San Rafael y la Navidad de antaño.

La Voz de la Experiencia con tres usuarias del Centro Social La Casilla de La Nucía
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La Nucía
Ana Lledó, Gerónima Devesa y Vicenta Ortuño son nucieras “de toda la vida” y usuarias del Centro Social La Casilla y han pasado por La Voz de la Experiencia en Hoy por Hoy Benidorm para relatar cómo se vivían antes las Fiestas de San Rafael y cómo se preparaba la Navidad y cómo han cambiado las cosas para las generaciones que han venido después.
Lastres recuerdan las antiguas fiestas de San Rafael, cuando duraban cuatro días “sin importar qué día de la semana cayera” y cuando “incluso pescadores de Altea subían a pie hasta La Nucía”. Confiesan haber pujado en alguna ocasión por las cintas y las andas del santo que “antes eran mucho más pesadas” y también haber corrido en la procesión a ritmo de traca. Ahora son los nietos quienes siguen la tradición, pero las invitadas aseguran que, aunque todo ha cambiado, la devocion por el santo y el fervor por las fiestassigue intacto.
Unas fiestas que, a falta de discotecas, se convertían en punto de encuentro para los jóvenes de la época en las verbenas. “Las chicas a un lado y los chicos al otro y si venía alguno a sacarnos a bailar que nos nos gustaba, nos íbamos corriendo”, recuerdan riendo. Estrenar ropa, elegir bien con quién bailar y vivir los primeros enamoramientos eran parte del ritual. Cada fiesta tenía su espacio, su orquesta y sus historias, muchas de las cuales siguen recordando con cariño y picardía.
Pero si hubo un episodio que marcó a toda una generación fue la famosa excursión a Granada a finales de los años sesenta, organizada por el cura. Quinceañeras, sin padres y con “40 chicos y solo 8 chicas”, vivieron su pequeña revolución. La anécdota estrella llega cuando las chicas no pudieron ir a la sala de fiestas a la que iban los chicos. Indignadas, decidieron vengarse con haciéndoles la “petaca” en la cama: doblar la sábana como un sobre para que los chicos no pudieran meter los pies al acostarse. “Uno rompió la sábana”, cuentan entre carcajadas, recordando aquella noche como si hubiese ocurrido ayer. “El resto de los días ya nos dejaron ir con ellos a la fiesta”, presumen.
Entre historia y humor, también explican por qué las fiestas de San Rafael dejaron de celebrarse el día 12 fijo y pasaron al tercer fin de semana de noviembre. Una encuesta casa por casa, la necesidad de no perder días de clase en el instituto “que por aquel entonces nos teníamos que ir a Altea” y las obligaciones laborales acabaron imponiéndose. Aunque echan de menos aquellos cuatro días intensos, reconocen que la organización actual facilita la participación de todos.
Cuando la conversación se adentra en la Navidad, las invitadas se sorprenden de ver turrones en los supermercados desde octubre. En su infancia, la Navidad no existía hasta después de la Purísima. No había decenas de variedades: solo duro, blando y de nieve. El turrón se compraba en ferias como la de Callosa o en Xirles, donde llegaba un matrimonio de Jijona a venderlo de manera artesanal.
La tradición de elaborar dulces en casa ocupa un lugar especial en su memoria. Vicentina sigue haciendo “Pastissets de Boniato” y nos explica la receta y recuerda que antes se llevaban al horno de la panadería del pueblo porque casi nadie tenía horno en casa. Ana y Jero confiesan que ahora prefieren comprar los dulces: “Antes era obligación; ahora si los haces es porque te gusta cocinar”. Jero también recuerda el desastre memorable de una “tonya” que intentaron hacer sus hijos durante la pandemia que “acabó como una piedra”.




